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A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

Todos los poderes únicos se pervierten, echando mano, entre otras cosas, de lo que socialmente se permite y se acepta; así, la Conquista cuyas armas fueran la Espada y la Cruz implantó sus reales sobre las culturas y el territorio conquistador. A fuerza de ser un encuentro entre dos culturas teocráticas, sobrepuso con cierta facilidad nombres e imágenes sagrados a los conquistados, hasta verlas castellanizadas en las creencias religiosas, pero subyugadas o abolidas en la práctica. Se adueñaron de todos los bienes nacionales y consiguieron la servidumbre general. Las protestas se acallaban mediante la fuerza del ejército y los tribunales reales y sobre todo por los eclesiales adueñados de los bienes nacionales y del eterno castigo infernal para los pecadores.

Saltando el periodo de la Independencia, de dirigencia mayoritariamente criolla, deseo subrayar en qué se convirtió la Revolución Mexicana, movimiento masivo en muertes que no en privilegios, cuya importancia fue capitalizada por el PRM, que sobre esa base, más las creencias religiosas, adoptó como lujo las espléndidas obras de las culturas indígenas –no a los indígenas– para hacer la mexicanidad, la identidad nacional. Pero al institucionalizar, paradójicamente la Revolución, se produjo el estancamiento. Las innovaciones no fueron científicas ni tecnológicas (menos generalizadas), fueron de caudillos mediante la sucesión de incontables asesinatos. Fue el tiempo de los militares y de quienes así se autonombraron.

Ante un desarrollo muy cuestionable, pues la población masiva no era culta ni en su mayoría pensante, mucho menos rica, se la cooptó con el señuelo de la Libertad y la Democracia y con el reparto de las migajas de la riqueza nacional.

Ante la imposibilidad de confrontarse con el desarrollo ajeno y el poder de los imperios, se ceden bienes a granel. Pero tiempo después aparecen los tecnócratas. Éstos en su mayoría formados en el extranjero, aprendieron el “know how” americano. ¡Qué bueno, ahora sí vamos a progresar! Sin embargo, por el hecho de detentar el poder técnico, dominaron la escena nacional, mediante los resabios de identidad patria y la alianza con los otros poderes mundiales: los Imperios y la Iglesia.

El pueblo monopoliza la esperanza y la fe y los poderosos las riquezas; los últimos presidentes no se conformaron con el poder temporal de su mandato, sino que han venido quedándose como propietarios de grandes extensiones territoriales que luego comercializan recaudando pingües ganancias, las que alguna u otra forma extienden en el tiempo su poder.

Para detentar tal cúmulo de riqueza, necesitan tener aliados que cobran por sus servicios. Éstos resultan, a veces, tanto o más soberbios que quien les paga, pero más baratos; su lema es “el vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error” y con ello logran fortuna o desgracias.

Cambiamos de partido en el poder con resultados similares, las camarillas siguieron enriqueciéndose impunemente. Son igualmente demagógicas e incapaces de elevar, respetar y amar al pueblo a los niveles que cualquier nación necesita para vivir dignamente y aportar mayor riqueza al desarrollo nacional, por tanto, sigue la incapacidad competitiva y la invasión de comercio y culturas ajenas. ¿A qué se llama hoy identidad nacional?

Para qué nos sirve decir “somos ciudadanos del mundo”, “Vivimos en la aldea global” si el sistema impone las mismas leyes de dominio, independientemente del tamaño territorial de la aldea?

Los partidos políticos que hoy pelean la hegemonía del poder, sean de centro–izquierda, centro–derecha o “ultra” y todas las denominaciones que se quiera, no corrigen el pecado de origen. Entre los animales, el guía es quien garantiza la seguridad del rebaño, generalmente hembras; entre los hombres, el “guía” se sirve del rebaño para su encumbramiento.

Se me dirá que siempre se han hecho esfuerzos por mejorar las cosas. Aceptando, sólo que ¿en función de cuáles cosas se han hecho tales esfuerzos?

Mientras no se logre el bien, el desarrollo, la justicia para todos, no podremos presumir de Democracia, ni siquiera de estar intentando tenerla. Hay que trabajar por ella.

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