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¿Sindicalismo en transformación?

Julio Faesler

Una las frases más realistas que se haya pronunciado últimamente se la debemos a Isaías González Cuevas, secretario general de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), quien, en el curso del Foro para la Reforma Laboral Equitativa celebrado hace unos días, se refirió a cómo han cambiado los tiempos para el sindicalismo mexicano desde los ya lejanos tiempos del PRI. “Ya no tenemos un partido en el poder que nos proteja”, dijo el líder, añadiendo que “si no nos unimos todos nos irán colgando de uno en uno”.

La lúgubre perspectiva y el llamado que implicó no se lanzaba al aire. La CROC, desde su fundación en 1952 ha ido presenciado en los últimos años el decaimiento en fuerza y prestigio del sindicalismo en México como también acontece en todo el mundo.

El comentario, fue franco, directo y oportuno. Ha desaparecido el régimen político apoyado en organizaciones obreras, instrumentos de control político fincados en mecanismos disciplinarios como la inicua “cláusula de exclusión”, después declarada inconstitucional por la Suprema Corte. Era cuando los líderes obtenían prebendas, posiciones legislativas o gubernaturas complementadas con amplias posibilidades de corrupción y enriquecimiento con impunidad.

Los convenios de protección que hoy en día siguen firmándose con empresas privadas tienen un claro resabio de la fuerza política, aunque mermada, que aún pueden aprovechar los líderes. Todo ello bajo el lema de “conquistas obreras”. El clásico sindicalismo mexicano nos ha heredado, entre otras, la ruina de los sectores educativos y energéticos.

En los nuevos tiempos que vivimos ya no se quiere tolerar ese crudo sindicalismo político y sus corruptelas, los trabajadores tampoco pueden ver razón para seguir sosteniendo a líderes abusivos, que, de paso no ya tienen tanto qué ofrecer. Otro elemento que debilita al sindicalismo es la creciente proporción de empleados en actividades de servicios, mayor que en las industriales. Además de lo anterior aumenta implacable la presión de la competencia en los mercados hacia la compactación de nóminas provocando constantes despidos de miles de obreros sin que los sindicatos puedan evitarlo.

Como respuesta a este debilitamiento de la fuerza sindical, el secretario general de la CROC anunció esta semana, en el Foro de Reforma Laboral y en presencia del secretario del Trabajo, una campaña a partir de enero para salir a sindicalizar a todos los trabajadores de la micro y la pequeña industria.

La intención de incorporar al mundo sindicalizado a los miles de trabajadores y empleados de las industrias micro y pequeña será constructiva si la afiliación representara un beneficio tangible al trabajador o empleado en términos de servicios y, a nivel más general, añada valor a la productividad nacional.

Pero no se trata de un simple intento para rescatar al movimiento sindicalista obsoleto, desde hace varios años en declive, sin ofrecer nada tangible al trabajador ni ayudar a resolver los agudos problemas de competitividad internacional que nuestro país tiene en estos momentos.

Limitada a eso, la campaña de afiliación de la CROC sólo representaría imponer cuotas sindicales al empleado y meter a los empresarios micro y pequeños a la maleza de negociaciones anuales de salarios y prestaciones. No quiero aludir a otro resultado, la inevitable creación de líderes nuevos o el fortalecimiento de los que ya medran en el ambiente laboral.

Semejante campaña no puede ser una meta válida en una sociedad libre que ante todo necesita aprender a ganarse la vida en los mercados con un trabajo bien organizado, serio, eficiente y de la más alta calidad internacional. El México moderno necesita sindicatos modernos. El reto es de todos.

juliofelipefaesler@yahoo.com

Coyoacán, diciembre de 2007.

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