Siempre ha existido una Oposición política contra los gobiernos priistas; pero antiguamente se justificaban por la impotente cólera con que solían contemplar los triunfos del PRI: maldecían, gritaban y escandalizaban ante el silencio impasible del partido en el poder, que los dejaba protestar sabedor de que los vociferantes sólo eran Oposición virtual, carente de fuerza palmaria.
El PAN es ahora un partido con dos triunfos democráticos, si es que se acepta como evidencia de tal aserto el hecho de haber derrotado al antiguo instituto político de la revolución en un par de elecciones consecutivas. Por lo demás, el PRI parece haber despertado ya de la inanidad en que lo postraron las victorias del PAN; un ímpetu nuevo ofrece pruebas de su existencia a través de los recientes triunfos electorales en varios Estados de la República.
Así, no resulta arriesgado vaticinar que si en el PRI no se repite el vicio del divisionismo interno, que hoy debilita al PAN y al PRD, no solamente podría ganar la mayoría de curules en la próxima Cámara de Diputados: también estará listo para el intento de recuperar la Presidencia de la República en la contienda federal del año 2012.
Saben los “istas” de los tres frentes electorales más numerosos de la República que los partidos entran en crisis cuando surgen fragmentaciones por culpa de grupúsculos que generan intereses y ambiciones diversas al interior de cada asociación política; y como de no existir, bien se pueden inventar, hay distintos pretextos para promover el descontento partidario, ante lo cual cada bandería o agrupación política electoral requiere mantener en activo a uno o a varios líderes, enérgicos, dinámicos y carismáticos, que sean capaces de unificar las corrientes internas y encauzar el esfuerzo total de la militancia para obtener lo esencial en cada partido: sus objetivos ideológicos, políticos y electorales.
Los tres partidos mayoritarios mexicanos han sufrido todo tipo de trances. El PRI, por ejemplo, los afrontó a raíz de su estreno como Partido Nacional Revolucionario: Los caudillos militares de la Revolución Mexicana se lanzaron en pos de la Presidencia de la Nación, de los gobiernos estatales, de las diputaciones, senadurías y otras destacadas posiciones políticas, en feroz competencia con los caudillos civiles que habían logrado sobrevivir al movimiento armado.
El general Lázaro Cárdenas, ya presidente de la República, advirtió el riesgo de tal insensatez: con el Ejército metido en la política, un baño de sangre ya empezaba a victimar a militares y civiles, tanto que podría acabar con todos la membrecía; ante esta amenaza impulsó la segregación del “sector militar” existente desde la fundación del PNR como un cuarto sector de su estructura política. Al sacarlo de ahí, Cárdenas mantuvo la unidad del partido, rescató la dignidad del Ejército y salvó la vida a muchos políticos revolucionarios.
Otras crisis internas debidas a motivos políticos electorales sufrieron los subsiguientes Partido de la Revolución Mexicana y Partido Revolucionario Institucional. El primero con el “desfile sangriento” denunciado por Vito Alessio Robles en los prolegómenos de la elección de Miguel Alemán Valdés como presidente de la República. Luego resultó lamentable para el PRI el conflicto político y electoral derivado del magnicidio de Luis Donaldo Colosio. Quien o quienes hayan sido sus victimarios también acabaron con la preeminencia electoral del PRI. Ernesto Zedillo fue el último presidente surgido de sus filas, aunque no de su plataforma ideológica, pues ya para ese tiempo estaba casi abandonada en el cesto de la basura. De todas manera el Gobierno de Zedillo se constituyó en el parteaguas entre la autocracia presidencial y la mocha democracia representativa que ahora presumimos.
Acción Nacional se fundó el 16 de septiembre de 1939, diez años después de la constitución del partido Nacional Revolucionario, bisabuelo del actual PRI. Sus triunfos culminantes fueron los de dos presidentes de la República (años 2000 y 2006) pero en los días que corren ha entrado en una severa crisis por el cambio de dirigencia nacional. El actual presidente, Manuel Espino, se ha rebelado contra su compañero de partido –mas no de praxis política— el presidente Calderón, acusándolo de imponer a un sucesor contra la voluntad de los militantes en la persona de Germán Martínez, ex secretario de la función pública. En el fondo Espino y Calderón Hinojosa Martínez tienen posiciones políticas antípodas: aquel proviene del grupúsculo fanático, extremista y radical de derecha conocido como “el yunque” mientras que el presidente Calderón y su círculo cercano de amigos siguen la corriente civilizada que viene en línea directa de Manuel Gómez Morín y de los grandes mantenedores de la línea pacifista de Carlos Castillo Peraza, creador de la frase “aquella brega de eternidades” que demuestra la paciente maduración del PAN como partido político.
El Partido de la Revolución Democrática, por su parte, podría agonizar bajo una crisis de identidad nacida de la inspiración tozuda de Andrés Manuel López Obrador, actitud ante la cual ya se han rebelado los auténticos políticos de la izquierda mexicana, como Cuauhtémoc Cárdenas y sus leales seguidores.
En todos los partidos y el PRD no es la excepción se mueven muchos “cuervos de San Onofre” (esos que andan de ca...ñones en la parvada) Verbi gratia el ex gobernador de Zacatecas, un señor Monreal al que cada día le sacan más trapitos al sol y otro el bocón publicista de AMLO de cuyo nombre, como dice el corrido popular, no quiero acordarme. Lo que se observa es que en la triple partidocracia sobran pésimas crisis y faltan buenos líderes...