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Solamente un bicentenario| Relatos de andar y ver

Ernesto Ramos Cobo

Puntualizar solamente el hecho sin ahondar en cronologías o fechas exactas: próximamente se cumplirá el bicentenario del fin de la dominación española y el inicio de nuestra propia construcción política e institucional. ¿Cuál es el significado de ese hecho para nuestro país? Acaso es la efeméride un motivo de celebración? Explorar sobre el particular es el propósito fundamental de estas letras.

Primero que nada debemos negarnos a sucumbir, ante las magnitudes del tiempo y del espacio, a la insignificancia de nuestro aquí y ahora. No importa que doscientos años sean nada. Finalmente este es nuestro momento histórico y situarnos en su centro y reflexionar sobre él, es sin duda obligación y propósito. Esa reflexión debe realizarse desde una perspectiva histórica. Es imperante tomar conciencia de que nuestro acontecer, nuestra idiosincrasia, es resultado de largos periodos y largos periodos también se avecinan; requerimos pensar que el fin de la historia no existe y que aunque el tiempo se concatene continuamente en una serie de hechos aislados y coyunturales, debemos reconocernos desde una perspectiva más amplia. El bicentenario debe despertar un debate a profundidad sobre nuestra actualidad y dirección.

Las buenas intenciones, sin embargo, son sólo inocentes deseos perdidos entre la marasma de los temas coyunturales. Precisamente ahora las fuerzas de la real política conducen los festejos únicamente como instrumento del momento. Los tambores se preparan para la celebración de una efeméride que románticamente suena a festín justificable, que sin duda amontona adeptos para el grito independentista, sin importar que el inconsciente colectivo perciba sin duda que de un esquema de dominación se pasó a otro, y que del antiguo látigo surgió el de ahora, el de los propietarios, el de los terratenientes, el de esos pocos que en este México actual todo lo pueden. Nosotros, ciegos, estamos listos para el festejo, apretamos la camisa verde al pecho e incluso caemos en el juego de perdernos en el debate de si vale o no la pena construir una torre conmemorativa. Vaya chaparra mentalidad de quienes nos gobiernan.

En está época crucial de nuestra historia requerimos clarificar dirección. Hemos logrado ya sobrepasar el tumulto independentista, las dinámicas revolucionarias, y de todas aquellas cenizas hemos levantado nuestras instituciones que, aunque frágiles, son fruto del trabajo y del espíritu de valientes y talentosos mexicanos. Es momento de tomar dirección: debemos redoblar el esfuerzo para perfeccionar nuestro enramado institucional, bajo el marco de la igualdad y en apego a la legalidad; debemos debatir sobre nuestra idiosincrasia nacional y sobre nuestro lugar, participación y oportunidad en el mundo; debemos privilegiar el debate, el propósito, bajo la idea de un Estado integrador y no en base a particularismos absurdos, a colores partidarios. Nuestro debate debe recordar que el mundo no se detiene. Son las fuerzas de la globalización las que han translucido las fronteras, han magnificado los influjos dondequiera, ampliando e inyectando dinámica al progreso que avanza rápido, que no se detiene, que da vuelta a la esquina y que no le importa que nosotros seguimos obstinados y distraídos en pequeños detalles de momento que nos impiden ponernos de acuerdo para intentar alcanzarlo.

ramoscobo@hotmail.com

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