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SU SALUD BUCAL

DRA. LILIANA ACUÑA CEPEDA

COLEGIO DE CIRUJANOS DENTISTAS DE LA LAGUNA A.C.

FILIAL ASOCIACION DENTAL MEXICANA

MIEDO AL DENTISTA

La consulta con el dentista causa tantas sensaciones, dolor, temor, miedo, sufrimiento, ansiedad, pánico, fobia, al grado que muchas personas pagarían por no ir. El sufrimiento y angustia que algunas personas padecen sentados en el sillón dental, es realmente difícil para ellos y para nosotros los dentistas. De hecho, al odontólogo le conviene que no le tengas miedo, pues los pacientes ansiosos o aterrados suelen dificultar el trabajo del profesional.

A pesar de que la importancia de una buena salud dental es de conocimiento casi universal, muchas personas creen que basta con cepillarse los dientes tres veces al día para mantener la dentadura y las encías en óptimas condiciones y, de esa forma, evaden al dentista.

Hay quienes piensan que al dentista sólo tienen que ir cuando hay dolor o una vez al año para hacerse una revisión o limpieza.

Sin embargo, lo cierto es que deben consultar a este especialista con más frecuencia, ya que en la boca crecen muchas bacterias que, si no se atacan a tiempo, pueden dar pie a muchas enfermedades, entre ellas algunas de carácter grave. Además es necesario consultar y no decidir por uno mismo.

No obstante, muchas personas sienten pánico con sólo pensar en el dentista. A veces, ni saben precisar por qué tienen ese miedo.

En una ocasión una señora vino a consulta y me relató que cuando tenía que ir al dentista, se ponía pálida, las manos le temblaban y necesitaba que alguien la acompañara. Le pedí que me definiera su miedo, y ella me contestó: “Creo que le temo al ruidito de los aparatos, al olor a medicamentos, a la silla donde tienes que sentarte con tantos equipos y utensilios a su alrededor”. A que me regañen por no haber venido o por mi mala salud dental, al costo. A que me infecten o contagien alguna enfermedad con el instrumental, en fin a tantas cosas.

Sin embargo, no mencionó el dolor. Y cuando le hice referencia al mismo, la señora me contestó: “Bueno, lo que se dice dolor intenso, la verdad es que no lo siento porque mi dentista siempre me inyecta anestesia”. Entonces, ¿por qué ese pánico?

La anécdota más curiosa fue de una señora que su familia observó que comía con dificultad, presumiendo que tenía muchos problemas bucodentales la llevaron a consulta, la señora negó tener problemas en su boca, que ella estaba perfectamente, por supuesto requería de tratamiento dental, sólo fue a dos citas, y no quiso volver, a pesar de las explicaciones de la importancia para su salud en general, lo más impactante para mí, es que se despidió diciéndome: no voy volver, no me gusta, no lo necesito además “y todavía cobra” (la hago sufrir y todavía le cobro) la verdad esto me causó tristeza, esas palabras de la señora, me hacen reflexionar de lo angustiante que es para muchas personas el ir al dentista.

En una ocasión un joven me dijo, de seguro usted estudió odontología, para hacer sufrir a las personas. Esto tampoco se me ha olvidado.

Es tanto el temor que se aprietan las manos hasta causarse dolor en las manos.

Nos queda muy claro que el miedo al dentista es un factor psicológico que se ha arraigado en la conciencia colectiva de la población. Se trata de un temor vinculado a los albores de la profesión, cuando los equipos eran más rudimentarios y los pacientes pasaban largas horas de dolor en los consultorios. A aquel dentista que se le decía “saca muelas” a nuestros antecesores que su manera de tratar era dominante sin importar las expectativas de los pacientes.

A mí también me daban miedo los dentistas cuando era niña, en una ocasión mis padres me llevaron al dentista, sólo le dije que me dolía una muela y sin más, me anestesió, por supuesto que yo vi. Una agujota (cuando en realidad están pequeñas) no dejó que pasara el tiempo necesario para que me hiciera efecto la anestesia, cuando zas, me sacó la muela. En misa los domingos siempre lo veía, y me daba un miedo tremendo verlo ahí, se me figuraba que ahí en misa me iba a corretear. “Le tenía pánico”. Ya estudiando odontología, lo conocí y le platiqué el miedo tan espantoso que me profesaba y sólo se reía, pero ya estudiante me lamentaba el porqué no les explicó más a mis padres de los tratamientos diversos que se podían hacer para no tener pérdidas dentarias, o cómo reemplazar esos espacios que quedaban. Actualmente se les informa todas las variantes de tratamientos y cuidados de higiene en casa, ustedes podrán decidir.

Ahora los dentistas contamos con medios para evitar los dolores intensos y otras molestias. Pero si sientes que no puedes controlar el miedo, tal vez sería necesario que visitaras a un psicólogo especializado en el tratamiento de las fobias.

Por otra parte, hay dentistas que trabajan con técnicas de hipnosis y las utilizan mientras estás en el consultorio. Asimismo, hay dentistas que emplean cierto tipo de sedante para tranquilizar al paciente y poder realizar su trabajo correctamente. Inclusive existe la anestesia general para efectuar los tratamientos en las menos citas posibles.

Sin embargo, hay cosas que puedes hacer para tratar de calmar tus nervios. Por ejemplo, respira profundamente varias veces y trata de restaurar el ritmo normal de tu respiración. Convéncete de que lo que te van a hacer en el consultorio no pone tu vida en peligro. Cuando ya estés sentado en la silla de trabajo, tómate tu tiempo para analizar los instrumentos que el dentista empleará, y si no entiendes para qué sirven, pregúntale al asistente dental o al propio dentista. En cuanto al tratamiento a realizar, si tienes miedo, dile a tu dentista que te explique detenidamente, nadie entendemos el área si no es de nuestra competencia.

Hoy una jovencita sus primeras preguntas angustiantes eran: ¿me va a doler? Le empecé a explicar que quizás le colocaría anestesia, y se soltó llorando, no anestesia no, porque a mi abuelito le sacaron una muela y de todos modos le dolió mucho, con mucha calma le expliqué cada paso, le iba enseñando los instrumentos y con un espejo estuvo observando cómo se realizaba el tratamiento, hasta que se tranquilizó, adquirió confianza, y al finalizar me dijo no me dolió nada. Qué pasó: entró la confianza y se acabó el temor.

Cualquiera que sea la índole de tus temores, convéncete de que el miedo puede disiparse y que una visita al dentista cada seis meses puede prevenir males mayores que afecten la salud de tu cuerpo posteriormente.

Definitivamente, después de explicarles a los pacientes detenidamente el proceso del tratamiento, tratarlos con mucho cariño, cuando observan seguridad y calma dentro de nosotros, les llega la confianza y el miedo se acaba.

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