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Subsidios y etanol| Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La historia de la economía es un largo registro de políticas gubernamentales que fracasaron porque fueron diseñadas con un audaz desprecio de las leyes de la economía”.

Ludwig von Mises

Una y otra vez los subsidios han demostrado ser un medio ineficiente para promover causas, tanto buenas o malas. Pero los políticos y los burócratas siguen enamorados de estos torpes instrumentos de política económica que les permiten sentirse poderosos. No importa si son de izquierda o de derecha. Ahí está el caso de George W. Bush, el presidente estadounidense que se precia de su conservadurismo económico y social, pero con sus subsidios al etanol está generando una verdadera catástrofe internacional.

Bush no es precisamente un mandatario que se haya caracterizado por su preocupación por los temas ambientales. Su resistencia a ratificar el Protocolo de Kioto ha sido uno de los obstáculos más importantes para la lucha en contra del cambio climático generado en buena medida por las emisiones de contaminantes de la actividad humana. Pero con esta obsesión que durante tanto tiempo han tenido los gobernantes republicanos de los Estados Unidos de romper con la dependencia del petróleo importado, sin recurrir al mecanismo más sencillo de mercado que es un alza en el precio de la gasolina, quizá a través de un impuesto ecológico, el presidente Bush ha decidido gastar miles de millones de dólares en subsidios al etanol, un combustible producido a base de maíz que puede reemplazar a algunos aditivos de la gasolina o incluso a toda la gasolina si se cambia la tecnología que hoy se emplea en los motores.

En los Estados Unidos, el país más rico del mundo, el dinero no es obstáculo para ofrecer subsidios. En 2005 los subsidios federales tan sólo para el maíz sumaron 8,900 millones de dólares. El Gobierno otorga también otros apoyos, como descuentos fiscales de 51 por ciento a los productores finales de etanol. Muchos estados dan subsidios independientes a los del Gobierno Federal.

Esta avalancha multimillonaria de subsidios ha enriquecido a los ya prósperos granjeros de las grandes planicies del centro de los Estados Unidos, lo cual beneficia políticamente a un presidente republicano que busca fortalecer su respaldo electoral en una zona del país que se caracteriza por su apoyo al Partido Republicano. Los subsidios han ayudado también a unas cuantas grandes empresas, como la Archer Daniels Midland Company (ADM), el mayor productor de etanol en Estados Unidos, una firma con importantes conexiones políticas. Pero las consecuencias han sido desastrosas para las pobres.

Los subsidios gubernamentales han creado una demanda artificial de maíz. Hasta hace algunos años no había plantas de etanol en los Estados Unidos. A fines de 2006 había 110 en operación y 73 en construcción. El aumento de la productividad de maíz en la Unión Americana está subiendo sólo 2 por ciento al año, de manera que la consecuencia ha sido un alza muy importante en el precio del maíz. Ésta ha afectado fundamentalmente a los más pobres, especialmente en países como México que dependen del maíz como base de la alimentación popular.

En un artículo titulado “Cómo los biocombustibles podrían matar de hambre a los pobres”, publicado en el actual número de Foreign Affairs, C. Ford Runge y Benjamín Senauer afirman que la política de subsidios al etanol y a otros biocombustibles “seguramente exacerbará el hambre en el mundo” debido al aumento de precios en los granos básicos. “¿Y para qué? Para obtener beneficios ecológicos limitados en el mejor de los casos”.

De hecho, el aumento en los precios de los granos para producción de etanol y otros combustibles biológicos ha llevado a que se destruyan vastas áreas de selvas tropicales para aumentar la producción. La deforestación elimina los beneficios generados por una menor emisión de contaminantes de los biocombustibles.

El hecho de que el apoyo al etanol es más político que ecológico queda de manifiesto por la decisión de mantener los altos aranceles a la importación de etanol brasileño, el cual se produce con caña de azúcar. El petróleo, en cambio, sigue ingresando a la Unión Americana libre de todo arancel.

Una solución de mercado, como un alza en el precio de la gasolina, habría sido mucho más sensata y habría evitado los desequilibrios entre demanda y oferta que hemos visto en los últimos años. En lugar de eso el presidente Bush ha optado por impulsar el etanol a fuerza de enormes subsidios. Con ello ha emprendido un camino peligroso que afecta más a quienes menos tienen. Y lo peor de todo es que los subsidios como las drogas son muy difíciles de abandonar. Ya los productores de maíz y de etanol se han acostumbrado al dinero fácil del subsidio. Poco importa que los pobres paguen el costo a través de un precio exagerado de su alimento básico.

Y AHORA EL AEROPUERTO

Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, está solicitando que se le entregue la Administración del aeropuerto de la Ciudad de México. Sin duda le llaman la atención los enormes ingresos de este aeropuerto, el más rentable del país, que además no paga impuesto predial a la ciudad. Pero cuidado. A lo mejor lo que quiere Ebrard es tener un nuevo escenario para plantones y bloqueos. Después de todo, si la Policía capitalina tuviera el control del aeropuerto, no tardarían en llegar los activistas políticos a bloquear las pistas… y la Policía, en lugar de impedirles el acceso, seguramente haría cortes a la circulación de los aviones.

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