a los diputados y senadores les ha dado ?¿será sólo la preocupación de aparentar que algo hacen?? por aplicarse a legislar el monto de los salarios de los servidores públicos del orden federal, incluso aquellos que no están bajo su jurisdicción o competencia legal.
En adelante nadie deberá ganar más que el señor presidente de la República; afirman de modo tajante, pero no columbran que eso podrán acotarlo en el área del Poder Ejecutivo, del Legislativo y aún, quizá, quién sabe, del Judicial, que desde hace tiempo maneja ?ad líbitum? su bien nutrido fondo presupuestal, tal e igual como los hacen los integrantes del Congreso de la Unión y sus señores consejeros y consejeras ?¡oh manes del inefable señor Fox!? o asesoras y asesores, de modo que no sólo disponen de dinero para pagar bien a diputados y senadores, también cubren los emolumentos de quienes piensan por ellos, escriben discursos para ellos y cobran tanto o más como si fueran ellos.
Otros consejeros y consejeras son los institucionales de los múltiples organismos ciudadanos que ha inventado la modernidad tecnocrática para dar atole con el dedo a la ciudadanía: unos son quienes cuidan y descuidan los derechos humanos; otros quienes organizan, vigilan y determinan los resultados de las elecciones; algunos más que en el campo jurisdiccional califican y dictaminan los comicios; algortos que satisfacen la curiosidad, a veces legítima o a veces morbosa, de los ciudadanos ante la posibilidad de sus manoseos presupuestales y manejos varios que no están para delante de la gente: todo multiplicado por 32, pues cada entidad federativa repite los esquemas del Gobierno Federal, sólo que con cargo al presupuesto estatal correspondiente.
Y los sueldos, señores y señoras de quienes han desmesurado el tamaño de sus ojos ante las sumas del gasto público, no son cualquier baba de perico; hay quienes, en nivel vario e inferior al presidencial, ganan sueldazos dignos de Carlos Slim o del propio William Gates, lo que hace sentir mal y acomplejado al Jefe de Poder Ejecutivo del H. Gobierno de la República Mexicana. Mas para eso está el ?barberismo? de los legisladores que emparenta con la barbarie cívica, se apresura a estallar como camarazo de feria: ?¿Cómo va a ser posible que un simple diputado local en Coahuila, que funge como líder de la Legislatura, pueda ganar más que el gobernador Moreira, sino más que el mismo señor presidente de la República?.. ¡Santiago o muerte! ¡A reformar las leyes y a poner límite a la ambición, hasta ahora desmedida, de los múltiples abusivos detentadores del presupuesto nacional!.. Sobrada razón tuvo el propio diputado Del Bosque para declarar cuando supo la generalización del acotamiento salarial: ?Aquí somos un estado libre y soberano, nada tiene que hacer en nuestras leyes locales el Congreso federal?.
Claro que los diputados federales y los senadores disimulan hablar de sus propios y gordos emolumentos, gastos de representación, viáticos de viaje, recibitos extra por equis o zeta, bonos trimestrales, bonos semestrales, automóviles, comidas dentro y fuera del Congreso y todos los etcéteras que se le ocurran al aguzado ingenio del lector.
?No se equivoque, señor, que la envidia no le ciegue? dijo mi secretaria y agregó: ?a la mejor los líderes de las cámaras han sido incentivados por el buen ejemplo de don Carlos Slim, el exitoso empresario mexicano que el año pasado pudo ganar con el sudor de su frente algo así como 19 mil millones de dólares. Usted deje que los políticos hagan su luchita? Usted conténtese con lo que gana y si quiere más ingresos, trabaje más, ya no le haga al loquito. Y a propósito; ¿Ya se le declaró a Lolita la del SAT? ?