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Sueños y cuentas imposibles...

Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Con tal de justificar su chamba, los funcionarios son capaces de inventar cosas grandes y maravillosas, sueños solamente concretables en las dependencias burocráticas, donde están, urde que te urde novísimas ideas de inconmensurable valor social, pero cuyo costo material y tiempo de realización ha de convertirlos en sueños imposibles, y sin embargo útiles para responder cuestionamientos periodísticos impertinentes.

Traer a la Región Lagunera de Coahuila el agua de la presa Lázaro Cárdenas, antes El Palmito, fue una ilusión fraguada en medio de los azares de la sequía que castigó a la Región Lagunera en tiempos pasados, allá por los años 50 de la centuria XX. Y más aún, hubo quien propusiera el trasvase del mismísimo Río San Lorenzo a través de la Sierra Madre Occidental hasta la Región Lagunera de Durango y Coahuila, perforando el macizo cuerpo montañoso que nos separa de la costa del Pacífico.

Los periódicos locales, y aún los de la capital de la República, se ocuparon entonces de este plan, que fue cuidadosamente desmenuzado por cafetólogos y conocedores en un combate floral de opiniones en pro y contra hasta qué, finalmente fue desalentado por los funcionarios del centralismo oficial a través de una simple conclusión: “¿Y con qué ojos, divina tuerta?” frase ruda pero sensata que clavó en tierra firme aquellos sueños de soñadores, quienes insistían en que ya se vería cómo convertir la presa dedicada al general Cárdenas en factible solución para el secano que asolaba los campos algodoneros. Con tal nombre, ¡claro que sería viable!...

El joven director del Consejo Estatal de Agua y Saneamiento del Estado de Coahuila (a quien en adelante citaremos como señor director) anhela resucitar este antiguo proyecto para trasplantarlo a la actualidad con la mismísima fe con que Jesucristo ordenó a aquel otro Lázaro de mayor edad, al que devolvió la vida una simple frase: “Lázaro, levántate y anda”. A tal grado que nuestro señor director ordenó el gasto de diez millones de pesos en un proyecto ejecutivo qué, sin duda, podrá concluirse pronto, ya que poner en cartulinas una idea no deja de ser facilísimo. Sin embargo, construir lo proyectado tendrá que ser obra de mucha ciencia, de muchos dineros y de muchos años, de bíblica paciencia y de tesonera persistencia, más tantas otras virtudes crematísticas, humanas y divinas, que preferiríamos, si nos fuese dable, clonar algunos pedazos de hueso y piel de Moisés, el gran líder israelí, para que obtenidos sus flamantes clones vengan y golpeen con un mazo algunas rocas de la Sierra Madre Occidental para hacer el prodigio de que brote el agua, se abra la tierra en acequias impermeables y sea conducida a la Comarca Lagunera. Y aún a Monclova y Saltillo.

Esto nos trae a la memoria la leyenda, otro cuento, el del gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, quien conquistó el reino de Nápoles para los Reyes Católicos y requerido que fue por estos para que diera cuenta y cambio de los gastos de guerra realizados, puso ante los azorados ojos de sus Majestades las partidas siguientes: “Doscientos mil ducados en frailes, monjas y pobres por rogar ante Dios por la prosperidad de las armas españolas; cien millones en palas, picos y azadones para enterrar a los muertos del adversario; cien mil ducados en guantes bañados con perfume para preservar a las tropas del mal humor de los cadáveres enemigos; cien mil ducados en poner y reponer campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días en loor del Rey ante nuevas victorias sobre el enemigo y cien millones más por mi paciencia al escuchar ayer que éste mismo soberano solicitaba cuentas precisas a quien le había regalado un Reino. Y digo que entonces puse seiscientos mil ducados más de mi mano a las suyas”. Chistó entonces el Rey y ordenó que no se hablase más del asunto, aprobando lo hecho y determinando concentrar al tal don Gonzalo en España....De ahí que a las muy relaciones largas de gastos públicos se les haya quedado el título de “las cuentas del gran capitán”.

No hay duda de que los hombres sabios y preparados son capaces de construir obras grandes y maravillosas; así lo han hecho en naciones muy desarrolladas y solventes a lo largo de la historia. También pudieron nuestros antepasados indígenas en tiempos precolombinos, a tal grado de que sus adelantos en materia de construcción de cultura y de ciencia fueron motivo de admiración para la soldadesca ibérica que vino a conquistarlos; pero aún así fueron vencidos, dominados y colonizados. Mas ahora no estamos en aquellos tiempos, ni somos nosotros quienes podamos emprender obras de romanos, de chinos, de egipcios o de mayas. Con la tasa de ingreso por cabeza que no crece, con la mínima capitalización de recursos monetarios que enfrentamos y con los troncos huecos y atravesados de nuestros políticos de izquierda, derecha y centro que sufrimos ¿podremos hacer concretos y funcionales los sueños del señor director de Agua de Coahuila?... ¿Mostraríamos como evidencia de nuestra capacidad de ingeniería civil y rendición de cuentas al Distribuidor Vial Revolución de la ciudad de Torreón?

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