Dos cuerpos más fueron encontrados ayer en la zona de desastre en la comunidad Juan de Grijalva con lo que suman seis las personas muertas en el derrumbe ocurrido el domingo pasado. (El Universal)
La cifra de muertos en Chiapas, tras el desgajamiento de un cerro en Juan de Grijalva, llegó a ocho, aunque se teme que aumente, ya que la búsqueda continúa.
Las víctimas fueron identificadas por Protección Civil como Lorenzo López Herrera, de 75 años de edad y Rodeli Ruiz Ramírez, de 19 años, recuperados por la mañana; así como Crispín Hernández Castro, de 40 años y Genaro Sánchez Ramírez, de 70 años, localizados al atardecer.
El miércoles pasado, las autoridades estatales informaron que las otras cuatro víctimas fueron identificadas como Porfirio Díaz Bouchot, Corita Bouchot Martínez, Guadalupe Juárez Bouchot y María Rosa Bouchot Rosales.
En del área de desastre, personal de Marina, buzos y expertos de Protección Civil continúan el operativo de búsqueda de más personas reportadas como desaparecidas.
En conferencia de prensa, el secretario de Salud, José Ángel Córdova, añadió que aún hay más de 17 personas desaparecidas.
“En el caso de Chiapas, desgraciadamente con la macro-ola se han registrado seis muertos y más de 17 desaparecidos”.
El titular de Salud expresó que alrededor de cien familias que vivían a orillas del río Grijalva, ya fueron trasladadas a alguno de los albergues.
En diversas zonas de Chiapas, explicó, fueron habilitados siete albergues, todos con servicios médicos, por lo que no ha habido algún brote epidemiológico.
Incluso, dijo, que de ser necesario podrían ser desplazados a Tabasco.
Trasladan cuerpos a Ostuacán
El gobernador de Chiapas, Jaime Sabines, confirmó el hallazgo de los cuerpos más en la zona de desastre de Juan de Grijalva y precisó que, oficialmente, continúan desaparecidas 17 personas identificadas, cuya búsqueda continúa.
Los dos cuerpos llegaron ayer a la cabecera municipal de Ostuacán a bordo de un helicóptero. Las autoridades prevén entregarlos a sus familiares para que sean sepultados en el panteón municipal, el cual es custodiado por elementos de la Policía del Estado.
El mandatario estatal comentó también que continúa la evacuación de cinco poblados, tres del Municipio de Ostuacán y dos de Tecpatán, ubicados a la orilla del río Grijalva, entre las presas Peñitas y Malpaso.
Sabines explicó que se trata de una medida preventiva porque esas comunidades podrían resultar afectadas por el incremento en los niveles del afluente, cuando las presas sean reabiertas. El gobernador mencionó que ya iniciaron los trabajos para retirar el tapón de tierra y piedras que dejó el derrumbe sobre el cauce del río Grijalva.
Se calcula, precisó, que los trabajos tardarán alrededor de cuatro semanas, durante las cuales permanecerán cerradas las presas.
La crecida arrasa los sueños de progreso
El olor penetrante de la carne quemada de reses y gallinas, inunda el ambiente. Los lugareños se deshacen de esta manera de sus animales muertos al ser arrastrados por los torrentes y las inundaciones que dejaron las lluvias del Frente Frío Número 4, que durante cinco días golpeó la región.
En Las Camelias, más de la mitad del territorio se encuentra bajo las aguas. Otros 22 poblados aledaños corren la misma suerte. Las inundaciones, los deslaves de cerros y los derrumbes no permiten la comunicación con el resto de Berriozábal, municipio del Centro de Chiapas.
Las Camelias se extiende sobre un inmenso valle, rodeado de macizos montañosos, donde las familias se dedican a la agricultura, el cultivo de piña y café, así como a la ganadería de baja escala y la cría de aves de corral.
Sin embargo, desde hace ocho días la planicie está convertida en una gigantesca laguna de unos 15 kilómetros, que en sus tramos más profundos sobrepasa los 20 metros de profundidad. Al panorama de la desolación de tanta agua acumulada se une la zozobra de las familias damnificadas. La inundación aprisiona y carcome el patrimonio de los campesinos, pero también resquebraja los sueños de progreso de hombres y mujeres de la zona.
José Antonio Castellanos observa cabizbajo desde las márgenes de las embravecidas aguas lo que quedó de su casa. El techo de zinc y los cables del tendido de energía eléctrica, que asoman sobre la superficie, señalan lo que alguna vez fue su vivienda, habitada por su esposa Hortensia y sus tres hijos.
El campesino informa que está “rematando” lo que quedó de su pequeño rancho. Una enorme hoguera consume los restos de tres vacas.
“Esto es lo único que quedaba como señal de que alguna vez tuve algo mío, hoy le prendo fuego para evitar enfermedades y epidemias”, admite con un hilo de voz.
A un lado suyo, un hato de gallinas ahogadas espera turno para ser devorado por el fuego que arde sobre una hornilla de rocas.