“Agua de mis imágenes, tan muerta”.
Carlos Pellicer
Apenas el pasado 30 de julio publiqué un artículo, “Agua de Tabasco”, en el que reflexionaba sobre la importancia del agua para este estado, el cual concentra el 35 por ciento del agua en nuestro país. Mi preocupación en ese entonces era el vertido de residuos a los ríos que cruzan todo el territorio tabasqueño y que ha convertido sus cauces en basureros. Los ríos forman las arterias y las venas que le dan vida a Tabasco, pero son también un peligro que cada determinado tiempo se revierte contra la población. Eso lo vemos hoy en las inundaciones que están ahogando al estado.
No es inusitado que Tabasco se inunde. De hecho, los tabasqueños muchas veces se enorgullecen de su capacidad para vivir junto al agua. Todos ellos tienen alguna anécdota de una inundación u otra. Muchos me han contado historias en particular sobre las inundaciones de 1999.
Pero nadie en Tabasco recuerda un desastre como el de este 2007. El propio gobernador Andrés Granier ha equiparado la situación a la que resintió Nueva Orleáns tras el huracán Katrina de 2005. Fuentes gubernamentales afirman que el 80 por ciento del estado está inundado. Hasta ayer, 700 mil personas habían sido desalojadas de sus hogares, esto de una población total de 2 millones de personas.
Lo curioso del caso es que la queja de los tabasqueños a mediados de este 2007 era la sequía. Si bien hubo inundaciones importantes en enero, para marzo se había impuesto una aguda sequía. En enero se registraron tres frentes fríos que produjeron, según Gilberto Segovia, vocero de la gerencia estatal de Conagua, las lluvias más intensas en 50 años. En enero cayeron 309 milímetros de lluvia contra un promedio histórico de 151. En junio, en contraste, se registraron lluvias por 76 milímetros cuando se esperaba un monto de 269 milímetros. La gran preocupación entonces era que los ríos se encontraban a niveles históricamente bajos. Hoy los ríos se han desbordando de una forma que habría parecido impensable hace apenas cuatro meses.
Claramente algo está pasando. No podemos cerrar los ojos ante una situación tan cambiante. Hay muchas indicaciones de que el clima está cambiando. Tabasco, una zona baja siempre sujeta a inundaciones, parece estarnos dando una comprobación contundente de las consecuencias de este cambio climático. El clima tiene por naturaleza fluctuaciones, pero es cuando menos improbable que se registren variaciones tan dramáticas en la precipitación de una región como las que ha habido en Tabasco, a menos de que algo fundamental esté cambiando.
Y, efectivamente, los científicos nos dicen que la Tierra se está calentando. Este hecho no está ya sujeto a debate entre los especialistas. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático advierte que la temperatura del aire cerca de la Tierra ha subido aproximadamente 0.74 grados Celsius en los últimos 100 años y la tendencia continúa. La temperatura de los océanos también está subiendo. Como consecuencia de estos fenómenos se están descongelando los casquetes polares, se está elevando el nivel de los océanos y están aumentando la frecuencia e intensidad de los huracanes. Las zonas bajas del mundo, como Bangladesh y Tabasco, son y serán las más afectadas.
Los científicos de todo el mundo están mostrando ya una gran preocupación sobre lo que está ocurriendo. En México, Mario Molina, ganador del Premio Nobel de Química, ha sido una de las voces más claras en este sentido. Pero los gobiernos en general han logrado hacer poco o nada para revertir la tendencia, mientras que las consecuencias empiezan a afectar de manera creciente a quienes viven en este planeta.
Los tabasqueños siempre han vivido junto al agua y han encontrado la manera de convivir con ella. Pero hoy las cosas están cambiando. Pretender contener los cauces de los ríos con presas y con bordos será cada vez más difícil. Si cada año se rompen los récords históricos de sequías y de lluvias, será imposible mantener la convivencia del pasado.
Ya no son las grandes obras de ingeniería las que preservarán a las poblaciones de inundaciones. Así como Nueva Orleáns, una ciudad construida por debajo del nivel del mar, ya no puede ser protegida por sus diques, así tampoco podrán los tabasqueños ganar terreno a sus grandes ríos.
Necesitamos sistemas naturales para aprender a convivir con el agua. Si no podemos contenerla o derrotarla, como han tratado de hacer los ingenieros durante generaciones, hoy debemos encauzarla, dejar correr sus torrentes, reubicar los asentamientos humanos a zonas protegidas, aprender a almacenarla y entender los cambios que el calentamiento global está trayendo consigo.
COMISIONES
Pemex ha decidido crear tres comisiones para investigar la tragedia de la sonda de Campeche en la que 22 trabajadores petroleros murieron. A esto hay que añadir la averiguación previa de la PGR y una que pretende hacer la Comisión de Derechos Humanos. Estoy seguro que el Congreso no resistirá mucho tiempo la tentación de establecer su comisión investigadora. La creación de comisiones siempre ha sido siempre una manera favorita de nuestros políticos evadir responsabilidades. Esperemos que hoy no ocurra lo mismo con esta proliferación de comisiones e investigaciones que estamos viendo.
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