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Tabasco y el Agua| Relatos de andar y ver

Ernesto Ramos Cobo

Con el pensamiento en Tabasco desespero ante lo que ahora viven: pobreza machacada por la naturaleza y el sufrimiento a flor de piel. Vemos el llanto de los niños que bajan del tejado a las lanchas, o escenas de ancianas, de piernas heridas, esperando tumbadas a que llegue el rescate. Terriblemente injusto y terriblemente doloroso. La pobreza golpeada en su centro. La región herida e inundada: curva de nuestro golfo, receptáculo de agua, cuna también de nuestra historia. Fue de esos llanos pantanosos, de ese verdor infinito, de donde salió Carlos Pellicer a cantar por el mundo.

Sin dramatizar, con la fría conciencia de lo que está ocurriendo, pongo aquí las palabras de Pellicer en estas horas de solidaridad: “La patria necesita de aquellos hombres que le hagan ver la tarde sin tristeza. Hay tanto y lo que hay es para pocos. Se olvida que la patria es para todos. Si el genio y la belleza entre nosotros fue tanto y natural, que el recuerdo del hombre de otros días nos comprometa para ser mejores. La patria debe ser nuestra alegría y no nuestra vergüenza por culpa de nosotros. Es difícil ser buenos. Hay que ser héroes de nosotros mismos”.

El llamado del presidente el pasado jueves ha sido puntual y ha sido a tiempo. No le podrán tachar los retrasos de Bush en Nueva Orleáns, o ese inmovilismo de De la Madrid ante los sismos, que le costó los recurrentes chiflidos del estadio Azteca. La reacción del Gobierno ante esta tragedia –al menos desde las percepciones, desde las imágenes difundidas— ha sido inmediata, enérgica y seguramente acrecentará su imagen de mando ejecutivo y firme. Confiemos en que nuestras autoridades sabrán coordinarse en las distintas esferas de Gobierno y que sabrán atender la situación con honestidad y eficiencia; confiemos en que los colores partidistas se harán a un lado y que todo esto no termine siendo un botín político; confiemos en que el llamado del presidente sea escuchado y que la solidaridad mexicana destine múltiples ayudas a esa región tan entrañable.

Sin embargo, quisiera detenerme allí, escuchar las palabras de Pellicer, e intentar que la tragedia nos limpie el pecho y nos enseñe el camino para hacer la patria. Dejémoslo bien claro: sus palabras no son la perorata barata de predicador dominicano en alguno de esos canales perdidos; ni alguna frase suelta de un libro de autoayuda del Sanborn’s: “Hay que ser héroes de nosotros mismos”, son las palabras que buscan la esencia, la diaria responsabilidad individual, la justicia, la igualdad en nuestro México. El párrafo, leído con calma, desglosa actitud solidaria, participación social, esfuerzo máximo; conductas que a mi considerar debemos de adoptar como forma de vida recurrente para un México más justo. No sólo responder ante la tragedia.

Pellicer amaba su estado natal. Su vida es fascinante y su poesía es el canto de la selva de un Tabasco inaccesible, de sus montañas, el agua desbordándose desde las cañadas majestuosas, bañándolo todo, hasta abrazar, en un suspiro de vida, nuestro Golfo de México. De él es el canto:

Tabasco en sangre madura / y en mí su poder sangró.

Agua y tierra el Sol se jura ;/ y en nubarrón de espesura

la joven tierra surgió.

Tiempo de Tabasco; en hondo / suspiro te gozo así.

Contigo, cerca de mí / tiempo de morir escondo.

Arde en Tabasco la vida / de tal suerte, que la muerte

vive por morir hendida, / de un gran hachazo de vida

que da sin querer la muerte.

Agua de Tabasco vengo / y agua de Tabasco voy.

De agua hermosa es mi abolengo; / y es por eso que aquí estoy

dichoso con lo que tengo.

ramoscobo@hotmail.com

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