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Tiempo, señores, tiempo...| Hora cero

Roberto Orozco Melo

Los actores de la vida pública olvidan con frecuencia que todo acto o decisión del Gobierno trasciende al colectivo social y pega, bien o mal, en el sensible ánimo de los ciudadanos.

Quizá haya sido falta de reflexión y consejo lo que impulsó al presidente municipal de Torreón a presentar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación una controversia judicial contra el Gobierno de Coahuila, alegando supuestas lesiones al marco de facultades municipales de Torreón mediante la creación de una subsecretaría regional de obras públicas qué, según resiente el alcalde, disfraza una seria competencia electoral para el PAN, a dos años y medio de que tengan lugar los siguientes comicios municipales.

Como suele suceder en los recursos constitucionales de queja, la Suprema Corte concedió la suspensión del acto reclamado; en el caso, se afectaron las obras que el Gobierno Estatal tenía en proceso en la ciudad de Torreón. Para reanudarlas el gobernador del Estado debe obtener, trámite sine qua non, una expresa autorización del Ayuntamiento. El “engarróteseme ái” aparece como un contra-homenaje a la ciudad en su centenario.

El alcalde debe reflexionar ahora —a posteriori, ya que no lo hizo a priori— en que Torreón está próximo a celebrar la fecha decreto que le dio la categoría de ciudad que ostenta, pero los sitios donde se encuentran las obras suspendidas por la SCJN harán que la Perla de La Laguna se celebre en un escenario de guerra, como si recién la hubiesen bombardeado. Al transitar por donde están las obras suspendidas todos vamos a contemplar un triste espectáculo: montones de escombro, calles sin continuidad, trabajos inconclusos y ruinas lamentables.

En todo litigio judicial, bien lo sabemos, las resoluciones incidentales y los fallos definitivos se pueden demorar a gusto de los litigantes o del juzgador. En el caso de la citada controversia podrían pasar meses y años antes de conocer la sentencia y cuando finalmente sobrevenga puede que todavía subsista otro posible recurso para que se prolongue. Lo malo es que las dimensiones de las obras y la reticencia de la autoridad municipal no dejan espacio para la espera. La sociedad tampoco. El tiempo se come los días y las semanas; transcurrirá agosto entre dimes y diretes de una y otra parte hasta que lleguen septiembre y su día quince, fecha para un doble festejo, pues coinciden en ella el Grito de Independencia y la promulgación del decreto del Congreso del Estado por el gobernador Miguel Cárdenas. Los torreonenses podrían conmemorar las dos efemérides entre ruinas: las del descuido, de la incuria y de la política perversa...

Así Torreón no podrá estar totalmente contento durante el centenario, como lo estuvo en 1907, año de la declaratoria; igual no lo contemplaremos como la espléndida metrópoli regional que fue siempre en materia de limpieza, en alumbrado público, en el cuidado de las calles y avenidas, en la modernización de las vialidades, en la eficiencia de los servicios públicos, en el orden social y sobre todo en la enorme capacidad de impulso colectivo que unifica y anima a los torreonenses cuando se trata del progreso de su ciudad.

La bala perdida que metafóricamente disparó el presidente municipal contra el Gobierno de Coahuila apenas polveó en los zapatos del gobernador, pero ha impactado indudable y directamente en el corazón de la centenaria ciudad de Torreón, así como en los corazones de sus habitantes. Esta admirada, querida y por muchas razones entrañable comunidad, no merece sufrir las consecuencias de las disensiones políticas, ni la irreflexión e incapacidad de diálogo del señor alcalde.

Hoy más que nunca es pertinente la sensata intervención de un adecuado liderazgo ciudadano. En esta comunidad existen muchos respetados íconos civiles con autoridad moral para que toda divergencia se elimine y no sufra mengua el cariño por la comunidad. Torreón debe celebrar su centenario en armonía social, con fundado júbilo y sostenida esperanza en el porvenir. En esta columna pedimos un esfuerzo extra por Torreón a quienes han hecho de Torreón la ciudad de los grandes esfuerzos.

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