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TINTERO ECONÓMICO | ¿Qué sucede con el ahorro en México?

Alejandro Villagómez

El ahorro es una variable que juega un papel crucial en nuestro proceso de crecimiento. Sin embargo, a pesar del impulso que se le dio en la década de los 90, poco se ha logrado para aumentar los niveles de ahorro privado en nuestro país.

Durante la década de los años 90, cuando nuestra economía parecía regresar a la senda del crecimiento sostenido después de transitar por casi una década de nulo crecimiento, uno de los pilares de la estrategia gubernamental para alcanzar dicho objetivo fue el de lograr que nuestro ahorro nacional, y en particular el ahorro privado, alcanzara altas tasas como proporción del PIB y, de esta forma, garantizar los recursos necesarios para financiar la inversión.

De hecho no era una idea novedosa. Existe una amplia literatura teórica que muestra cómo el ahorro juega un papel crucial en el proceso de crecimiento económico de un país, e independientemente del debate existente sobre la causalidad entre el ahorro, la inversión y el crecimiento, también existe una amplia evidencia empírica que muestra cómo diversos países en el mundo lograron entrar en un círculo virtuoso de altas tasas de ahorro interno, inversión y crecimiento.

Los casos más destacados fueron los de los países del sudeste asiático o tigres asiáticos, hasta antes de la crisis de 1998. En América Latina, el ejemplo ampliamente mencionado ha sido el de Chile, cuya economía mantuvo tasas de crecimiento de alrededor de 7% anual acompañadas con tasas de ahorro privado cercanas a 30% del PIB.

Incluso, la historia económica de nuestro país ofrece también ejemplos similares; el más representativo es el del periodo del Desarrollo Estabilizador, durante la década de los años 60, cuando el ahorro privado tuvo un papel importante en la explicación del crecimiento alto y sostenido observado durante esos años, tal como lo citó don Antonio Ortiz Mena en un memorable discurso a finales de ese periodo.

Es por eso que durante la década de los años 90, tratando de emular esas experiencias, nuestras autoridades colocaron el ahorro privado como una variable clave en su estrategia de desarrollo, tal como quedó plasmada en el Plan Nacional de Desarrollo de las administraciones de los presidentes Salinas y Zedillo.

De hecho, el mayor énfasis se observa durante la administración zedillista, explicado en gran parte por la crisis de 1995, cuando el alto nivel de ahorro externo necesario para complementar nuestro bajo ahorro privado tuvo un papel importante en la inestabilidad observada, ya que por su propia naturaleza se constituyó en “fuga de capitales”, lo cual acentuó el problema de nuestro peso.

Durante el gobierno del presidente Fox disminuyó el énfasis en el ahorro privado, pero mantuvo su papel en la estrategia de desarrollo de su plan sexenal. Sin embargo, después de todos estos esfuerzos, nos encontramos en 2007 con el hecho de que nuestro ahorro privado simplemente no logra alcanzar los niveles deseados y necesarios para sustentar altas tasas de inversión y mayor crecimiento de nuestra economía.

En promedio, durante lo que va de este siglo nuevo, el ahorro privado no ha superado una tasa de 20% del PIB, cuando estamos ante la referencia de que economías como la chilena y las asiáticas (incluido China) han requerido o mantenido tasas de ahorro superiores a 30% del PIB.

Por cierto, estas tasas observadas en México son similares a las registradas en la década de los 80 (si corregimos los datos por los efectos inflacionarios en las deudas y por las fugas de capitales). Simplemente, estos parecen ser nuestros niveles históricos, en promedio durante las últimas tres décadas.

En estas circunstancias, no queda claro cuáles serán las acciones de la nueva administración para romper este círculo vicioso y lograr una mayor promoción del ahorro privado. Por cierto, las reformas a los sistemas de pensiones que dan paso a sistemas de capitalización y de cuentas individuales no necesariamente significan una mayor promoción y garantía de un mayor ahorro privado.

Hay que recordar que este ahorro para el retiro es obligatorio y perfectamente podría estar sólo sustituyendo el ahorro privado voluntario, sin modificar el ahorro total, aunque esto no quiere decir que no exista capacidad potencial para sí lograrlo, pero eso está aún por verse.

Por otro lado, el hecho de que como consecuencia de estos recursos de pensiones existan mayores recursos en nuestro sistema financiero, no quiere decir que exista mayor ahorro en el país.

Es importante distinguir entre el ahorro de los individuos, que estrictamente es el ingreso actual que deciden no utilizar o consumir y que lo transfieren al futuro para consumirlo posteriormente, del ahorro financiero, que es sólo una forma en la que los individuos pueden guardar ese ingreso no consumido en el presente, pero no la única. Es decir, alguien decidirá guardar parte de sus ahorros en un banco, pero otra parte podrá guardarla en forma de un bien durable (casa, terreno, etc) o incluso abajo del colchón.

Lo que sí hace el sistema de pensiones es garantizar un creciente volumen de recursos que son destinados al sistema financiero para ser intermediados, lo cual es positivo. Pero nuestra preocupación central es cómo lograremos que los mexicanos ahorren más y podamos entrar al círculo virtuoso de alto ahorro, alta inversión, alto crecimiento. Este es nuestro dilema y habrá que ver cómo lo enfrenta la nueva administración.

Profesor Investigador del CIDE

alejandro villagomez@cide,edu

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