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Titanic

Genaro Lozano

Gerardo Lozano

Siguen ensimismados, escuchando la música del cuarteto en cubierta y bailando en la proa. Cuando zarparon, el océano estaba muy inquieto, pero su gigantesco barco parecía incapaz de hundirse. El iceberg está enfrente de ellos, pero no reaccionan.

El Partido Republicano se ha convertido en un verdadero Titanic. Hace apenas 11 años lograron lo impensable al romper el dominio demócrata de décadas del Congreso. Desde entonces empezaron a sacar a la “mayoría silenciosa” de conservadores estadounidenses a las calles, los activaron políticamente, movieron el péndulo de los valores hacia la derecha y coronaron sus estrategias políticas con el ascenso de George W. Bush a la Presidencia, en enero de 2001.

En un éxito gradual, los republicanos enterraron la era de Bill Clinton, lo mismo con retrocesos en la política social, que en un agresivo viraje en la política exterior de Estados Unidos. Como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre, realizaron la mayor reforma de la Administración federal en décadas. Consiguieron la reelección de su presidente, en 2004, e inhabilitaron al Partido Demócrata con el discurso del miedo. Tuvieron en Karl Rove al mejor estratega electoral en años. Sellaron su dominio en la Corte Suprema de Justicia, con nombramientos de jueces conservadores. Dictaron la moral del pueblo estadounidense. Sedujeron a amplios sectores de votantes hispanos y afroamericanos. En resumen, los republicanos saboreaban la victoria y parecían destinados a consolidar su dominio de la política.

Sin embargo, el panorama para 2008 es totalmente distinto. Los precandidatos republicanos a la Presidencia están desesperados. No logran conectar con el electorado. John McCain está al borde de declararse en bancarrota ante la incapacidad de recaudar fondos para su campaña. Por su lado, Rudy Giuliani no ha cumplido con las expectativas que se generaron en torno a su precandidatura y sus índices de aprobación empiezan a hundirse.

Tantos años de trabajo y parecen estar a punto de echarlos por la borda, porque tampoco están haciendo mucho por ayudarse. Por un lado, el presidente Bush conmuta la sentencia de un cercano colaborador que violó la ley, ignorando las encuestas que ubican su popularidad presidencial en un mínimo histórico. Situación similar enfrentan los congresistas republicanos, quienes también desatienden los reclamos de regresar a las tropas estadounidenses de Irak y por el contrario, proponen enviar más soldados y no comprometerse con una fecha para su regreso.

Aunado a lo anterior, figuras cercanas al Partido Republicano están ayudando a su hundimiento. Ann Coulter, la comentarista más políticamente incorrecta de Estados Unidos, torpedea a los republicanos cada vez que ataca en FoxNews a los demócratas. Porque al desear la muerte en un atentado terrorista de un precandidato demócrata en tele, Coulter ayuda a subir el rating de su televisora, pero también a cavar la tumba del partido de su preferencia. El desaparecido reverendo Jerry Falwell y su legado de televisión evangélica, en la que se niega la teoría evolucionista y se defiende el creacionismo, rechazando “teorías absurdas” como el calentamiento global, seduciendo al Partido Republicano y llevándolo al rincón del fundamentalismo religioso.

Por primera vez en diez años, la maquinaria republicana no logra despertar. Los demócratas tienen los bolsillos llenos de millones de dólares y este mes, por primera vez en toda la contienda, Hillary Clinton ha rebasado a Giuliani en la encuesta de preferencia electoral para 2008 de Gallup. El Titanic republicano está a la deriva. No hay un S.O.S. o y si lo hubiese no se ve quién acudiría al rescate.

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