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Torreón, Centenario de contrastes| Periférico

Arturo González González

La fiesta está justificada: Torreón cumple 100 años como ciudad. El 15 de septiembre de 1907, la villa fue elevada oficialmente a la categoría que hoy conserva y celebra. Fecha más importante es quizá la de su fundación, el 25 de septiembre de 1893, pero las autoridades y un sector de la sociedad han escogido aquélla para celebrar a una ciudad que en tan sólo un siglo se ha convertido en una de las más importantes del norte de México.

Pero la alegría de los festejos no debe hacernos olvidar que la llamada Perla de La Laguna es una ciudad de grandes contrastes, en la que día a día afloran contradicciones y preocupaciones producto de viejos problemas que no se resuelven y nuevos que empiezan a manifestarse.

Sin duda, uno de los asuntos centrales es la enorme desigualdad económica, misma que ha estado presente desde el nacimiento de la ciudad y que es común a todas las urbes de nuestro país y del mundo subdesarrollado, pero que no por eso debe asumirse como una situación normal e insuperable. En Torreón “convive” la opulencia de una minoría con la miseria de la mayoría; en medio de las dos, un amplio sector de la población mantiene un nivel de vida elementalmente confortable a base de mucho esfuerzo y no sin serios apuros. Colonias como Campestre La Rosita, El Fresno, Azulejos y Torreón Jardín, que cuentan con todos los servicios y la seguridad para grandes y hermosas residencias, contrastan con barrios y ejidos como Zaragoza Sur, Mayrán, Ana y Las Dalias, que albergan jacales y pequeñas casas en las que muchas veces no hay agua, drenaje ni electricidad y donde la inseguridad es parte de la vida cotidiana.

Un caso emblemático de la desigualdad que existe en Torreón es la disparidad en cuanto a desarrollo que hay entre la parte norte del municipio, donde se ubica la mancha urbana y la sur, que abarca la región de Jimulco. Esta zona fue “ignorada” por los gobiernos municipales durante décadas, pese a su riqueza natural e histórica. Con la reciente formación de la Reserva Ecológica Municipal de la Sierra y Cañón de Jimulco se dio un primer paso para el rescate de este sector.

La falta de planeación urbana es otro añejo problema que apenas en la última década se está intentando resolver con la creación del Plan Director de Desarrollo Urbano. El núcleo original, el Centro Histórico y sus alrededores, está prácticamente encajonado en el extremo poniente sin posibilidad de crecimiento por las barreras naturales del lecho seco del río Nazas y la sierra de las Noas. Todo el desarrollo de Torreón se ha dado hacia el Oriente en una forma desordenada. Enormes complejos industriales —Met-Mex Peñoles, Lajat, Las Américas— rodeados de colonias y amplias y modernas vialidades en las que únicamente los vehículos automotores parecen tener cabida en perjuicio del peatón o el ciclista, son sólo una muestra de ello.

Además, por el traslado del dinamismo hacia el Este de la ciudad, el primer cuadro y las colonias aledañas han quedado al margen de la modernización. Antiguos barrios como la Polvorera, la Vencedora, Antigua Aceitera, San Joaquín, la Durangueña y Cerro de la Cruz, están hoy abandonados por las autoridades y tomados por la economía informal y la delincuencia. Los proyectos de “rescate” del Centro Histórico y del Torreón Viejo propuestos por las distintas administraciones han quedado hasta ahora sólo en eso y el sector en donde nació esta ciudad continúa, como desde hace años, por la vía del deterioro.

Uno de los problemas “nuevos” de la ciudad y de la región en la que se encuentra, es el del medio ambiente, que se muestra en dos fenómenos fundamentalmente: por una parte, el agotamiento de los ya de por sí escasos recursos naturales, sobre todo el agua y por la otra, la contaminación. El descontrolado crecimiento que tuvo Torreón y su área conurbana en el siglo XX, la preeminencia del poder económico en la utilización del recurso hídrico y la falta de regulación en las emisiones de contaminantes, han motivado serios cuestionamientos sobre la viabilidad de La Laguna como zona habitable en un futuro no muy distante. Por ejemplo, los ambientalistas e investigadores advierten que de continuar con el nivel de sobreexplotación de los mantos freáticos que se tiene ahora, la disponibilidad de agua en unos cuantos lustros no garantizará el abasto para toda la población. Otro caso que habla sobre la gravedad de la problemática ambiental en la región es la polución producida por la empresa Peñoles, manifestada en altos índices de plomo en sangre de pobladores cercanos a la planta, situación para la que apenas hace unos años se plantearon alternativas de remediación.

Definitivamente hay motivo para celebrar, pero la fiesta debe ir acompañada de la reflexión de lo que ha sido, es y queremos que sea nuestra ciudad. Ojalá también sirva el Centenario como pretexto para repensar a Torreón y La Laguna en una lógica diferente hasta la que ahora ha seguido, una lógica en la que se incluya a todos los sectores de la sociedad, en la que la planeación y organización estén por encima de la improvisación y los intereses políticos y económicos, en la que se contemple un desarrollo urbano armónico y sustentable, en la que la desigualdad no sea la norma social; una lógica, en fin, en la que podamos decir que Torreón es de todos y cada uno de los que habitamos en él.

Correo electrónico:

argonzalez@

elsiglodetorreon.com.mx

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