EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Trabajo

Federico Reyes Heroles

“El trabajo embellece”

José Martí

Nos quejamos de él todo el día. Lo culpamos de todos nuestros pesares. Somos bastante injustos. De hecho muchos naufragios vitales comienzan cuando alguien se queda sin trabajo. Viktor Frankl, el gran psicoterapeuta, centró parte de su conocida teoría precisamente en el trabajo como un organizador del sentido en la vida. La “neurosis noogénica”, típica de nuestros tiempos, surge cuando una persona cree estar perdiendo su razón de ser en la vida. El trabajo nos debe acompañar siempre. Hoy es claro que la idea del retiro lo antes posible como meta en la vida es una gran trampa. Hay allí un vacío, el retorno es difícil. El trabajo es una razón de vida.

Pero al trabajo se le confunde frecuentemente con el empleo o con tener ingresos. Lo envilecemos. Se puede tener un mal empleo, con condiciones laborales poco satisfactorias, que sin embargo sea un gran trabajo: ser maestro, médico en áreas pobres, trabajar en la cultura, etc. Se puede tener ingresos bajos, como la mayoría de los artistas, con una gran satisfacción interna. Hay trabajos por los que se estaría dispuesto a pagar: reforestar la ex refinería de Azcapotzalco. También se pueden tener buenos ingresos en un trabajo denigrante. Hay entonces que distinguir entre aquello que nos da un sentido en la vida, de las condiciones laborales o de los centavos que recibimos. El gran Sabines vendió alimento para ganado, necesitaba ingresos. Su trabajo lo esperaba en la pluma.

El Día del trabajo remite a los “mártires de Chicago”. Con el tiempo se convirtió en un alto obligado de reflexión sobre las condiciones laborales de los trabajadores centralmente del sector secundario, del obrero típico de cuello azul. Había mucho terreno de conquista frente a las generalizadas injusticias: trabajo infantil o femenino ilegal o no regulado, condiciones infrahumanas de trabajo, prestaciones esquilmadas. Todo esto tiene vigencia a pesar de que en nuestro país durante el siglo XX hubo conquistas laborales de gran importancia: desde la reglamentación de la jornada de trabajo hasta Infonavit pasando por el IMSS. Sin embargo la fecha, 1 de mayo, se degradó convirtiéndose en la fiesta del corporativismo, explicación de las peores lacras. La consecuencia fue perversa: la misma Ley progresista que fuera orgullo hoy es quizá el mayor obstáculo para generar empleos. Parte de nuestra pobreza se debe a la rigidez plasmada en la Ley Federal del Trabajo.

Además el mundo nos dio varias sorpresas. Cuando Marx escribió todo indicaba que el sector secundario, la transformación, crecería hasta conformar la gran mayoría de la población, de ahí la teoría del proletariado como clase gobernante. Esto nunca ocurrió, cuando más rondó el 30 por ciento de la PEA. En lo que si acertó Marx es que el trabajador de la tierra disminuiría dramáticamente. Hoy las naciones desarrolladas exportadoras de alimentos tienen menos del cinco por ciento de la PEA en el sector primario. Otra sorpresa fueron los despreciados servicios que hoy generan ocho de cada diez nuevos empleos. Dentro del sector terciario son las telecomunicaciones lo que más crece.

Pero si la industrialización trae cambios brutales dentro de las naciones, la mayor sacudida llega por los mercados globales. Empleadores y empleados deben moverse a gran velocidad para competir por las inversiones. De allí la gravedad de venir en la cola de las evaluaciones de rigidez laboral. Hoy lo verdaderamente progresista no radica en obstaculizar el despido sino en facilitar al máximo la creación de empleos. Los sindicatos de verdad progresistas, montados en la globalización, pelean por incrementar los empleos para así garantizar el ingreso de sus agremiados. Saben que la permanencia como meta es cosa del pasado. (Ver The Future of Work, de C. Handy).

En la primera mitad del siglo XX un trabajador cambiaba en promedio dos y media veces de empleo en su vida. Hoy, según datos de la OCDE, la cifra ronda los 18. De allí la necesidad de diversificar las habilidades del trabajador. Si el empleo es la gran herramienta de justicia social, quien impide la creación de empleos es un conservador y retrogrado. La rigidez es contraria a la justicia. El otro gran cambio es que el Estado dejó de ser un gran generador de empleos. Hoy sólo puede ser el promotor de las condiciones que facilitan la creación de nuevos empleos y el recambio de los mismos. La otra transformación que se impuso en el mundo es que el crecimiento de los empleos corporativos va acompañada por un enorme ejército de autoempleados. Contra lo que se pensaba hace tres décadas en el sentido de que los profesionistas estaban condenados a desaparecer en un mundo de empleados de grandes firmas, hoy la lectura es más compleja. En los países de altísima productividad hay una estrecha convivencia entre las grandes empresas e infinidad de profesionistas, técnicos y pequeñas empresas que son contratadas para el llamado “outsourcing”, abastecimiento externo.

El mundo es otro. Lo importante es que todas las personas en condiciones de trabajar tengan un empleo bien remunerado y digno. Eso no supone trabajar jornada completa ni para el Gobierno ni para una empresa. La clave es que la productividad crezca, que la riqueza nacional crezca, que haya más bienes y servicios para la población a precios adecuados, que los empleos aporten. Encontrar trabajo, un sentido en la vida, es una búsqueda más compleja, que mira hacia la de libertad personal. Pero queda claro que sin empleo, sin ingresos, esa búsqueda libertaria que es el trabajo está condenada. Generar empleos para facilitar la búsqueda de trabajo es entonces ampliar la libertad.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 273008

elsiglo.mx