MÉXICO, DF.- La hermana blanca, la huesuda, la Catrina es la más temida compañera, porque su baile es definitivo, terminante, final. Al moverse junto con ella, lo más probable es que la existencia concluya de un momento a otro. Y esa es la gran moraleja de La Danza Macabra, género literario medieval que ejemplifica cómo todos los seres humanos, sin importar condición social o edad, están condenados a morir.
Especialmente durante los periodos en que las grandes pandemias arrasaron con un amplio porcentaje de la población, como en la Europa del siglo XIV y el virreinato de la Nueva España en el XVI, y cuando la muerte se apodera de las calles, surge, aparejado, una devoción masiva a su figura personificada, a su materialización como un ente tangible y temible.
Una breve cita en un libro de historia de la literatura fascinó a la poeta Érika Mergruen. El sólo título le pareció muy atractivo: La Danza Macabra del Cementerio de los Santos Inocentes de París, que debió consultar en los archivos históricos franceses.
Finalmente, halló, entre otros muchos materiales del sitio Internet de un canadiense, Patrick Pollefeys, La Mort dans l’art (www.lamortdanslart.com), tanto el texto de la danza como sus ilustraciones, por lo que le pidió permiso para traducirlo al castellano y colocar dicho texto en su propio sitio en la red.
Pese a la mínima publicidad que realizó entre sus conocidos y alumnos, su traducción tuvo cierta resonancia. Empero, dado que Internet es un medio de no tan fácil acceso para la población en general, decidió publicarlo como parte de la colección La Guillotina, volumen que ha recibido una “curiosa” difusión que no han tenido otros títulos de la colección: “Es un trabajo que se ha puesto a danzar”, apunta la autora.
Este texto es uno de los ejemplos más antiguos de las danzas de la muerte, una práctica católica medieval en la que se describía en poesía popular y tanto en frescos como en relieves el inevitable camino de todas las edades, oficios y clases sociales rumbo a la tumba, generalmente en los panteones y conventos.
La obra, originalmente realizada entre 1424 y 1425 en el muro Sur del Convento de Frailes Menores de París, fue demolida en 1669, aunque sus versos se preservaron en dos manuscritos que están en la Biblioteca Nacional de París, y los frescos fueron copiados en los grabados que ilustran La Danza Macabra de Guyot Marchant, publicada en 1485 y que se encuentra en la Biblioteca de Grenoble.