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Turbulencia| Diálogo

Yamil Darwich

En los últimos tiempos, la región se ha caracterizado por la profundización del “estado de turbulencia”; en el campo político, económico, seguridad pública, valores humanos, sociales y de educación. Esta situación no es sólo nuestra, compete a todo el país y al mundo, aunque tal vez algunos totalitarios o moradores de zonas ajenas al occidente, puedan negar su existencia; curiosamente ellos sufren de pobreza extrema. Éste es el “signo de los tiempos”.

La palabra turbulencia se refiere a: (del lat. Turbulentia). 1. f. Cualidad de turbio o de turbulento. 2. f. Confusión, alboroto o perturbación. 3. f. Zona en que se desarrolla un movimiento turbulento; ésas son, precisamente, las condiciones presentes.

En la economía, la inestabilidad vivida actualmente, nos lleva a tener inseguridad hasta del corto plazo; los empresarios no sienten plena confianza para invertir y quienes lo han hecho, temen constantemente a los cambios que puedan afectarlos irremediablemente. La situación es volátil y con mayor dependencia del extranjero, por lo anterior nos preguntamos: ¿así se puede hacer una buena planeación para el desarrollo?

La política nacional vive, como nunca, esa turbulencia que hace titubear a los partidos en las decisiones; el PRD entre la batalla por el posicionamiento de radicales contra moderados; el PRI, aún sin salir de la profunda crisis, tratando de frenar su inestabilidad; el PAN, tan pronto accedió al poder federal, presentó choque de intereses al interior, con serias diferencias entre los grupos que lo constituyen. Ese estado irregular nos afecta en lo trascendente, porque al temer la pérdida de su cuota de poder, los políticos se comprometen con grupos y conveniencias de minorías y descuidan su labor fundamental: buscar el bien para las mayorías, en una convivencia social armoniosa.

Los valores humanos y trascendentes se rejerarquizan, influenciados por una sociedad globalizada que amenaza quitarnos la identidad de mexicanos y favorece un liberalismo rayado en el libertinaje. Se trata de aprovechar las necesidades fundamentales de los pobres, esclavizándolos en la dependencia a partidos y terceros –bonos a ancianos y propuestas de salud para los estudiantes, entre otros–, facilitando el salto al mundo de lo permisivo, compensatorio, promoviendo fines partidistas; así, el aborto, la eutanasia o la legalización de las drogas son puntos de mercadotecnia política que los candidatos utilizan irreflexivamente.

Con una economía deteriorada –pobreza– que afecta a las aspiraciones familiares y personales, sumando la turbulencia en la ponderación de valores, hace que algunos defectos humanos como la corrupción, impunidad y la misma anarquía, aparezcan como preludio de la inseguridad pública, la que ahora padecemos.

El círculo vicioso lleva, una y otra vez, a la falta de productividad; el temor hace que el consumo decrezca, principalmente en las noches, haciendo que muchos comerciantes, restauranteros y dueños de centros de diversión vean disminuidos sus ingresos, repercutiendo en pérdida de empleos y esto favorece más delincuencia.

Los grupos religiosos también están en crisis, prácticamente con ancianos y algunos adultos, principalmente mujeres, como fieles creyentes; ellos también sufren de la falta de confianza ganada a pulso por los menos, siendo a cada día menos escuchados por los habitantes de un mundo plagado de estímulos sensuales.

La educación tampoco queda exenta: las escuelas, en todos los niveles, son incapaces de atender a los estudiantes con la calidad necesaria para hacerlos competitivos internacionalmente. Unos por ineficientes, otros por atender intereses particulares, de sindicatos y/o organizaciones estatales, federales y/o municipales; algunos más, los peligrosos y nefastos, por ser mercenarios de la educación que ven en ella la oportunidad de riqueza personal, a costas del incremento de pobreza intelectual del país.

El mundo del presente, altamente cambiante y competitivo, exige calidad integral a los que quieren pertenecer a las élites del planeta; la crisis o tormenta en los sistemas de vida hace que pocos tengan posibilidad de acceder a planos superiores de existencia; los menos, se sostienen con base a su potencial económico, estando permanentemente preocupados por su patrimonio.

La pobre educación ha hecho su parte, tergiversando los conceptos valorales, particularmente en los más jóvenes, que no alcanzan a distinguir qué es bueno para ellos y qué es necesario hacer para construir su futuro. Así, se enganchan fácilmente en la máquina de la productividad mundial, deseando, comprando, aceptando créditos con intereses escandalosos, consumiendo irreflexivamente, desviando el concepto íntegro de felicidad por el de poseer, entregándose a las nuevas maneras de ejercer control, más sofisticadas que las conocidas a través de la historia, cada vez más difíciles de identificar para poder defenderse.

El nuevo milenio exige ciudadanos más comprometidos; profesores con vocación; estudiantes más dedicados; empresarios que busquen el enriquecimiento personal y nacional; políticos que sepan y quieran hacer su trabajo honestamente; religiosos que orienten con el ejemplo; en general, seres humanos orientados a buscar calidad de vida con justicia y equidad. ¿Qué opina?

ydarwich@ual.mx

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