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Un aviso desde Venezuela

Julio Faesler

A las informaciones que han llegado a México a través de noticieros y prensa, sobre la situación en Venezuela se añade la “Exhortación Pastoral” que el Episcopado venezolano difundió el pasado 7 de julio declarando que su país “vive uno de los momentos más cruciales de su historia”.

Dada a conocer con motivo de su 88 Asamblea, la “Exhortación Pastoral” se redactó con criterio “estrictamente evangélico y pastoral”, siguiendo el espíritu de la reciente V Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM), reunida en Brasil y a la que asistió Benedicto XVI.

El documento denuncia que el presidente Hugo Chávez, valiéndose de un proceso de dudoso respeto a la democracia, impulsa reformas constitucionales “cuyos contenidos… y sobre todo, la forma misma del proceso de su elaboración… arrojan serias dudas sobre su talante democrático. Diferentes decisiones oficiales… hacen suponer que esta reforma se dirige hacia el establecimiento de un sistema socialista en la teoría y en la praxis del marxismo-leninismo”.

Los obispos señalan los graves problemas del país como la pobreza, desempleo y un cuadro de inseguridad que alcanza niveles alarmantes, a los que se añade el narcotráfico y el “lavado” de dinero ahora presente en todo el territorio nacional. “Nos inquieta, dicen, que se pretenda resolver los problemas sociales con medidas populistas en lugar de utilizar los abundantes ingresos petroleros para soluciones estructurales… el país se vuelve más rentista y pierde la oportunidad de ser un país productivo”.

En cuanto a educación, el episcopado afirma que el proyecto de Ley, aunque contiene elementos positivos, atenta contra el derecho de los padres a decidir sobre la educación religiosa de sus hijos y pretende impartir una única y determinada orientación política e ideológica.

No deja de ser irónico que, al lado del abandono en países antes comunistas de sus fracasados modelo y en vísperas de una transición política y social que en Cuba, en Venezuela se proclame un lema tan anacrónico como “Patria, Socialismo o Muerte”. A esto se añade que la transformación de país se reforzaría con el establecimiento del la reelección presidencial indefinida o continua.

El presidente Chávez pronto respondió a la declaración de los obispos acusándolos de ignorantes y atribuyéndoles intenciones perversas.

Las intenciones de Chávez van a contracorriente de la historia. Su anuncio de un “socialismo del Siglo XXI” es un despropósito. Intentar instaurar un socialismo estatista de viejo cuño es una tozuda negación de las razones de su rotundo y doloroso fracaso.

El anacrónico programa de Chávez, al que compromete toda su impresionante riqueza petrolera, introduce un nuevo problema que complica el avance hacia la integración socioeconómica latinoamericana, con valores de genuina democracia y equidad, que desde tantos años se ha intentado en nuestro continente.

Pero más cerca y más preocupante es el activismo del que se tienen cada vez más noticias de las “células bolivarianas” que vienen estableciéndose en México para difundir los principios del socialismo chavista.

La respuesta que tenemos que dar a esta situación corre por dos vías. La primera, la internacional, es mantener la comunicación fraternal latinoamericana con el pueblo venezolano y sus actores económicos mientras que con el Gobierno se sigue tendiendo una diplomacia de severa dignidad por encima de provocaciones personales.

La segunda, la interna, consiste en difundir una conciencia operativa de solidaridad social en el empresariado mexicano. No basta la filantropía aislada o esporádica, ni mucho menos, invitaciones al cliente para que, al comprar, sostenga programas sociales que el proveedor patrocina. No se trata de mejorar la imagen corporativa para incrementar ventas.

Los intensos problemas sociales que a nuestros ojos día a día se están agravando requieren atenderse con un espíritu solidario y cuya falta entre nosotros es cada vez más peligrosa.

El Siglo XXI no consolidará la paz y la justicia social si continúa profundizándose en todo el mundo la brecha entre ricos y pobres. Desatender estos problemas sociales es la simiente de opciones demagógicas como la de Chávez, cuyas promesas es imposible cumplir.

La respuesta no la puede dar ni el capitalismo salvaje que la globalización está impulsando ni en el regreso a socialismos estatales. La denuncia de los obispos venezolanos también nos atañe.

México, julio de 2007.

julofelipefaesler@yahoo.com

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