Estamos viviendo ya los últimos días de las administraciones municipales del estado de Durango. A partir del próximo septiembre, habrá nuevos alcaldes al frente de sus respectivos municipios, por lo que siempre los relevos generan expectativas. Sin embargo, es importante hacer un balance del desempeño de los que se van, ya que en la mayoría de las ocasiones la efervescencia de los que llegan, hace que la opinión pública no someta al juicio necesario de quienes administraron el dinero de todos.
Quedan semanas, pero ya están todas las condiciones en la práctica para que las autoridades salientes dejen su cargo, vaya, es evidente que en el caso de Gómez Palacio, a Octaviano Rendón y sus dependientes les tiene ya sin cuidado lo que ocurra en la ciudad, un recorrido es más que suficiente para notarlo.
El mandato de Octaviano vale la pena en especial escudriñarlo, Gómez Palacio cuenta con un presupuesto anual que ronda sobre la cifra de setecientos millones de pesos, nada despreciables, sobre todo si consideramos que la ciudad con más habitantes de toda La Laguna, Torreón, cuenta con mil millones anuales aproximadamente. Esto es, Torreón tiene alrededor de quinientos treinta mil habitantes (datos INEGI 2000) mientras que Gómez tiene algo así como trescientos cincuenta mil, esto quiere decir que per cápita, el presupuesto municipal es de 1,750 pesos por habitante de Torreón, mientras que a los gomezpalatinos les toca algo así como dos mil pesos, un catorce por ciento más que a Torreón. Por supuesto que no hay problema con eso y sería demasiado simplista verlo de esa manera, pero lo que es vergonzoso, es que a Gómez no se le ven tan fácil los setecientos millones, no es un secreto para nadie que no hay mucho sentido al comparar el grado de urbanismo, marginación y calidad de vida entre las dos ciudades hermanas. Por eso es importante que se le evalúe con equilibrio y con agudeza lo que hizo el equipo de Octaviano en su oportunidad, porque manejó muchísimo dinero sin mucha supervisión de la opinión pública. Existen datos que pueden justificar su actuar según se dice en los pasillos. Rendón priorizó obras que beneficiarían a las clases más humildes, según sus informaciones, la pavimentación alcanzó niveles históricos, pero la relación que existe entre el presidente actual y sus antecesores, le impide utilizar la herramienta de comparación como habitualmente se acostumbra.
Lerdo está en las mismas, Rosario Castro en los hechos, ha demostrado que su compromiso con los lerdenses es sólo a veces, ya que los dos trienios que ha presidido, ninguno lo ha concluido. La primera ocasión abandonó la silla en la aventura de conseguir la gubernatura, que perdió en el proceso electoral ante Ángel Sergio Guerrero Mier. La segunda ocasión, Castro Lozano la abandonó apenas hace unos meses para tomar una chamba de medio pelo a nivel federal. Quizá, la dos veces alcaldesa, consideró que el compromiso en las urnas con sus electores era de menor peso que su necesidad de seguir trabajando en el sector público –la nómina es la nómina- y así que se marchó sin nada más, dejando a Antonio Olivas Ibarra como sustituto, quien tendrá el honor de entregarle al priista Carlos Aguilera el poder.
En síntesis, el paso de Rosario Castro por la presidencia municipal de Lerdo en la segunda ocasión, termina siendo tan gris e inferior a su primera oportunidad, que el bastión panista de Durango por excelencia se pierde simplemente. Razones podrá haber las que se busquen, pero el hecho es la pobreza del desempeño al frente del municipio, la campaña sosa del candidato Carlos Morales, apéndice del clan político Castro Lozano y quizá una especie de frescura en la oferta política durante el tiempo electoral de Carlos Aguilera, redundó en la victoria del PRI en la ciudad más añeja de las que conforman el área metropolitana de la Comarca Lagunera. Hay que esperar entonces los últimos días para el cierre de estos capítulos.
eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx