Desde hace poco más de seis años, Martín vive en el interior del bosque Venustiano Carranza de Torreón.
Martín Chávez tiene 73 años y vive en el bosque Venustiano Carranza; anhela el día en que pueda volver a ver a sus hijos
TORREÓN, COAH.- Martín Chávez Gómez, a sus 73 años, tiene la “casa” y el “jardín” más grandes de Torreón. Desde hace poco más de seis años, ha vivido entre los arbustos o bancas y en ocasiones en los sanitarios del bosque Venustiano Carranza ante el desinterés de su hermano, su única familia, por atenderlo.
Los corredores que acuden a diario a este lugar, no han notado su presencia. Quizá lo han confundido con un trabajador, quizá él no quiera ser descubierto.
La temperatura rebasa los 30 grados. Sin embargo, Martín viste una camisa de franela y una chamarra gris, unos pantalones azules ya desgastados, tanto o igual que sus tenis. Es su único atuendo.
Con dificultad trata de sentarse en una de las bancas del bosque, las cuales por muchas noches, se han convertido en su cama.
En su mano lleva un refresco. Una mujer se lo ha obsequiado como todos los días. Lo abre, le da un trago y relata su historia.
Hace ya, poco más de 30 años, su mujer, la madre de sus cinco hijos, falleció. El dolor de perder a su hija cegó a su suegra, quien un día, ante la ausencia de Martín, se llevó a los pequeños a Ciudad Juárez. Desde entonces perdió contacto con ellos.
La desesperación de no poder tenerlos a su lado y de haber perdido al amor de su vida, hizo que Martín se olvidará de él mismo. Vagó por la ciudad tratando de olvidar sus problemas, su dolor. Pero no fue posible.
Gracias a la ayuda de una mujer, cuyo nombre no recuerda, pudo contar con un techo dónde vivir. “Pero sólo fue por un corto tiempo, pues me la pidieron porque la señora iba a poner un taller. No sé si en verdad lo hizo, pero el caso fue que me sacó de la casa”, comenta Martín.
Sólo por unos días, Bernardo, su hermano, le dio asilo en su hogar. “Él es muy malo”, dice. Después de abandonar la casa de su hermano, nuevamente comenzó a vagar y a vagar. Hasta que un día llegó al bosque, lugar que adoptaría como su hogar.
Poco a poco, los empleados y algunos corredores, le tomaron aprecio a Martín, quien a cambio de un plato de comida realizó algunos trabajos en el interior del bosque.
Un día, uno de los visitantes, un médico recuerda, trató de contactar a sus hijos. Lo logró. Martín, después de varios años de espera, logró hablar con Margarita, su hija, quien le informaría que uno de sus hermanos perdió la vida en un accidente automovilístico. Martín, al recordarlo, se le quiebra la voz por un momento.
Tratando de olvidar su dolor, Martín siguió con sus trabajos. En ocasiones salía para ver caras nuevas. Un día según recuerda, trataba de cruzar la calle. Era de noche. Un automóvil que circulaba a alta velocidad lo embiste, aventándolo varias cuadras, para después dejarlo a su suerte.
Aunque no tuvo graves consecuencias, desde entonces, Martín camina con dificultad, “me duele mucho la cadera cuando camino”, dice señalando el lugar donde comienza su malestar.
Martín comenta que su mayor deseo es reencontrarse con sus hijos y poder caminar bien. “Pero nadie ha venido a verlo pese a que hemos pedido la ayuda del DIF”, comenta Luis, uno de los corredores que le han brindado su apoyo al hombre.
Mientras uno de sus dos deseos se cumplen, Martín seguirá pasando los días en el interior del bosque Venustiano Carranza, con la esperanza de que suceda.
DESEO
“Mi mayor deseo es volver a ver a mis hijos”.
MARTÍN GÓMEZ,
HABITANTE DEL BOSQUE VENUSTIANO CARRANZA
