Un estudiante universitario de Chile o Brasil tiene entre dos y cinco veces más oportunidades de las que tiene un joven en México de obtener una beca o crédito que le ayude a cubrir el monto de inscripción, cuotas, costos de manutención y transporte durante sus estudios de licenciatura, a pesar que existen universidades mexicanas en las que los pagos son bajos o simbólicos, señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Esta “limitación de apoyos” frente a las necesidades económicas de las familias mexicanas se debe a que durante los últimos seis años no se cumplió la meta del Gobierno del ahora ex presidente Vicente Fox de otorgar, mediante el Programa Nacional de Becas (Pronabes), 300 mil apoyos a jóvenes inscritos en las universidades.
El incumplimiento de la Administración foxista representó un déficit de casi cien mil becas, afirma Marisol Silva Laya, responsable del estudio Valoración del cumplimiento de metas de la educación superior 2001-2006, que realizó por encargo de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES).
Las becas o créditos otorgados en el sexenio foxista para impedir el abandono de las aspiraciones de formación profesional de los jóvenes hace que México ocupe el lugar 23 de 27 países analizados en la OCDE.
Pero en el documento de evaluación sobre las metas foxistas que encargaron los rectores de más de cien universidades públicas y privadas a la investigadora de la Universidad Iberoamericana (UIA), se advierte que el mayor riesgo para el crecimiento del sistema universitario y del desarrollo está en aquellas entidades con “muy alta marginación” como Guerrero, Chiapas y Oaxaca, que aún presentan “rezagos graves” por la baja ayuda financiera que consiguen para sus estudiantes y la baja inscripción de jóvenes en las licenciaturas. O bien, casos como Veracruz, Quintana Roo y Zacatecas alcanzaron a becar entre 13 y 16 por ciento de sus estudiantes de licenciatura, pero que en su interior presentan desigualdades pronunciadas de marginación y acceso a la Universidad.
La especialista del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la UIA y el documento de examen de la OCDE coinciden en plantear que, a pesar que en la pasada Administración se hizo un esfuerzo importante en esta materia, aún “existen limitaciones” en la capacidad del sistema para apoyar a estudiantes con la preparación académica necesaria, pero sin los medios suficientes para ingresar y permanecer en las universidades.
Los reportes finales de la gestión foxista en la propia Secretaría de Educación Pública (SEP), referidos en el documento La política educativa y la educación superior en México 1995-2006: un balance, contradicen las anteriores posturas sobre la “limitación” e “incumplimiento” de esta meta al contabilizar 322 mil 197 estudiantes becados. Sólo que Marisol Silva Laya puntualiza que se llega a esas cifras porque se suman becas que se otorgan por otras vías y con recursos provenientes de otros sectores para apoyo de transporte y de quienes se inscriben en programas de excelencia.
“Por lo tanto, si se le restan esos becarios que reciben dinero que alcanza únicamente para cubrir el pago de camiones o de materiales como libros, lo que tenemos es poco más de 200 mil becarios Pronabes y un déficit de cien mil becas que no se entregó”.
De esta forma, señala una falta de “correspondencia” entre el discurso del Gobierno y la disminución en el ritmo de crecimiento del número de becas. Menos aún con el crecimiento del grupo de estudiantes, para quienes este tipo de apoyos resultan imprescindibles.
José Blanco Mejía, investigador del Instituto de Estudios Sobre la Universidad (IESU) de la UNAM y asesor de ANUIES, refiere que antes de ratificar una estrategia de becas para los próximos años en la educación superior conviene realizar un análisis de los resultados y “limitaciones” del programa, puesto que para los alumnos provenientes de zonas marginadas y con bajos niveles de acceso a la cultura, el teatro y los libros “una beca no es suficiente, no compensa el faltante en los antecedentes escolares”.
El también asesor en la Universidad Veracruzana advierte el riesgo de que este déficit en la entrega de becas se intensifique y no sólo por que haya un mayor número de estudiantes que necesiten una beca para no abandonar sus estudios de licenciatura, sino porque en los próximos años la deserción promedio de 40 por ciento entre la primaria y la secundaria y de un porcentaje equivalente que se agudiza en el bachillerato impedirán que cualquier meta de entrega y apoyo a becarios pueda cumplirse.
De no crear una estrategia para aumentar las becas en todo el sistema y disminuir la deserción, “el peligro es que los alumnos no lleguen a la Universidad, que se queden en el camino. Con ello uno de los compromisos del presidente Felipe Calderón de incorporar a 30 de cada 100 jóvenes en las universidades para el año 2012 también se verá frustrado”, dijo en entrevista.
El Análisis temático de la educación terciaria, en el que la OCDE evaluó a la educación superior de nuestro país, registra que el país destinaba 5.1 por ciento del gasto de las universidades públicas para este programa de becarios o en créditos (2.8 por ciento para becas y 2.3 por ciento a créditos) a sus alumnos. En el caso de los becarios, en este periodo más de 200 mil estudiantes obtuvieron cheques mensuales de entre 750 a poco más de mil pesos.
El equivalente de inversión en el sexenio anterior fue de cinco mil 980 millones de pesos, que se tradujo en becas para 6.85 por ciento en promedio de los inscritos en las universidades.
Con estos montos y el nivel de costo de vida en las distintas regiones del país “las becas que se ofrecen en la actualidad no son suficientes para cubrir de forma realista los costos de manutención” de los universitarios, observa la OCDE, por lo que propone una revisión al actual sistema de financiamiento de las instituciones de educación superior, en la cual incluye la recomendación de incrementar las cuotas de las universidades públicas y crear un sistema de créditos que ponga a competir a las universidades públicas y privadas por los recursos que cada estudiante puede aportarle con su inscripción.