Muchas lecciones y también varias oportunidades le está dando esta Copa Oro a Hugo Sánchez, actual técnico de la Selección Mexicana. Entre las primeras está el que debe entender que en boca cerrada no entran las moscas.
Y las segundas aparecen en cada partido, y la mejor y en la que podría reivindicar un poco su maltrecha imagen de timonel, se la dará esta final ante los Estados Unidos, un rival que se ha tornado sumamente incómodo para los tricolores desde hace tiempo.
Así que si el domingo los nuestros logran ganar a los vecinos del Norte, algo se compondría en esta nueva etapa, que de todas formas seguirá debiendo por haberse visto tan mal ante equipos pequeños como Cuba, Panamá, Honduras y Guadalupe.
Y decimos pequeños no por minimizarlos, sino porque en México estábamos creyendo que éramos los gigantes de la zona de Concacaf, pero en el inicio de la época de Hugo Sánchez nos hemos ido para atrás con pasos muy agigantados.
No hay contundencia, y lo bueno ante Guadalupe es que los antillanos no mostraron nada a la ofensiva y medio se defendieron, pero era angustiante la forma en que los nuestros siguieron sin hilvanar buenas jugadas que lleven al gol.
Esto de enfrentar a los Estados Unidos ha sido un reto mayúsculo, porque los del Norte con un futbol ordenado y muy bien planeado a la ofensiva saben hacer daño, casi sin despeinarse y sin recurrir a jugadas bruscas, para que no se queje el señor Hugo Sánchez Márquez.