El lado opuesto de la moneda lo muestra ahora la Selección Mexicana de futbol, o sea, actuaciones muy distintas a las que tuvo en la Copa Oro, donde el cangrejo recibió cuerda y andaba como acostumbra y como le resulta tan fácil: para atrás.
Brasil no asustó a los jóvenes, apuntalados por Rafael Márquez, por el contrario los inspiró para sacudirse esos miedos y esas imprecisiones que caracterizan a los tímidos. Así, con resolución, y la inspiración de Nery Castillo y de Memo Ochoa, hizo la hazaña.
Vendría después el encuentro contra Ecuador, rival incómodo que presiona y tira de todas las distancias, y otra vez Nery puso adelante a los del Tri con ese su estilo, que peca de personalista, y que se caracteriza por no dar por perdido un balón.
Nery está en lo suyo. Puede moverse por los dos lados de la cancha, casi desde el centro, y luego se va con determinación al frente, muchas veces conduciendo solitario y sacudiéndose los rivales que encuentra en el camino, aunque sean gigantes morenos.
Ahora la Selección Mexicana cuenta con la presencia de dos buenos arqueros, uno muy joven, Memo Ochoa, con mucho futuro y otro con sobrada experiencia, Oswaldo Sánchez, hoy vestido de verdiblanco y avecindado en la Comarca Lagunera.
Hugo Sánchez debe seguir trabajando con los jóvenes que podrían asistir al próximo mundial y olvidarse de gente como Osorio, Pardo y Salcido, que no han dejado ningún hueco, solamente oportunidades para los que sí quieren representarnos, pese a todo.