La del año pasado no fue una buena Navidad para los seguidores del Santos. El equipo estaba hundido en las profundidades del sótano y consecuentemente el panorama era triste y desolador, pero de entre las sombras surgía el entusiasmo de la afición.
Es justo reconocer el incondicional apoyo que siempre brindó la verdadera afición santista en momentos tan difíciles. Se pensaba que a la temporada siguiente la gente abandonaría el Estadio Corona y fue ocurriendo lo contrario.
Buenas entradas hubo y fue cuando aparecieron las grandes contrataciones, que muchos, especialmente los de fuera, decían que no funcionarían y que el dinero no hacía milagros. Pero no fue sólo eso lo que ayudó, sino lo que cada uno vino a aportar.
Al nacer el año e iniciar el torneo, empezó a verse la nueva cara. No sólo Oswaldo se puso pronto la camiseta, sino que los demás poco a poco fueron adentrándose en el espíritu guerrero, cumpliendo conforme sus capacidades y sus deseos de colaborar.
Con el paso del tiempo la gran figura llegaría a ser Daniel Ludueña, y le seguirían Walter Jiménez, que ya había llegado anteriormente, así como Iván “Guti” Estrada y posteriormente Christian Benítez, a lo que agregaríamos el regreso de Matías Vuoso.
Hoy Santos es un equipo mejor balanceado. ¿Qué le faltaría? Preguntan algunos, y la respuesta es una mejor banca, porque dos o tres jugadores de los que llegaron al último no han dado el ancho en forma total. Pero en fin, es cosa de seguir haciendo ajustes.
