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Un mundo feliz

Gilberto Serna

Un laboratorio, ubicado en cualquier calle de una gran ciudad, ofrece embarazar mujeres con licor seminal donado por individuos de origen danés, que son los preferidos por madres americanas, que buscan perpetuar la especie con aspecto escandinavo. La gran demanda ofrece llegar a poblar el mundo de seres humanos cuyo pelo sería rubio y con ojos azules. Se estaría cumpliendo en parte uno de los sueños de Adolfo Hitler en que la sociedad estaría formada por una raza superior, siguiendo la línea filosófica de Friedrich Nietzsche (1844-1900) que se caracteriza por arremeter a “golpes de martillo” contra todas las formas de pensamiento y todos los valores morales de la tradición occidental nacida en Grecia, privilegiando lo apolíneo por encima de lo dionisiaco. Su nihilismo, negación de toda creencia, lo hace aseverar la muerte de Dios, surgiendo, dice, nuevos dioses a lo que hay que adorar, que son el dinero y la ciencia. -Me recordó a Diego Rivera, más recalcitrante aún, que escribió al pie de uno de sus murales: Dios no existe-. Es autor, Nietzsche, de la teoría de que el hombre, una vez que destruye los falsos valores se transforma en un superhombre.

Los hombres de todos los tiempos han practicado métodos eugenésicos para obtener una mejoría de las razas, hasta ahora practicada en animales, mediante adecuadas cruzas de sus genes. Hay reticencias, pero en el mundo existen reproducciones humanas a partir de seres de raza diferente, en una tarea sexual que se ha venido imponiendo a través de los siglos, hasta llegar a la clonación de individuos pluricelulares, nacidos a partir de una estirpe celular, absolutamente homogéneos en su estructura genética, equivalente a lo que se conoce como raza pura. Aldous Huxley (1894-1963) en su conocida obra Un Mundo Feliz plantea un sistema de castas, control y dominación para mantener el orden y la felicidad de los humanos. A principios del siglo pasado anticipa el desarrollo de una avanzada tecnología reproductiva, cultivos humanos e hipnopedia, que elimina la familia, la diversidad cultural, el arte, la literatura, la religión y la filosofía. Los seres son incubados y predestinados, desde que nacen para pertenecer a predeterminadas castas, así surgen los alfas, betas, gammas, deltas y epsilones, destinados cada uno para diferentes tareas. Desde que nacen se les realiza hipnopedia mientras duermen para que actúen conforme a las instrucciones. En esta época a pesar de los avances en el campo de la medicina ¿sería ése un mundo utópico? En esta sociedad madre y padre son palabras sucias y ningún niño nace de manera natural son hijos in vitro.

La nota que salió en El Siglo de Torreón, hace unos días, establece que la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos prohibió la importación de esperma de cualquier país europeo en que haya reses afectadas del mal de Creutzfeldt-Jacob. La razón que esgrime esa oficina gringa es que pudiera estar contaminado con ese mal conocido como el de las “vacas locas”. Los bancos de esperma, que tenían suficientes existencias de esperma congelado para satisfacer la demanda en la Unión Americana, con el paso del tiempo se han ido quedando sin esa reserva. Es lo que tenemos en Dinamarca para el público que desea tener bebés de ojos azules, dijo el gerente de Cryos Internacional, Claus Rodgaard, con sucursales en Nueva York, indicando que no hay pruebas de que la dolencia de las vacas pueda ser transmitida en el jugo espermático de los humanos que han comido carne contagiada con el mal. En cambio el Sida o VIH, la hepatitis o enfermedades bacterianas, como la clamidia, tienen muchas más posibilidades de transmitirse por donantes de esperma. La cosa es que los que negocian con ese producto dicen que se trata de una prohibición tonta. Habría que pensar que, si se pretende mejorar la raza, ¿estarán conscientes de que ambos padres le transmiten su herencia? Se vigila que el progenitor resulte un prototipo de belleza masculina, pero el óvulo así fecundado ¿evitará las taras que aportaría la contraparte?

Se han puesto a pensar ¿qué pasará con el donante que tiene incrustado en las células cerebrales, por generaciones, venidas desde el inicio de la humanidad, que debe amar y proteger a su descendencia? Cómo combatir la melancolía que les pueda causar el no tener oportunidad de conocer a los hijos engendrados con tal método. Será necesario que el hijo para su normal desarrollo ¿tengan un padre y una madre que se amen, desde antes de la concepción? El homo sapiens ¿está destinado en nuestros días a ser producto de una probeta? El semental humano, preferido por los biólogos encargados de la reproducción, ¿tendrá sus ideas ordenadas para experimentar la natural tristeza que se originará al estar convencido de que jamás será visto por el fruto de sus deshechos en un tubo de cristal? Y lo peor en un manejo poco serio, descuidado, ha sucedido que se presente una equivocación en que el zumo vital proviene de una raza totalmente distinta a la que recibe la donación. En fin, el mundo no tiene memoria ni se fija en pequeñeces cuando de ganar dinero se trata.

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