CANATLÁN, DGO.- Jamás había visto llorar a mi padre, el dolor y la impotencia lo habían doblegado, yo era la causa, un hijo en quien el viejo había fincado sus esperanza estaba batido y condenado a morir por la enfermedad del alcoholismo, solo un milagro podía cambiar el curso de aquellas vidas.
No siempre fue igual, comenta José H., a mediados de los 60’s. la vida les sonreía en el hogar, imperaba el optimismo ante la brillantez del estudiante, deportista y buen hijo, hasta se auguraba un futuro lleno de éxito, pero el alcoholismo tenía sus planes de destrucción, desolación y muerte.
José sabía que el alcoholismo había sido causa de miseria, enfermedad y muerte de muchos familiares y estaba dispuesto a ser abstemio por siempre, sin saber que estaba predispuesto a ese mal. Pero por lo pronto seguía cosechando triunfo en el box, después en el futbol y beisbol para satisfacción de su padre, entonces trascurrían los años 70’s.
Comenta que se enamoró de una joven y se caso, tuvo que dejar los estudios de nivel profesional para dedicarse al trabajo y poder sostener a su esposa. No tardó en conocer amigos bebedores que pronto lo apadrinaron en el nuevo ambiente, los consejos del viejo fueron ignorados.
Primero como bebedor social, es decir sin perder la cordura ni responsabilidad en el trabajo y el hogar, era algo agradable en la convivencia, finalmente casi todos los familiares tenían el mismo habito, incluso en mayores grados.
José y familia desconocía que el alcoholismo es una enfermedad –dictaminada por la Organización Mundial de la Salud en 1953- cuando entró a la fase prodrómica, después de incursionar en la prealcohólica, empezó a vivir los palimsestos o amnesia alcoholica (lagunas mentales).
Vinieron las borracheras a escondidas, hubo preocupación por el alcohol, beber por obsesión, sentimientos de culpa y eso generaba en José beber más y más perdiendo cada vez más el control, entrando de lleno a la fase critica, donde se manifiesta la fanfarronería, agresividad, faltas en el trabajo y la pérdida de los intereses de la vida.
“Mi padre intentó detenerme en más de una vez, sabía que me hundía en un abismo, sobre todo en mi fase crónica, cuando observaba mi alto deterioro moral y juntarme con personas de nivel social, en los conocidos ‘escuadrones de la muerte’, sentía que todo terminaba”, recuerda.
Un día al regresar borracho por la madrugada –ya era costumbre- al ver luces en el taller donde laboraban, creí que se trataba de una aparición y empecé a vociferar contra el demonio, mi sorpresa fue ver a mi padre trabajar, no había descansado, casi amanecía.
Sentí remordimiento y caía de rodillas al viejo pidiéndole perdón, al ver su rostro estaba llorando de verme en deplorables condiciones, su hijo, su esperanza estaban hechas añicos por “don alcohol”, entonces me dijo: quisiera poder ayudarte, pero no puedo, sólo Dios...
El alcoholismo siguió progresando en José, familiares y amigos creían que de un día a otro amanecería muerto, era un caso perdido, lo mismo le daba quedarse en un antro que una calle o basurero, le parecía igual, finalmente sus hijos crecían sin la presencia paternal, pero ahí estaba el viejo sacando el problema adelante.
A principios de los 80’s. José se convence de ir a un grupo de AA, donde no se sintió diferente, pues hablaban su misma idioma: el dolor, tristeza, amargura por la que habían pasado; así como la fortaleza del presente y la esperanza en el futuro, un mundo maravilloso donde se nacen los milagros, día tarde y noche.
Doy gracias a Dios que mi padre vivió grandes momentos de mi recuperación. Un día sin esperarlo cuando yo cumplía tres años de sobriedad, entró a mi grupo por primera vez y me dijo: me siento orgullos de ti, porque te vi surgir de la nada, eres un milagro, me abrazó y lloramos, pero ahora de felicidad.
“Han transcurrido más de 25 años de mi llegada al bendito grupo de AA, siento la responsabilidad de trasmitir este mensaje en los hogares como en el mío donde un día mi padre creyó que todo estaba perdido.
Mi padre ya murió físicamente, pero sigue presente en espíritu recordándome que debo seguir adelante sin cambiar la sonrisa de mis hijos por una copa de vino, sus consejos los remoto como herramientas para hacer frente a la vida.
Hoy es un día especial para recordar al hombre que me engendró, que me enseñó el camino del bien, el que jamás se venció a la adversidad, quien un día lloró de tristeza ante las caidas, pero también de las alegrías al lograr lo imposible, juntos vivimos las derrotas y finalmente la victoria, donde quiera que estés bendito seas”.
“Comprendo que AA no solamente es historias de éxitos en el sentido común y corriente de la palabra. Son historias del sufrimiento transmutado bajo la gracia en progreso espiritual. Es la victoria surgida de la derrota o admisión”, concluyó.
Promesas cumplidad
En Alcohólicos Anónimos aprendemos a no demorarnos, si podemos evitarlo. Apredemos a tener sentido común y tacto, a ser considerados y humildes, sin ser serviles ni rastreros. Como criaturas de Dios nos paramos en nuestros propios pies; no nos arrastramos ante nadie.
A mi llegada al grupo asevera José H. Me compartieron las siguientes promesas: vamos a conocer una libertad y felicidad nuevas; no nos lamentaremos por el pasado ni desearemos cerrar la puerta que nos conduce a él; comprenderemos el significado de la palabra serenidad y conoceremos la paz; sin importar lo bajo que hayamos llegado, percibiremos cómo nuestra experiencia puede beneficiar a otros; Desaparecerá ese sentimiento de inutilidad y lástima de nosotros mismos; perderemos el interés en cosas egoístas y nos interesaremos en nuestros compañeros; se desvanecerá la ambición personal, nuestra actitud y nuestro punto de vista sobre la vida cambiarán.
Se nos quitará el miedo a la gente y a la inseguridad económica; intuitivamente sabremos manejar situaciones que antes nos desesperaban; de Pronto comprenderemos que Dios está haciendo por nosotros lo que por nosotros mimso no podíamos hacer.
¿Son estas prmesas extravagantes?, pregunté al inicio, la respuesta fue con un contundente no lo creemos, están cumpliéndose entre nosotros, a veces rápidamente o a vexces lentamente, pero siempre se realizarán si trabajamos para obtenerlas. Gracias a Dios fue cierto, solo por hoy.