El oficio de crítico puede ser muy ingrato. Ingrato porque la misión central es perseguir y denunciar los errores, las potenciales desviaciones y analizarlas, exhibirlas. Esa actividad puede ser infinita. Los asuntos públicos siempre dan mucha tela de dónde cortar. A la larga la crítica sistemática de las siempre presentes carencias, omisiones o francas tonterías puede convertirse en hábito, vicio. El crítico encuentra además un coro permanente y muy leal a ese ejercicio acre en el que no hay disposición y tiempo para reconocer los aciertos. En ese estado de ánimo no hay mujer guapa, corbata bonita o comida sabrosa.
Cuando las cosas marchan mal los críticos vamos viento en popa: se los dije, yo lo advertí. Cuando los asuntos públicos se encaminan por buen rumbo muchos prefieren voltear la mirada, esperar la próxima mala noticia. Reconocer aciertos siempre será menos popular que señalar errores. Otro camino muy cómodo es mezclar lo uno con lo otro, hacer un cóctel y así relativizar: conclusión, da igual sigue habiendo errores. Pero en la crítica también debe haber un sentido último de ponderación, de justicia, de definición ineludible. Mi impresión es que Felipe Calderón va muy bien. Desde el momento en que asumió el mando se trasmina un sentido de seriedad en el trabajo. Increíble pero eso, es sí mismo, sobre todo en contraste con su antecesor, es un avance. Está cuidando la figura presidencial, aparece menos, improvisa poco, matiza sus palabras. Ha logrado domeñar las expresiones de encono, sobre todo en relación a sus interlocutores políticos. Está actuando como un profesional de la política.
Profesional es no atacar a quienes tienen en sus manos la aprobación –los legisladores- de asuntos nodales para la prosperidad del país. Profesional es permitirles a otros actores ocupar sus espacios, no pretender ser el protagonista de todo. Profesional es no generar grandes expectativas, de hecho luchar contra ellas: con Bush no habrá grandes anuncios. Profesional es mostrar una apertura hacia todos los frentes: me reuniría con Fidel, con Chávez, con De la Madrid, con Salinas declaró a López Dóriga en una sólida entrevista. Profesional es aceptar los errores: precios de la tortilla, no estábamos preparados dijo. Profesional es encarar los problemas de seguridad a pesar de los altos riesgos. Profesional es tener la sensibilidad para promover una reducción y homologación de los salarios y prestaciones algunos de los cuales eran ofensivos. Profesional es llegar puntual a las múltiples reuniones, no hacer esperar. Profesional es llamar directamente a los legisladores para cabildear algún proyecto.
Profesional es preparar los proyectos con antelación, antes de anunciarlos. Profesional es mantener el perfil bajo de su esposa y su familia. Profesional es atender los asuntos muy urgentes sin generar tensión como el régimen de pensiones del ISSSTE. Profesional es fijar posturas de principios sin ofender como fue el caso del consumo de drogas en Estados Unidos o la construcción del muro fronterizo en la cara del presidente Bush. Profesional es no pretender que los lazos personales sustituyan a los vínculos institucionales, nada de mi amigo Bush. Profesional es gobernar el hígado sin que se note ante las pifias del presidente de su partido o del imprudente de Fox. Profesional es que las palabras ayuden y no entorpezcan como en el caso de la tan cantada reforma migratoria.
Profesional es dar seguimiento a las muchas acciones comprometidas y no apostar al éxito de una. Profesional es no hacer un escándalo de las derrotas más dolorosas, como fue la fallida postulación de Carlos Hurtado al Banco de México. Profesional es no permitir el menor asomo de irritación ante la majadería de Chávez y Ortega. Profesional es cuidar las herramientas de la política, el uso de los símbolos, como en el caso del águila restaurada, el himno, el uso de la casaca militar o la asistencia a festejos y conmemoraciones. Herramienta también es la reposición de la formalidad necesaria para garantizar trato respetuoso hacia la investidura que representa. Profesional es no provocar discusiones a partir de asuntos superfluos –usar botas o decir palabrotas- discusiones que distraen al país.
Profesional es no pelearse con los medios y atribuirles errores de interpretación o mala fe. Profesional es mantener un aspecto sereno a pesar de los varios asuntos urgentes que acechan. Profesional es coordinar los mensajes de su equipo de trabajo, de su gabinete para evitar contradicciones. Profesional es tratar de transmitir un cierto orden en la agenda y respetarlo para que así los mensajes calen. Profesional es entender que la peor sombra para un mensaje presidencial es la que se puede provocar el propio presidente. Profesional es que en corto no suelte expresiones que denostan a sus adversarios para evitar así el efecto cascada que degrada el ambiente. Profesional es que en los viajes, sobre todo en los internacionales, no haya asomo de frivolidad. Profesional es no encaramarse en sus propios logros como podrían ser los operativos, sino mantener la perspectiva sobre sus limitaciones. Profesional es recordar rostros, nombres y trayectorias de personajes del país con quienes tendrá que tratar porque son parte de México. Profesional es conservar la capacidad de escuchar y no caer prisionero de la propia palabra.
El viaje apenas comienza. Errores los hay y serios. Pero no quiero eludir el juicio, ni relativizar mi posición. Sostenerse es el reto. Por lo pronto da la impresión de que estamos en buenas manos, en manos de un profesional.