Es evidente que en México y en especial en los estados del Norte se vive en los últimos años una feroz lucha entre los narcotraficantes por el control del mercado de las drogas.
La caída del Cártel Arellano Félix así como los golpes en contra de otros grupos poderosos como el Cártel de Juárez que dirigió Amado Carrillo Fuentes, han originado este proceso de reacomodo que parece eternizarse.
Pero con todo y las embestidas de las autoridades tanto mexicanas como norteamericanas, el tráfico de drogas en territorio mexicano sigue su curso y en ocasiones a niveles más que sorprendentes.
El accidente de un avión bimotor en Yucatán cargado con 3.2 toneladas de cocaína nos lleva a recordar la década de los ochenta y noventa cuando naves de todos los tamaños y potencias surcaban los cielos mexicanos sin el menor recato y preocupación.
A principios de los noventa un jet boeing 727 se quedó atascado en una playa de Sonora luego de haber entregado un cargamento de cocaína a cambio de una jugosa suma de dólares.
Un error del piloto impidió que la nave regresara a Colombia con los billetes verdes. En aquellos años los analistas hablaban de unos cinco vuelos semanales que aterrizaban en tierras sonorenses para dejar enormes cantidades de cocaína que eran cruzadas por tierra a los Estados Unidos.
En aquellos años el número de las pistas clandestinas en los ranchos y parajes de los estados de Baja California, Chihuahua y Sonora era impresionante.
Luego vinieron los narcotúneles, los barcos y lanchas rápidas, amén de otras estrategias que año con año desarrollan las mafias de la droga con tal de concretar su jugoso negocio.
En México se vive hoy en día un clima de enorme violencia en buena medida porque los grupos organizados han sido desarticulados, lo que ha dado pie para que surjan muchos mini-cárteles que se están disputando a sangre y fuego los territorios y mercados.
Lo más preocupante es que el clima de violencia impera en casi todos los estados de la República. Hasta en regiones tranquilas como Aguascalientes se reportan crímenes de jefes policiacos y civiles con el inconfundible sello de la mafia.
El Gobierno de Vicente Fox no pudo con este monstruo del narcotráfico a pesar de intentos serios por contenerlo, especialmente en los primeros años del sexenio.
Pero Fox, al igual que sus colaboradores principales, terminaron por hacerse de la vista gorda y dejaron crecer al animal en las postrimerías del sexenio.
Ahora ha tocado al Gobierno de Felipe Calderón entrarle de lleno al problema, sus primeras acciones de crear operativos con la intervención del Ejército en las zonas más conflictivas del país dieron en un principio buenos resultados.
Pero no se ha profundizado en las estrategias y queda la impresión que las mafias podrían reorganizarse para emprender el contraataque aunque sea en forma desorganizada.
Así parece ocurrir hoy en día en Baja California en donde las células del Cártel Arellano Félix operan como gavillas y no sólo trafican droga sino también operan secuestros, robos de autos y bandas de “polleros”.
Por eso cuando la semana pasada el Gobierno norteamericano se ufanó de haber obtenido la declaración de culpabilidad de Francisco Javier Arellano Félix, alias “El Tigrillo” en San Diego, California, pensamos que se avecinan repercusiones terribles para México.
Si el narcotráfico fue terriblemente violento con tales grupos estructurados, ¿qué pasará ahora cuando el clan Arellano se quedó sin cabecillas al igual que otras organizaciones?
Lo cierto es que el narcotráfico opera en prácticamente todos los rincones de México al convertirse en un país de alto consumo de drogas lo que complicará todavía más el combate y control del crimen organizado y sus derivados.
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