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Una huída que dura ya 60 años

Desde hace tres semanas que los 16 mil habitantes de Badawi se han apretujado un poco más para dar cobijo
a los más de 13 mil palestinos que han huido del vecino campo de Nahar el Bared, el mayor y más próspero del norte de Líbano. (Archivo)

Desde hace tres semanas que los 16 mil habitantes de Badawi se han apretujado un poco más para dar cobijo a los más de 13 mil palestinos que han huido del vecino campo de Nahar el Bared, el mayor y más próspero del norte de Líbano. (Archivo)

AGENCIAS

Llegados a Líbano en 1948, los palestinos siguen hacinados en campos insalubres de refugiados.

Más de cien chiquillos gritan a todo pulmón en el patio de la escuela del campo de refugiados palestinos de Badawi. Son doblemente refugiados porque proceden de Naher el Bared, de donde les han expulsado los bombardeos del Ejército libanés que lucha contra la milicia de Fatah al Islam.

Los monitores de la Media Luna Roja instan a los niños a chillar para que liberen la tensión y el miedo acumulados. Dentro, en las aulas convertidas en vivienda, la desesperación y el llanto de los padres son incontenibles.

Una polvorienta pintura del primer ministro palestino, Ismail Haniya y del anciano jeque Yasín, líder espiritual del movimiento islámico Hamas, engalanan el desconchado arco que da acceso a Badawi, uno de los 12 campos en que se apiña la mitad de los 400 mil palestinos que la UNWRA (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, por sus siglas en inglés) tiene censados en Líbano.

La mayoría de ellos ha nacido en los campos y en ellos se ha enterrado a sus padres o abuelos que huyeron de su tierra en 1948, tras perder la primera guerra contra el recién establecido Estado judío.

En Badawi no hay una vivienda terminada. Las vigas asoman por abajo, entre el contenedor que hace de tienda o de taller y por encima de la última planta terminada. Parecen antenas de esperanza en que algún día los escasos recursos permitan construir otro piso.

Un enjambre de cables colgando, algunos casi a ras de suelo, recorre las fachadas. Agua putrefacta cubre los agujeros de la calzada, en la que se acumulan bolsas de basura, mientras plásticos, papeles y polvo revolotean con el viento.

MÁS ‘APRETADOS’

Desde hace tres semanas que los 16 mil habitantes de Badawi se han apretujado un poco más para dar cobijo a los más de 13 mil palestinos que han huido del vecino campo de Nahar al Bared, el mayor y más próspero del norte de Líbano, porque buena parte de sus 31 mil habitantes se dedicaba al comercio entre Trípoli, la segunda ciudad libanesa y la vecina Siria.

“¿Por qué el Ejército libanés ha tenido que bombardear nuestras casas? La gente de Fatah al Islam tenía su base pegada a Nahar al Bared, pero fuera del campo. Además, esos hombres no son palestinos, sino libaneses y de otros muchos países árabes. ¿Por qué los distintos poderes regionales nos utilizan para solventar sus problemas?”, pregunta con rabia Ahmed Abuid, de 47 años.

Ahmed se gana la vida como pintor y es uno de los escasos palestinos que tiene permiso de trabajo libanés. A instancias del Gobierno de Fuad Siniora, los descendientes de los llegados en 1948 pueden trabajar legalmente en Líbano desde el año pasado aunque tienen prohibidos 70 empleos, incluidos todos los que tienen que ver con la seguridad. Aunque ahora pueden trabajar no tienen derecho a la seguridad social, siguen sin poder comprar ni heredar propiedades y ni tan siguiera se les permite la entrada de materiales de construcción en los campos para sanear las viviendas.

Líbano asegura que estas discriminaciones tienen como fin que la comunidad internacional obligue a Israel a garantizar el derecho de retorno de todos los palestinos. Sin embargo, la consecuencia es que casi 60 años después de la expulsión de sus tierras, decenas de miles de familias viven en condiciones infrahumanas, en campos insalubres y condenados a trabajar en negro para malvivir. El único trabajo legal es el que les facilita la UNWRA para los distintos proyectos que realiza en los campos, desde la educación a la sanidad, incluida alguna mínima reparación de las viviendas.

“Estamos hartos de ser moneda de cambio de los intereses de otros. Lo único que queremos es volver a nuestra tierra y si no se logra un acuerdo político internacional que lo permita, el conflicto de Nahar al Bared se repetirá cualquier día en cualquier otro campo”, afirma el doctor Ahmed Eihaj, de 50 años, que estudió la carrera en San Petersburgo (Rusia). Los 25 médicos que atienden el hospital de ese campo y el de Badawi estudiaron en la desaparecida Unión Soviética.

NO QUIEREN OTRO ÉXODO

Ahora todos están refugiados en Badawi, pero antes vivían en Nahar al Bared. “Aunque los edificios se aprietan hasta dejar entre ellos sólo callejas de un par de metros, allí hay mejores condiciones de vida que aquí”, dice el urólogo Saber Mohamed.

Columnas de humo denso y negro ascienden sobre las casas medio derruidas que se ven con facilidad desde la vacía autopista que une Trípoli con Siria. El desvío de un par de kilómetros que conduce a Nahar al Bared está cortado y tomado por los tanques y vehículos militares. El coche retumba por las cercanas explosiones. En el asediado campo aún permanecen entre tres mil y cuatro mil civiles.

“La mayoría es de personas mayores, nacidas en Palestina que no quieren vivir un segundo éxodo”, añade Mohamed. Muchos palestinos no han podido resistir en Badawi y se han ido a otros campos de refugiados en el valle de Bekaa o a casas de familiares y amigos en Trípoli, Beirut u otras ciudades libanesas.

“Advertimos una y otra vez al Gobierno del peligro que representaba el grupo Fatah al Islam, fundado el 27 de noviembre de 2006 y no hizo nada hasta que esos fanáticos asaltaron el domingo 20 de mayo un puesto del Ejército y mataron una veintena de soldados mientras dormían. Nosotros apoyamos al Ejército libanés en su estrategia de acabar con ellos”, afirma el portavoz de Al Fatah en el norte de Líbano, Wisam Abu Zeid. Según Zeid, el acuerdo alcanzado en el campo de Ain el Helue, en la sureña ciudad de Sidón, en el que todas las facciones palestinas se comprometieron en formar una Fuerza tampón entre el Ejercito libanés y los radicales suníes de Yum al Sham -otro grupúsculo ligado a Al Qaeda- debe de “servir de modelo para evitar otros conflictos y para dejar en manos de los palestinos el control y la seguridad de los campos”.

“Llegaron con lo puesto, traumatizados, desesperados, sin una colchoneta donde sentarse”, cuenta Walid al Sale, del millar de personas refugiado en la escuela en la que él enseñaba hasta que hace 21 días se convirtió en apoyo de las distintas ONG internacionales que han acudido en auxilio de las víctimas inocentes.

Ahora, plásticos azules dividen en triángulos las aulas para dar un mínimo de privacidad a cada familia, pero la falta de higiene ha provocado la aparición de enfermedades en la piel y una plaga de piojos.

La UNWRA trata de calmar la ansiedad para evitar que al final del conflicto, cansados de errar, los palestinos se precipiten hacia sus casas bombardeadas y se produzcan muertes por el hundimiento de sus plantas o sus muros.

Ocupación le costó a Israel 50 mil mdd

La ocupación por Israel de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, al cumplirse los 40 años de la guerra de 1967, le costó más de 50 mil millones de dólares, según expertos en macroeconomía.

Esa suma incluye los gastos civiles, esto es, la construcción de asentamientos judíos y su mantenimiento; los de la seguridad que deben garantizar a sus habitantes las Fuerzas Armadas, y el lucro cesante en relación con el producto interior bruto, informó ayer el servicio electrónico YNET, del diario Yediot Aharonot.

El promedio anual de gastos militares para mantener el control en Cisjordania y Gaza está cifrado en alrededor de 600 millones de dólares anuales y el costo civil de los 121 asentamientos existentes, sin incluir los del distrito de Jerusalén, es mayor que el de las comunidades dentro del territorio reconocido de Israel.

Los 21 asentamientos de la Franja de Gaza fueron evacuados y desmantelados entre agosto y septiembre de 2005 y desde entonces ese territorio quedó bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

El costo de mantenimiento es mayor en los asentamientos de Cisjordania que en las localidades de Israel debido a los gastos relacionados con la seguridad -efectivos militares y policiales, iluminación especial, rutas y carreteras- que el Estado debe proporcionar a sus 250 mil colonos por tratarse de ciudadanos israelíes aunque residan en territorios ocupados.

TRÍPOLI, LIBANO

‘Sólo cumplen órdenes’

En el aula de una guardería del campo de refugiados palestinos de Badawi, un puñado de activistas e intelectuales se resiste a que el mundo se olvide que miles de inocentes pueden morir en el vecino campamento de Nahar al Bared.

La guardería Hasan Kanafani sirve de improvisado centro de operaciones para un heterogéneo grupo formado por algún intelectual libanés, estudiantes árabes educados en Estados Unidos y madres palestinas cubiertas de cabeza a los pies.

Nadie parece preocuparse por el origen de quien tiene al lado, mientras éste sea capaz de arremangarse y echar una mano pintando camisetas o escribiendo carteles.

Su objetivo es muy sencillo: impedir que la comunidad internacional y los medios de comunicación se “cansen” de una crisis enquistada y sin una clara salida.

Para ello, piden que el Ejército libanés conceda una tregua en sus bombardeos contra Nahar al Bared para acabar con el grupo radical suní Fatah al Islam.

“Hasta ahora el Gobierno no ha permitido que sean los propios palestinos quienes busquen una solución. Nadie sabe todavía qué quiere Fatah al Islam ni si estarían dispuestos a negociar”, aseguró Samah Idriss, un escritor libanés presente en la reunión.

El grupo de activistas, formado en su mayoría por miembros de la ONG “Campaña de Ayuda para Nahar al Bared”, creada “ad hoc” para el conflicto, organizó hace días una protesta en la entrada sur de ese campamento.

Una treintena de personas desafiaron a las ametralladoras que se escuchaban a apenas cientos de metros y se congregaron para exigir al Ejército que cese los bombardeos y busque una solución negociada.

Consiguieron su objetivo de ser grabados por las televisiones de medio mundo, pero tan pronto como éstas se fueron, los soldados disolvieron de malos modos la protesta y requisaron las pancartas y las fotos de víctimas civiles que llevaba el grupo.

El Ejército libanés se encuentra en una encrucijada y los manifestantes lo saben.

Las Fuerzas Armadas son prácticamente la única institución que goza del reconocimiento unánime del país y vértebra en gran medida el Líbano.

Como reconoce una de las manifestantes Helena Zaky que se declara pese a todo antimilitarista: “Sin Ejército, ahora mismo no hay país”.

“Los soldados son los pobres entre los pobres del Líbano. Ellos también están muriendo y no hacen más que cumplir órdenes de quienes dirigen el Gobierno”, dijo Zaky.

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