A escasos 27 días de que Torreón cumpla sus primeros cien años, el panorama luce desolador, particularmente en el ámbito de la política local. Todo parece indicar que llegaremos inmersos al Centenario entrampados en un juego de vencidas entre el Gobierno Estatal y Municipal.
En medio de estos intereses, netamente partidistas, estamos los ciudadanos, los verdaderamente afectados que vemos obras incompletas y montones de tierra por todos lados. Aunado a la amenaza del Gobierno Estatal de enviar a otras partes de Coahuila recursos destinados a la construcción de aulas en Torreón. Responsabilizando de esta decisión a su villano favorito: el Ayuntamiento.
Ayer fue la famosa controversia por la autonomía municipal, después el pleito por donde se construiría el Centro Regional de Control de Crisis y hoy porque “supuestamente” no hay terrenos para la construcción de escuelas. Honestamente ya basta.
El Gobierno Estatal ha sido hábil para aprovechar el conflicto, adoptando la actitud cómoda “del no hacer”, utilizando como pretexto una resolución de la Suprema Corte de Justicia. Viejos lobos de mar, los priistas han mostrado los colmillos para dejar en claro su forma de hacer política.
En contraparte, el Municipio ha tomado decisiones bajo el calor de la pasión y no con la mente fría. Cargando hasta el momento con la peor parte y siendo víctima incluso de vendettas como lo es la amenaza de llevarse a otra parte del estado los recursos destinados a la construcción de aulas. Aquí la pregunta obligada es qué culpa tienen los niños en este pleito, que les impide tener un salón digno de clases.
Lo paradójico del asunto es que mientras Estado y Municipio sostienen una pelea, hasta el momento inútil, los ciudadanos seguimos viendo las caras sonrientes de José Ángel Pérez y Humberto Moreira compartiendo espectaculares. Al menos si hubiera algo de congruencia en su conflicto, ya deberían haber quitado dichos anuncios.
Más allá de la ironía y la frustración que genera el vivir en un estado donde las autoridades no se ponen de acuerdo, es lamentable que hayamos desaprovechado como sociedad en su conjunto la oportunidad de reflexionar hacia dónde queremos ir como ciudad. El Centenario era un buen pretexto para hacerlo.
No hablo de construir puentes al por mayor, ni de acciones sólo para tomarse la foto, sino de definir un verdadero proyecto de ciudad. Definir el rumbo económico a través de estudios que nos permitieran conocer nuestras ventajas contra otras ciudades de la república y atraer así inversiones. Involucrar a la población en campañas de limpieza, de rescate del Centro. Sin embargo, hasta el momento nada ocurrió.
Preocupados por un conflicto, que por lo largo ya aburrió, autoridades estatales y municipales mantienen en el olvido a Torreón. Calles sin alumbrado público y pavimento, semáforos que no funcionan, niños que hacinados en pequeños espacios toman clases, discursos políticos incendiarios que buscan ser matizados con la promesa de ponerle a un bulevar de Saltillo el nombre de Torreón 100.
Nuestra ciudad es más que el nombre de una calle, como es más que la clase política preocupada, hasta el momento, por sus intereses partidistas y no por idear políticas públicas que en realidad generen un beneficio a la ciudad.
Tanto el gobernador como el alcalde se presentan como los buenos de la película, ambos son incapaces de reconocer errores en las formas. En lo individual cada ciudadano tendrá su opinión de este conflicto, donde los únicos verdaderamente afectados somos los ciudadanos.
De acuerdo a los teóricos las decisiones de los gobernantes en las democracias modernas requieren ser explicadas a sus gobernados, sin embargo, ni el Estado ni el Municipio han logrado ser convincentes en los beneficios que esta disputa dejará a la sociedad. Por el contrario, únicamente ha polarizado el ambiente convirtiéndose en un excelente pretexto para que la clase política en su conjunto, tanto secretarios como legisladores y regidores, dejen tirada la “chamba” para mejor ponerse a “grillar” y opinar de todo aunque muchos actores no tengan vela en el entierro.
Nadie saldrá bien librado de un conflicto que ha evidenciado la incapacidad de nuestros gobernantes de hacer política, de sentarse a negociar y respetar pactos, acuerdos y trabajar por el bien de la comunidad.
Ojalá y por respeto al Centenario, al menos durante los primeros 20 días de septiembre Estado y Municipio sean capaces de darnos a los ciudadanos un descanso de su “guerrita”, para festejar en paz los primeros cien años de una ciudad que muy poco importa a nuestros gobernantes, ya que sólo ven en Torreón un botín político con mira a las próximas elecciones y no como la oportunidad de generar políticas públicas para su desarrollo.
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