Al tiempo que celebramos el cumplimiento de cincuenta años de la Universidad Autónoma de Coahuila, opera el relevo en la Rectoría de esa institución, bajo una circunstancia que mueve a reflexionar.
Con el antecedente del Instituto Ateneo de Coahuila, la Universidad fue fundada por un decreto del Congreso del Estado que tuvo por objeto coordinar la actividad de varias escuelas de educación superior que ya funcionaban y establecer otras que se requerían.
Los primeros dieciocho años fueron de arranque y crecimiento, sobre todo a partir de la descentralización de las actividades de la Universidad fuera de la Capital del Estado en las regiones Laguna y Centro del territorio coahuilense.
Hacia el año de 1975 durante el régimen de Eulalio Gutiérrez Treviño, la postulación del rector Arnoldo Villarreal Zertuche como candidato a diputado por el Partido Revolucionario Institucional, operó como detonador de un movimiento que tremolando la bandera de la Autonomía, pretendió emancipar las tareas de la Universidad de la política del Gobierno Estatal.
El designado para el relevo en la rectoría Jorge Mario Cárdenas González, era compadre del secretario del Gobierno en turno, lo que proporcionó el material inflamable para encender el movimiento bajo el reclamo de que la Universidad era utilizada como trampolín político de personajes vinculados al sistema priista.
Eran los días en que el sistema de partido de Estado se encontraba en su apogeo autoritario y los jóvenes impedidos de todo ejercicio democrático en la vida cívica nacional, se volcaron a crear al margen de la realidad del país, ínsulas democráticas al interior de las universidades.
A ello se debe que en la declaración de principios del propio estatuto universitario, se conserve la expresión según la cual la institución rechaza toda imposición autoritaria del Estado y conmina a los universitarios a participar en la realidad social como agentes de cambio.
La consecuencia fue que el movimiento de autonomía triunfante, ya erigido en Consejo Universitario, generara normas que dan a las bases estudiantiles y magisteriales, el poder de elegir a sus autoridades académicas por medio del sufragio universal, libre y secreto.
La ambición de los grupos políticos y la reacción autoritaria del Estado convirtió a la Universidad en nave al garete, generando una crisis en la que se disputaron el control el entonces rector Óscar Villegas Rico y el gobernador en turno José de las Fuentes Rodríguez. La manipulación y la violencia hizo tocar fondo a la Universidad en los inicios del Gobierno de Eliseo Mendoza Berruerto, hasta que los esfuerzos de Gobierno y comunidad rescataron a la Universidad del caos, mas no de la mediocridad.
Desde entonces la Universidad como institución ha quedado reducida a mera estructura burocrática, ajena a toda participación social. Esta realidad decepcionante se ve atemperada por el hecho de que el decaimiento del activismo político, abre la oportunidad para rescatar poco a poco la función estrictamente escolar que imparte conocimientos y otorga grados académicos, pero que camina al margen de toda actividad crítica de cara a la sociedad o relacionada con la investigación y la difusión de la cultura, que de esta suerte están postergadas.
Hoy la UA de C se apresta a renovar su cabeza rectoral dejando atrás todo intento democratizador. En su lugar, al más puro estilo del viejo régimen priista cuestionado por el movimiento de autonomía en sus días, el actual rector está destinado a incorporarse al Gobierno de Humberto Moreira y se presenta para sucederlo como candidato único y oficial a Mario Alberto Ochoa Rivera, personaje que en los últimos treinta y dos años, no ha hecho más currículo que el que le ha permitido escalar la estructura burocrática remanente.
Ojalá que en éste, que fue joven luchador por la Autonomía Universitaria desde su trinchera de la Preparatoria Popular (en Saltillo), exista el recuerdo de los viejos propósitos.
Correo electrónico:
lfsalazarw@prodigy.net.mx