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Vasos comunicantes| Archivo adjunto

Luis F. Salazar Woolfolk

En física existe un principio experimental, según el cual los vasos que se comunican entre sí mantienen en un mismo nivel los líquidos que contienen, sea cual fuere el espesor de cada uno de esos vasos.

Lo anterior aplicado a los altos índices de violencia que experimentamos en nuestro país, indica que cualquiera que sea el origen de tales actos de violencia, la índole de los efectos e intensidad del resultado final, se obtiene por la suma de todos los factores que intervienen.

En otros términos, la violencia que se ejerce aduciendo motivos políticos por los grupos extremistas como el llamado Ejército Popular Revolucionario o la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la violencia que se ejerce por parte del crimen organizado u ocasional y aún que tiene su origen en el seno de la familia, converge en una suma que al carcomer las entrañas de la vida en común, amenaza la viabilidad de la Sociedad y la gobernabilidad del Estado.

Resulta contradictorio que en un momento histórico en el que después de décadas de régimen autoritario, se abren oportunidades sin precedentes a la vida democrática que ofrecen variados cauces de acceso al poder público por la vía política electoral, exista una agresión múltiple también sin precedentes, en contra tanto de las instituciones de Gobierno como de la ciudadanía en su conjunto.

Los atentados perpetrados en días pasados en contra de las instalaciones de Petróleos Mexicanos en Querétaro y Guanajuato y que los voceros del EPR reivindican como de su autoría, el bloqueo a la Guelaguetza que implica un ataque a la vida cotidiana del pueblo oaxaqueño por parte de la APPO y las múltiples acciones del crimen organizado en contra de autoridades y ciudadanos en diversas partes del país, son parte de una misma escalada de violencia que con independencia de los pretextos alegados por sus autores, opera en perjuicio de la Sociedad como un mismo monstruo de muchas cabezas.

El mencionar que esa escalada de violencia rebasa a las autoridades es una verdad de Perogrullo. Lo grave es que la violencia rebasa a la misma Sociedad, en virtud de que en ella tiene su origen y en ella echa raíces, erigiendo una verdadera estructura perniciosa paralela a las instituciones del Estado.

El hecho de que con frecuencia se explique la debilidad de los cuerpos policiacos con el argumento de que los agentes del crimen organizado se encuentran mejor pagados, implica reducir a términos meramente monetarios la conveniencia de la paz social y la incapacidad tanto de la sociedad como de las instituciones de Gobierno para establecer una identidad con sentido de pertenencia, en relación a cada uno de los ciudadanos.

Para el desempeño de su función, el bombero, el Policía, el médico o el empresario, requieren además de una retribución económica a la que tienen derecho, ese sentido de pertenencia a la institución para la cual trabajan y a la comunidad a la que se deben, que se basa en un convencimiento personal de que su labor es parte del gran esfuerzo conjunto del que dependen la existencia de una gran casa en la que viven ellos y sus familias y que por ende, vale la pena su sostenimiento a costa del sacrificio que fuere menester. O logramos restituir ese sentido de pertenencia de todos y cada uno de los ciudadanos a ese universo integral que llamamos México, o perderemos nuestra identidad como país y el país como tal.

Es cierto que vivimos en un país en el que existen diferencias económicas dramáticas y un gran número de personas en pobreza extrema, sin embargo los agentes de la violencia suelen ser reclutados sin distinción de clase social, las propias estructuras del crimen organizado lejos de generar justicia producen enormes concentraciones de dinero y por otra parte, pereciera que si bien falta alimento, vestido y vivienda a multitud de compatriotas nuestros, corre a raudales el dinero que se gasta en drogas y juegos de azar aún entre los sectores más pobres.

En todo caso, parecemos empeñados en ir hacia una sociedad en la que la participación cívica y la vocación de servicio a los demás, estén determinados tan sólo por una conjetura salarial en un sistema liso y llano de beneficios expresados en dinero. En una cultura de tal índole, no tienen cabida las virtudes que se forman en el trabajo cotidiano y por ende impera el apetito como aliciente y como norma la ley del más fuerte.

Correo electrónico:

lfsalazarw@prodigy.net.mx

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