Viendo los espectáculos que despliegan día a día en diferentes rumbos de la Ciudad de México los que se dicen profesores disidentes, se vuelve a manifestar desgraciadamente, de manera notoria algo sumamente grave para el país.
La enseñanza en México está en crisis y se requiere que a la brevedad desarrollemos un esfuerzo inteligente, programado y sostenido para sacar a los niños y jóvenes de México, de este estado de postración que les impedirá conseguir las oportunidades que se manifiestan en este cambio de época donde frases como: calidad total; entregas justo a tiempo; producción integrada y de clase mundial; globalización cultural con sus requerimientos de mentalidad pluricultural y necesidad del bi o plurilingüismo que incluye por supuesto el manejo con soltura del lenguaje computacional; se convierten no solamente en palabras de moda, sino en auténticas actitudes necesarias en el empleado, funcionario y empresario contemporáneos, si es que quiere mantenerse en su actividad productiva.
Los datos que aportara la OCDE hace algunos meses, respecto del penúltimo lugar que México ocupaba en un concierto de 32 países, respecto de índices de aprovechamiento escolar en materias como matemáticas, física, lectura de comprensión etcétera, nos debiera llevar a ocuparnos específicamente en la mejora sustancial de nuestro sistema de enseñanza.
Pero en contraste con ese hecho nos encontramos a algunos que se dicen profesores dedican los días posteriores al 15 de mayo, no a la preparación de los exámenes como debiera ser, sino a bloquear avenidas importantes de la capital de la República, construir casa de ladrillo en vías públicas, apedrear policías o destrozar bienes ajenos con la complacencia de las autoridades capitalinas.
Lo primero que debemos de hacer padres de familia, profesores de cualquiera de los niveles de la enseñanza formal, directivos de los centros educativos, empresarios y Gobierno es empezar a considerar la enseñanza y el proceso de educación integral, como la más importante inversión que puede hacerse en un país, en vez de seguir con esa apreciación reduccionista de verla como un gasto.
Los gastos son diferibles y son ahorrables, los dineros y esfuerzos dedicados a la inversión en este caso educativa son prioritarios y dentro de esas prioridades está por supuesto pagar lo mejor que se pueda a los profesores.
Pero acto seguido lo que debemos de hacer quienes estamos preocupados por la baja en los niveles educativos es no seguir tolerando esos pésimos ejemplos de quienes se dicen profesores de los niños y jóvenes de este país.
El proceso educativo de una persona demanda como elemento fundamental que los agentes que participan en él mantengan conceptos y actitudes de congruencia,
En el momento en el que sobre todo el niño constata que está existiendo una contradicción entre lo que le dice en el aula y hace fuera de ella un agente educativo, en ese momento en el niño se plantea una auténtica crisis, por no saber a ciencia cierta a qué hacer caso: si al dicho o al hecho.