Sollozando frente a la entrada de aquella pequeña cueva, se encontraba un pequeño pastorcito, acertaba a pasar por ahí un anciano que se detuvo al escuchar el llanto de aquel pequeño, ¿Por qué lloras? Le preguntó, -verás; contestó el pastorcito. Estábamos en el desierto, observando una brillante estrella que apareció en el firmamento de la noche; y cuya luz se reflejaba sobre Belén, cuando de pronto apareció un hombre con túnicas resplandecientes y nos llevó la buena nueva, de que había nacido el Salvador.
Presurosos los pastores mayores, se alistaron a dirigirse a Belén para adorar al Salvador, pero a mí me dejaron a cargo de las ovejas. Tiempo después volvieron los pastores muy contentos por haber visto al Mesías, y cuando me disponía a ir a Belén, una oveja escapó del rebaño y tuve que ir a buscarla, tardando horas en encontrarla para poder regresarla. Cuando ya me dirigía hacia Belén, un viajero me pidió ayuda pues se había, lastimado un tobillo al pisar sobre una piedra del camino y no podía caminar, por lo que tuve que ayudarlo a llegar a una posada, apoyándose en mi hombro, perdiendo yo aún más tiempo. Retomando yo el camino hacia Belén vi a una anciana que no podía sacar una cubeta de un pozo de agua, por lo que me acomedí a hacerlo por ella y le llevé sus cubetas hasta su casa. Para acabar de empeorar las cosas; encontré en el camino a un hombre que tiraba de un asno, y arriba del mismo, iba una mujer que cargaba a un bebe, me preguntaron que si los podía guiar hacia Hebron, ya que les urgía llegar a Egipto, y no estaban seguros de qué camino seguir. Por lo que tuve que desandar el camino y conducirlos por camino seguro hasta aquella población. Y cuando por fin pude llegar hasta aquí, ya no pude encontrar al Salvador para adorarlo. ¡Bienaventurado seas!, exclamó aquel anciano. Porque has tenido la fortuna de adorarlo más que ninguno de nosotros, y lo has hecho al cumplir con tu deber al quedarte a cargo de las ovejas, lo has hecho, al dirigirte a buscar a la oveja perdida. Cuando auxiliaste a aquel viajero herido. Y también cuando ayudaste a aquella anciana con su pesada carga; pero sobre todo fuiste tú, el que tuvo la gran dicha de guiar a nuestro salvador en su huida a Egipto, pues aquel bebé que cargaba aquella mujer era nuestro Salvador.
Sea cual fuere tu credo o religión, estarás de acuerdo conmigo que la bondad, el amor, y el servicio a los demás, son formas de ser útiles a la humanidad, no importando tu posición social , o tus recursos económicos. Siempre podemos hacer algo por los demás cuando nos lo proponemos. En estas fechas, en que los cristianos nos disponemos a celebrar la Navidad, que significa la natividad o nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, debemos de reflexionar que lejos de pensar en un gran festejo, debemos de tomar conciencia que la Navidad significa esperanza de lograr un mundo mejor... Y un mundo mejor se logra con los pequeños detalles que día a día podemos añadir a nuestro diario vivir. Y es que, no significa que tú poseas grandes dones, o una gran cantidad de dinero; para poder dar a los demás en ésta y cualquier época lo mejor de ti mismo. Sin importar si eres ateo o cualquier creencia que tú profeses. Pero si estás convencido que con tu granito de arena puedes mejorar el mundo ¡Adelante! Lo puedes hacer. Recuerda que la playa está formada de infinidad de granos de arena, el mar de infinidad de gotas de agua, y que todas juntas hacen algo grande; al igual que las estrellas y los planetas que forman el universo.
Cualquier época es buena si te decides a mejorar tu vida y la de los demás, no tomemos como pretexto estos días para hacer festejos con abundancia de alcohol, recuerda que tu familia es lo más importante y triste sería que por excesos se pierdan vidas en ésta y otras épocas. Si te encuentras lejos de casa, o te toca trabajar en estos días, piensa que si lo haces en beneficio de tu familia estarás sirviendo a Dios, pues Dios se congratula más con el servicio a la humanidad.
Reconozcamos a todos aquellos seres que la noche del 24 de diciembre estarán en los hospitales cuidando enfermos, o haciéndose cargo de las labores de limpieza o mantenimiento de los mismos (que sin ellos no podría funcionar el hospital), a los policías que se dedicaran a cuidar la ciudad, a las telefonistas que atienden los diferentes servicios, a los operadores de autobuses, a los encargados de mantener la energía eléctrica, o el bombeo de agua, a los socorristas y paramédicos que a bordo de sus ambulancias estarán prestos a acudir en auxilio de los demás. Pero lo más importante démosles un respiro no conduciendo ebrios o hacer de un festejo una tragedia por los excesos, la irresponsabilidad o los resentimientos. Si estás solo recuerda que siempre hay un poder superior en quien puedes refugiarte, y no te sentirás abandonado.
Hagamos una blanca Navidad. ¡Feliz Navidad!
Un saludo al comandante de la Cruz Roja Alberto Pasillas.
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