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VIDA Y SERVICIO / “EL RESPETO”

DR. GUILLERMO RODRIGUEZ RIZADO

Entre ayees de dolor y quejidos lastimeros, aquel hombre, que se encontraba sentado en la cama de aquel hospital. Tenía sus piernas y los genitales sumamente hinchados. La lengua hinchada y seca salía de entre sus labios. Un joven médico, que se encontraba revisando algunos expedientes, logró ver a un anciano que entraba en la habitación de aquel pobre paciente. Era raro ver entrar a alguien a visitarlo, ya que el tiempo que llevaba internado siempre se encontraba solo y solamente de vez en cuando iba algún familiar, y el que más frecuentemente iba a verlo era ese anciano que acababa de entrar. Después de un buen rato, cuando el anciano ya se retiraba fue alcanzado por el joven médico. –Perdone, le dijo, ¿es usted familiar de don Juan?... ¡No! Le contestó el anciano. Fuimos compañeros de trabajo durante mucho tiempo, de hecho él fue mi jefe, en la oficina de gobierno donde trabajábamos los dos.

¿Por qué nadie viene a verlo? Cuestionó el médico. Mirando fijamente a los ojos del médico, el anciano respondió: es que usted no lo conoció. Cuando él era joven, y estaba sano, fue cruel y terrible con los demás. Jamás tuvo respeto por nadie. Llegó a esa oficina como jefe de la misma, gracias a la amistad que tenía con un alto funcionario de gobierno. Su prepotencia y poder hacían que todo mundo le tuviera temor pero no respeto. -¿Y su familia?... volvió a preguntar el médico. –No quieren saber nada de él. Su esposa que en paz descanse, murió hace ya algunos años, tal vez a consecuencia de las golpizas que él le propinaba. Tuvo otras dos mujeres más jóvenes que su esposa, con las cuales procreó tres hijos, pero cuando los niños, si necesitaban algo, y se atrevían ir a verlo a la oficina. Los corría inmediatamente, con gritos y palabras altisonantes. Jamás tuvo amigos sinceros, sólo gente, a la que le convenía tener amistad con él, por supuesto de jefe en la oficina. A nosotros nos trataba con la punta del pie, y teníamos que soportarlo por temor a perder nuestros empleos. Una secretaria que era muy eficiente no accedió a sus pretensiones sexuales, y él le inventó un fraude. Con el cual logró correrla de la oficina. ¿Y usted por qué lo visita? Verá doctor... ¡yo soy cristiano! Y le he perdonado todas las ofensas que me hizo y sólo lo veo como un ser humano.

“El respeto se gana, el temor se adquiere”.

Estimado lector: pienso que en los seres humanos, la convivencia diaria se basa fundamentalmente, en el respeto, que debemos a los demás. Nuestros abuelos o padres. Cuando de niños, nosotros, cometíamos alguna imprudencia; con sólo dirigirnos la mirada, entendíamos que estábamos haciendo algo mal, y agachábamos la cabeza. Actualmente, es muy común ver a señoras con sus niños (aun de brazos), que les propinan sendas cachetadas a la mamá. Y sólo aciertan a sonreír, como diciendo que son niños; y peor aún, he sido testigo de pequeños niños de cinco años que le dicen a su mamá con toda la facilidad del mundo: “te voy a matar” (si es que no lo aderezan con maldiciones), esta conducta a mi entender tiene dos vertientes. Uno educacional, por parte de los padres y otro derivado de los medios de comunicación. Que están plagados de violencia (aun en las caricaturas), y de muchos malos ejemplos como la clásica telenovela de “Soy Rebelde” (cuyos personajes se han convertido en verdaderos héroes de nuestra juventud). Esto crea una atmósfera en el niño y en el joven de “normalidad”. Es decir que piensa que lo que está haciendo, no tiene nada de malo. Ya que así lo ha aprendido.

Desgraciadamente, la pérdida de respeto no sólo se da en los niños, sino también en muchos adolescentes. Que ya no se intimidan ante ninguna figura de autoridad. Sea ésta paterna, de algún maestro, o de alguna autoridad policíaca. Pero, ¿cómo podemos exigir respeto a una generación de niños o jóvenes. Cuando nosotros como adultos no hemos hecho nada para enseñárselos? O lo que es peor aún, damos el mal ejemplo. Y ese mal ejemplo, lo ven todos los días. Cuando nosotros, tiramos basura por la ventanilla del automóvil, nos pasamos un semáforo en rojo, le decimos al oficial de tránsito que: “no sabes con quién te estás poniendo” o utilizamos un espacio para personas discapacitadas. En estos tiempos que estamos viviendo, hablamos mucho de nuestros derechos. Pero poco de nuestros deberes. Y uno de esos deberes es el respeto. Y no nada más hacia los demás, sino también al medio ambiente que nos rodea. Como son la naturaleza, los árboles, los animales, los ríos etc., etc.

Mucha gente piensa que se ha ganado el respeto de los demás, porque es dueño de un gran poder, pero en realidad lo que han ganado es el temor de la gente que los rodea. Como la historia, al principio de esta columna. Y cuando ya no tienen nada, acaban abandonados. Cultivemos en nuestros niños y jóvenes el respeto a los demás y obtendremos gente exitosa, ya que nunca estarán solos en su vida.

Anuncio parroquial: el próximo día 17 de diciembre, se presentará en el gran Teatro Nazas el ballet internacional del Cascanueces. A beneficio la Casa Hogar Infantil y podrán adquirir sus boletos en la taquilla del teatro ¡no te lo pierdas!

¡HASTA LUEGO¡

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