El inicio de una nueva Administración Municipal siempre genera entre los ciudadanos la esperanza de que el alcalde electo esté comprometido con el trabajo, para así realizar una buena gestión y lograr el desarrollo de su comunidad.
El fin de semana tomaron posesión Ricardo Rebollo y Carlos Aguilera como alcaldes de Gómez Palacio y Lerdo respectivamente. Ambos priistas tienen frente así el enorme reto de demostrarle a la ciudadanía que no se equivocó al votar por ellos en las pasadas elecciones.
Debido a la juventud de ambos, existe la expectativa de que la forma de ejercer la política en La Laguna de Durango cambie radicalmente por el bien de los ciudadanos. Es un hecho que Gómez Palacio y Ciudad Lerdo tienen un desarrollo muy inferior al experimentado por Torreón, a pesar de que las tres ciudades pertenecen a una zona conurbada.
La Administración de Octaviano Rendón fue de luces y sombras. La percepción ciudadana es que faltó mucho por hacer. Para desgracia de Rendón las manifestaciones de crimen organizado al final de su gestión, contribuyeron a fomentar la percepción de que Gómez Palacio es una ciudad insegura, de ahí que muchos matrimonios jóvenes hayan optado por cambiar su residencia a Torreón. Además de que los grandes Centros Comerciales y restaurantes también están en Torreón.
En Gómez Palacio no hay un boom de fraccionamientos dirigidos a la clase media. La construcción durante la gestión de Rendón Arce se dirigió sobre todo a casas de corte popular.
Ricardo Rebollo está consciente que su ciudad ha dejado de ser atractiva para muchos adultos jóvenes de su generación. Su campaña política fue muy orientada hacia ese sector, de ahí que uno de sus grandes retos sea cambiar la percepción que existe de Gómez Palacio.
El nuevo alcalde está obligado, junto a su equipo de colaboradores, a elevar los niveles de calidad de vida de los ciudadanos. Para lograrlo debe reducir los índices de inseguridad, coordinarse con el Gobierno del Estado para atraer inversiones, pero sobre todo debe dedicarse a trabajar. Finalmente la mejor carta de presentación de un político es la “chamba” que realice.
Ricardo tiene un apellido que pesa, su padre José Rebollo, fue dos veces alcalde. Muchos gomezpalatinos guardan una buena imagen del padre de Ricardo, lo que sin duda representó un fuerte capital político en los días de campaña, pero que hoy lo obligan a esforzarse el doble en su nuevo trabajo de alcalde.
La Administración saliente, como todas, deja grandes pendientes en drenaje, pavimento, servicios primarios, pero hay un tema que se requiere aclarar: el proceso de licitación del servicio de basura que ganó Proterra. Muchas dudas existen sobre este proceso, de ahí que si Rebollo cumple su promesa de investigar a fondo la licitación para descubrir si hubo irregularidades, marcaría distancia de su antecesor y podría presumir que en realidad en el PRI existen vientos de cambio.
Por su parte, Carlos Aguilera llega a un municipio prácticamente en banca rota. El PRI vuelve a la presidencia municipal de Lerdo, sin embargo, ahora las cosas lucen en verdad complicadas. El final de la Administración que inició Rosario Castro, la cual abandonó por un cargo en la Federación, ocupó en las últimas semanas lugares preponderantes en los medios de comunicación. Al alcalde suplente, Antonio Olivas, le dejaron en tan mal estado el changarro que ya no había dinero ni para pagar la luz.
El pasado sábado Aguilera declaró que de ser necesario, se investigará y solicitará una auditoría a las diversas áreas de la Administración que concluyó ante la presunción de que dos millones de pesos pudieron haberse empleado en la liquidación o pago de ahorro de los ex regidores.
“Veremos cuánto dejó la Administración pasada y cuánto puedo conseguir para hacer frente a las necesidades”, afirmó al hacer un llamado a quienes según dijo, hayan actuado mal o de manera fraudulenta porque de alguna manera tendrán que pagar, refiriéndose al caso que se hizo público de un ex funcionario acusado de desfalco.
En este escenario Carlos Aguilera está obligado a remar contra la corriente, para su mala fortuna al ciudadano promedio no le importa si el desfalco económico heredado es un impedimento para hacer un buen trabajo, los lerdenses quieren ver un alcalde que trabaje por el Municipio. Con los pocos o muchos recursos que existan.
Los días de campaña ya terminaron, “los cómos” y “la O naranja” es cosa del pasado, lo mismo que el “a poco nos vamos a quedar así” de Aguilera. Obviamente sería iluso pensar que los nuevos alcaldes van a cumplir al 100 por ciento sus promesas, pero lo que sí se les puede exigir es que trabajen por el bien de sus respectivos municipios, que finalmente será su mejor carta de presentación para abultar su capital político o por el contrario desperdiciarlo.
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