La irrupción en la vida política del obispo Fernando Lugo Méndez, que busca la Presidencia de ese país, puede acabar con 60 años de dominio ?colorado?
EL PAÍS
ASUNCIÓN, PARAGUAY.- Mucha gente lo venera como si fuera una estrella de rock. Otros lo ven como a un salvador del país. La irrupción en el mundo de la política del obispo dimisionario Fernando Lugo Méndez está causando un gran revuelo en Paraguay.
Por primera vez en casi dos décadas de democracia, la Oposición paraguaya podría estar muy cerca de arrebatar el dominio al Partido Colorado, que lleva 60 años en el poder. Pero el camino del obispo, que no puede renunciar a su investidura, según ha confirmado el Papa Benedicto XVI, no se presenta fácil. De persistir en su decisión de entrar en política, el religioso se arriesga a ser excomulgado. Por otro lado, un Artículo de la Constitución paraguaya prohíbe la candidatura a presidente de la República a un ministro de cualquier culto. Algunos piensan que la decisión unilateral de colgar la sotana es suficiente para que pueda concurrir a la Presidencia; otros estiman lo contrario.
Curiosamente, su principal contrincante político, el actual presidente Nicanor Duarte Frutos -que no es católico-, también se enfrenta a un dilema similar, ya que la Constitución no contempla la reelección y desde el inicio de su mandato ha buscado sin éxito una enmienda constitucional que le permita presentarse a un segundo periodo. Duarte Frutos incluso ofreció al obispo solucionar esta crisis con una negociación para reformar la Constitución en beneficio de ambos, pero Lugo -que dejó los hábitos sin autorización papal- no está dispuesto a negociar esa propuesta.
Cuando falta más de un año para las elecciones generales, todos los partidos de la Oposición decidieron el pasado lunes unirse detrás de una sola oferta y plataforma presidencial, si bien cada formación presentará sus propias listas para el Congreso y para gobernadores. Y es un secreto a voces que el candidato único de la Oposición será Fernando Lugo.
EL REFUGIO DEL SACERDOCIO
El tres de febrero se cumplieron 18 años de un golpe militar que derrocó a una de las dictaduras más antiguas de América Latina, la del general Alfredo Stroessner, que gobernó Paraguay de 1954 a 1989.
La figura de Fernando Lugo invita a retroceder en la historia paraguaya. Cuando era adolescente, sus padres le persuadieron para no involucrarse en política y no seguir los pasos de sus tres hermanos mayores, que habían acabado exiliados, detrás de su tío, el legendario caudillo y músico colorado Epifanio Méndez Fleitas. Fernando se decidió entonces por la docencia, pero a los 28 años sintió una llamada profunda y se ordenó sacerdote. Fue misionero de la orden del Verbo Divino y estudió sociología y economía en Ecuador. A mediados de los años noventa fue nombrado obispo en la diócesis de San Pedro, uno de los sitios más aislados y pobres de Paraguay, pero después de más de una década abogando por el derecho de los más olvidados, Lugo decidió dar un nuevo vuelco a su vida y abandonó el sacerdocio para dedicarse a la política. No fue una decisión fácil, pero, según afirma, sí una que lo llena de dicha y pesar al mismo tiempo. Le duele dejar a sus compañeros de lucha, la orden que fue su familia y la disciplina de la vida religiosa, pero lo hace pensando en un Paraguay mejor.
?EL HAMBRE NO TIENE IDEOLOGÍAS?
A los 57 años, el obispo Fernando Lugo ha sacado del letargo y del derrotismo a la Oposición política de su país. Aunque todos los partidos lo apoyan como candidato único para las presidenciales del próximo año, de momento Lugo Méndez sigue sin decantarse por alguno de ellos.
¿Cuál es su estatus eclesial en este momento?
El 18 de diciembre pasado presenté mi renuncia al Ministerio pastoral. Pero para la Iglesia Católica, el sacramento del orden imprime carácter y hace de uno un sacerdote de por vida.
¿Cómo se siente usted ante la reacción de la Iglesia, incluso de algunos de sus compañeros, que han reaccionado de manera negativa ante su decisión?
Es la reacción normal. Yo reconozco que mi petición se enmarca dentro de una falta disciplinaria de la Iglesia, en la cual el derecho canónigo prohíbe a los clérigos participar en política partidaria o en el ejercicio de funciones públicas. Pero más allá del derecho canónigo existen otros valores, como la tradición y la fuente misma, el testimonio de la vida de Jesús, que en alguna ocasión se sale de los paradigmas jurídico-legales y pone en primer lugar a la persona. Y creo que Paraguay está en una situación de emergencia. Para bien o para mal, monseñor Lugo generó una suerte de esperanza, de ilusión. Y sueño con esa gente que es posible construir un país diferente, de iguales, sin discriminaciones.
¿Fue difícil llegar a esta decisión?
Fue una decisión dolorosa y gozosa al mismo tiempo. Dolorosa, porque es muy difícil dejar 30 años de sacerdocio, de vida misionera y gozosa, porque pienso en conciencia que lo que he hecho está bien, recibiendo el aval y el apoyo de tanta gente en Paraguay, especialmente de las comunidades cristianas. Es una opción que hasta ahora considero racional, hecha en conciencia y en libertad para ejercer desde el campo de la política, la misma caridad cristiana.
¿Por qué pensó que era el momento apropiado?
Después de 11 años de estar en San Pedro de Ycuamandiyú, que es la zona más pobre del país, me percaté de que muchas de las soluciones a los problemas sociales -la pobreza, la falta de salud, la falta de educación-, por lo menos acá en Paraguay, pasan por la cuestión política. Uno puede tener muy buenas intenciones, dar muy buenos consejos, incluso denunciar proféticamente muchas cosas; pero la situación no ha cambiado. Y ha empeorado la corrupción, hay mayor pobreza, la falta de posibilidades de estudio, de salud. He decidido buscar las soluciones desde el ámbito político.
Sin precisar si piensa volcarse a la izquierda o a la derecha política, usted habla de crear un nuevo Paraguay. ¿Podría explicar su visión?
El hambre no tiene ideologías. Tampoco la enfermedad, ni la falta de educación que se da en todos los sistemas ideológicos. Jocosamente, los campesinos en el Paraguay dicen ?Ruta hu ndoicolori?, es decir, la ruta asfaltada -ruta negra, literalmente- no tiene color. La ruta asfaltada no pertenece ni es monopolio de ningún partido. El asfalto tiene que llegar con el desarrollo, con el progreso. Por hoy no existen las ideologías químicamente puras. Creo que hay una convergencia de ideologías y creo que hay problemas complejos y diversos a los cuales hay que ir buscando soluciones nuevas en los distintos países. Venezuela tendrá su proceso, Bolivia lo mismo y Paraguay tendrá que encontrar soluciones a sus problemas reales.
Paraguay se ha quedado aislado del mundo, ¿cómo va a acercarlo y a la vez iniciar un proceso de revolución y de cambios?
Desde la Iglesia decíamos muchas veces que Paraguay se identifica con el Gobierno y que es un Gobierno sin rumbo. Yo creo que tenemos que marcarnos un horizonte. Un modelo, un proyecto de país. Mostrar un país que no sea únicamente conocido por su ilegalidad, su corrupción o su falta de justicia.
Usted habla de un Paraguay más equitativo, pero si un inversor dice ?ah, monseñor Lugo es de tendencia socialista, va a haber invasiones de tierras, va a haber privatizaciones??, ¿qué le diría sobre su visión del país?
Primero tenemos que aclarar que actualmente los inversores no quieren venir a Paraguay, estando o no estando monseñor Lugo. Igual no quieren venir. ¿Por qué? Porque hay una gran inseguridad jurídica. La clave de la inversión es la seguridad. El sistema jurídico paraguayo debe ser reformado. No puede ser que una Corte Suprema de Justicia responda a intereses políticos y sea al mismo tiempo cuota política de los partidos. Así, los jueces no pueden responder objetivamente. No podrán responder equitativamente. Entonces, uno de los grandes desafíos es garantizar la seguridad jurídica y eso va a garantizar el sistema laboral, el crecimiento económico equitativo.
¿Cómo es su proyecto político?
Yo creo en un liderazgo colectivo que traigo de la experiencia de la Iglesia. Un liderazgo compartido con responsabilidad y solidario. No creo en el único líder de los que estuvimos acostumbrados a escuchar durante la dictadura. Un proyecto político temporal nunca dará el gusto a todas las personas; por eso creo en un proyecto de país que se puede hacer entre todos. Creo que se puede sumar y construir.