La Semana Santa marca el fin de la primera etapa del régimen presidencial de Felipe Calderón. La aprobación de la nueva Ley del ISSSTE fue un logro legislativo que anuncia otras reformas necesarias. Se asigna una alta prioridad a la fiscal. Ésta perdería uno de sus objetivos más trascendentes si no se libera a Pemex de la pesada carga que significa aportar casi el 40 por ciento de los ingresos presupuestales del Gobierno Federal, ya que le impiden realizar las cuantiosas inversiones que urgen para sostener su producción petrolera y seguir afianzando nuestra posición entre las primeros exportadores mundiales de crudo.
Las diversas reformas que el país requiere deben entenderse como parte de una concepción de gran visión. Los ajustes en la estructura fiscal, las ambiciosas políticas energéticas y programas de fomento agrícola e industrial, la vigorosa orientación de nuestro comercio exterior no tienen otro objeto que el de inducir mejores niveles de vida a través de la creación de empleos y los más amplios servicios sociales posibles.
Tales metas no pueden cumplirse dentro de los bordes de un sexenio, ni tampoco en los inmediatos que sigan. El desarrollo nacional se forja a lo largo de décadas enteras lo que requiere continuidad de estrategias y persistencia en el esfuerzo.
Es un hecho, empero, que la constancia no ha sido precisamente la cualidad que más distinga a las administraciones mexicanas. Ni siquiera en el largo capítulo de gobiernos del PRI se evitaron oscilaciones entre visiones tan dispares que van del quasi socialismo nacionalista de los treinta y cuarenta, a la indiscriminada adopción de tesis neoliberales aperturistas de los ochenta y noventa. Fueron constantes los cambios de ruta que sexenio tras sexenio atestiguamos, por demás desconcertantes y costosos. La administración del PAN que ahora comienza su segundo turno tiene la oportunidad de mantener firme la orientación de sus programas de Gobierno. Ante todo el respeto a las instituciones democráticas electorales en momentos en que éstas son cuestionadas en casa y puestas a prueba en muchos países. El principio de subsidiaridad que acota la intervención oficial a lo estrictamente necesario y un compromiso con la solidaridad social del sector privado y de los funcionarios públicos, son paradigmas inspirados en el humanismo que deben identificar la gestión panista a todo nivel.
El Plan Nacional de Desarrollo, obligación sexenal, pendiente de ser anunciado, debe reflejar las recomendaciones de los grupos de trabajo Perspectivas año 2030 que se establecieron durante la campaña de Calderón y coincidir con las metas del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas en materia de salud, educación y empleo. Todo el conjunto de acciones que se describan en el Plan deben de estar imbuidas de una perspectiva de mediano y largo plazo.
El año 2007 y particularmente las próximas semanas, es crítico para la suerte de la Administración de Calderón puesto que en este corto lapso hay que completarse el esquema general de acción para los cinco años que aún le faltan. Esperar más tiempo, es poner en riesgo la posibilidad de realizarlas dentro del pragmatismo político.
Hasta ahora el arranque del régimen ha sido muy positivo. Las medidas para eliminar la inseguridad y combatir las mafias productoras y traficantes de drogas, el haber entrado de lleno a la concertación legislativa y el inicio de una etapa de relaciones internacionales geopolíticamente equilibradas y de dignidad, son pasos firmes que han generado confianza dentro y fuera del país.
Falta completar esta lista con políticas dirigidas a mejorar la vida en el campo modernizando rendimientos y diversificando cultivos. Hay que tener una política de fomento a la agroindustria y proponer dirección a nuestra industria nacional y a los nuevos servicios. Así el Gobierno podrá encausar los esfuerzos nacionales hacia un México fuerte y próspero que no sólo sabe solucionar sus problemas, sino mantiene y acrecienta su influencia en los complejos escenarios mundiales del siglo XXI.
Las próximas semanas son, pues, especialmente importantes. No sólo para el Gobierno, sino para nosotros los ciudadanos en cuyo nombre se toman las decisiones.
Abril de 2007.
juliofelipefaesler@yahoo.com