Usted puede meter una rana en un recipiente de agua hirviendo y la rana saltara hacia fuera en forma inmediata.
Haga el mismo experimento pero en esta ocasión vierta el agua a temperatura ambiente; y meta la rana. Posteriormente incremente la temperatura del recipiente 1 grado cada 3 minutos hasta que hierva el agua: La rana morirá hervida sin darse cuenta.
Este es el “síndrome de la rana hervida”, que metafóricamente puede ser aplicado a muchos aspectos de lo que vemos a nuestro alrededor.
Puedo confesar que he sufrido este síndrome muchas veces, y me imagino que a alguno de ustedes les habrá pasado lo mismo.
Durante los años que viví en México me acostumbre a ver muchas cosas como “normales” sin darles mayor importancia – pues metafóricamente la temperatura subía tan solo un grado cada tres minutos y yo no me daba cuenta-.
Era normal ver a los niños pobres de apenas cuatro o cinco años pidiendo limosna o vendiendo chicles en las calles; niños menores de edad trabajando en las tiendas de descuento.
También me acostumbre a ver como normal los anuncios en los periódicos solicitando contadores, pero solo egresados del ITESM o la IBERO, y solo menores de 40 años.
También me acostumbre a ver como se favorecía la contratación de secretarias de tez blanca, bonitas y bien vestidas, y se rechazaba a las chaparritas, gorditas y de tez morena, sin entrevista alguna y sin siquiera leer sus curriculums.
Me acostumbre a ver los “guaruras” de los chicos ricos afuera de la escuela de mi hijo, y a verlos afuera del campestre La Rosita esperando a que el “patrón” saliera y escoltarlo de regreso a casa.
También me resigne a que mi hijo nunca pudiera pasear solo con sus amigos en bicicleta por las calles de la Colonia San Isidro.
Me resigne a que nunca pudiera subirse solo a algún transporte publico.
Me acostumbre a ver a los chicos de 15 años manejando los coches lujosos de sus papas, mientras tomaban cerveza el domingo en “la central” de Torreón jardín.
Confieso que me asombraba cuando me enteraba que los guaruras de “fulano” golpearon al hijo de “sutano” y solo rogaba que mi hijo nunca anduviera cerca de esos lugares.
Me acostumbre a ver a los policías municipales como pobres individuos que no encontraron otro trabajo mejor.
Me acostumbre a dar sobornos en dependencias oficiales para acelerar cualquier tramite, y aprendí que “engrasar la maquinaria burocrática” con estilo y con eficacia, es una habilidad apreciada en el ambiente de negocios.
En estos días he leído sobre los terribles acontecimientos de violencia en La Laguna, y parafraseando la anécdota de la “rana hervida” me doy cuenta que la “temperatura del agua” ha subido sigilosamente “1 grado cada 3 minutos”.
Yo me pregunto si usted se da cuenta como es que ha cambiado el País en los últimos diez años.
Le tengo noticias. Eso NO es normal.
En otros países los niños pueden pasear relativamente seguros en bicicleta por las calles, y se pueden subir al metro solos a las 11 de la noche sin que los asalten.
El ser policía es una profesión difícil, respetable y bien remunerada.
Y no importa si usted no es rubia alta y de ojos azules, usted tiene las mismas oportunidades que todos los demás, aunque no sea egresado del Tecnológico.
Mis mejores deseos para que vuelva la “normalidad” a la Laguna, y que las autoridades triunfen en esta guerra sin cuartel que llevan en todo el país contra el crimen organizado.
luis.flores@rbc.com