La piel del cuello es muy fina y delicada, y con tendencia a la flacidez.
Es importante empezar a cuidarlo antes de que se observen signos de flaccidez o envejecimiento, ya que después es muy difícil recuperar el tono perdido.
Nos esmeramos en tener cutis luminoso, maquillaje perfecto, manos de princesa, piernas de concurso y brazos tonificados, pero ¿y el cuello? Con frecuencia nos olvidamos del cuidado que éste necesita, a pesar de que esta zona es muy vulnerable al paso del tiempo, incluso más que el rostro.
La piel del cuello es muy fina y delicada, y con tendencia a la flacidez; por ello, necesita los mismos cuidados y mimos que el resto del cuerpo: limpieza, mascarillas, peeling, cremas hidratantes y nutritivas.
Se pueden usar las mismas que son recomendadas para la cara y deben aplicarse con suavidad: las palmas de las manos deben estar extendidas para deslizarlas desde el escote a la barbilla, con movimientos ascendentes.
Cuando se observen los primeros síntomas de acumulación de grasa (papada o doble cuello), se puede detener este proceso con suaves masajes. En casos severos, la única solución es una intervención quirúrgica que se realiza con bastante éxito, en la cual se extrae la grasa.
Es importante empezar a cuidarlo antes de que se observen signos de flaccidez o envejecimiento, ya que después es muy difícil recuperar el tono perdido.
La piel es más frágil y vulnerable que la del rostro, porque su película hidrolipídica no es suficiente para asegurar que se mantenga elástica y firme, es decir, se vuelve flácida a muy temprana edad.
Además, la falta de tonicidad que se produce es especialmente notoria en la parte inferior de la cara y en el cuello a causa de la gravedad.
Tiene menos melanocitos que la cara, lo que implica una menor capacidad para el bronceado, que es el protector natural frente a las radiaciones ultravioletas, por lo que se reseca, y arruga con más facilidad.
La epidermis, dermis e hipodermis, que son las tres capas de la piel, son extremadamente finas, pero tienen que soportar la gran movilidad que tiene esta zona durante toda la vida. De ahí que surjan los llamado "anillos de Venus", esas arrugas horizontales que son la consecuencia de todas las contracciones musculares.