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¿Y la clase media qué?

Adela Celorio

?Es más fácil que un camello entre por el ojo de una guja, a que entre un rico en el reino de los cielos? advirtió Mateo; pero ante la deferencia, parcialidad, excepción (como en el caso de quienes vendieron ?exentos de impuestos- los bancos mexicanos); ante los privilegios, ventajas y simpatía de que gozan los ricos en este mundo, ¿para qué habrían de preocuparse por entrar al cielo?

Exceptuando a quienes han consolidado grandes empresas mediante el ingenio, el trabjo y el esfuerzo de varias generaciones, algunos de los millonarios mexicanos que mencionala revista Forbes, son dueños de monopolios que provienen de concesiones que algún pariente o compadre, quien desde el poder gubernamental que tuvo algún sexenio, partió y repartió ?y pues ya saben el que parte y recomparte...) como es el caso de las concesiones de televisión, teléfonos y cositas así.

Siempre ?a partir un piñón con el poder?, los ricos disfrutan de trato preferencial en cualquier parte del mundo donde aterrizan con sus jets privados o desembarcan de sus lujosos yates. Poseen departamentos en París y Nueva York donde aprovechan para hacer sus compritas.

¿Qué rico ser rico!

Pobres de los pobres que viven privados de la inmensa alegría de pagar puntualmente sus impuestos, reservada para los clasemedieros causantes cautivos.

Aunque tampoco hay que olvidar que además de que de los pobres será el reino de los cielos, en este país son precisamente los hijos de ellos quienes disfrutan de la educación que aunque ?Calidad Gordillo? por lo menos es gratuita cuando tienen la suerte de alcanzar lugar en las escuelas públicas siempre insuficientes para una población tan prolífica como la nuestra.

Sus niños son beneficiarios de los desayunos escolares, la vacunación es gratuita y algunas otras migajas que dejan los Montieles que tanto proliferan entre nuestra clase política y ahora además, revaluados por el indestructible Masquemadie, quien supo reconocer en ellos un valioso capital electoral, son la asignatura más urgente de Felipe Calderón como presidente del país y el examen de justicia social que hemos de aprobar todos los mexicanos.

¿Y la clase media qué? Pues que nos muerda un perro. ?Señoras ¡por favor?, no sean clasemedieras, esto no es un salón de bridge, permítanme recordarles que están en un taller literario?, dijo con la voz estentórea y la mirada de doberman que lo caracterizó en vida, el maestro Ricardo Garibay. Ante tanta contundencia no me atreví a escupir la pregunta que me estaba picando la lengua: ¿Qué tiene de malo ser clasemediero? Profesionistas, industriales, comerciantes que nos las vemos duras para pagar la hipoteca, las letras del auto y la escuela de nuestros hijos. Que ante un Seguro Social que no se da a abasto, tenemos que pagar nuestros gastos médicos- y conste que entrar en un hospital privado es como entrar a la cueva de Alí Babá- y ante la incapacidad del Gobierno del DF para ofrecernos seguridad, el dinero que gastamos en Policía privada para ?proteger? ya no digamos los bancos y los comercios, sino hasta los hospitales y los colegios, incrementa escandalosamente nuestro presupuesto.

Clasemedieros, progres o pirruris, como nos bautizó Masquenadie, guardadores de apareriencias, hipocritones y con frecuencia cursis hasta la lágrima, somos también el último bastión del respeto y los buenos modos. Apostamos a la educación y a la familia y damos estabilidad al país.

Chíflenme todo lo que quieran, pero creo que una gran clase media menos individualista y políticamente activa y exigente, deber ser nuesta meta. ¡Tan tan!

adelace2@prodigy.net.mx

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