Hay palabras, términos y conceptos que, con el paso del tiempo, pierden su significación original y se vuelven peyorativos, insultantes.
Algo así le ocurrió a la palabra “privatizar”, que a raíz de las reformas salinistas, a cómo salieron, y al bombardeo continuo que al respecto nos recetó la izquierda, pasó a ser una grosería. De manera tal que “privatizar a Pemex” (lo que el minimalista Calderón no pretende, y es lo que le urge a ese nido de ineficiencia y corrupción) para mucha gente viene siendo equivalente a violar a la paraestatal o entregar la patria a los extranjeros a cambio de espejitos… según el mito con el que durante décadas se ha reforzado el complejo de inferioridad inherente a la idea de que los extranjeros siempre nos ven la cara de tontos. Y con esa autoimagen quieren que ganemos en las Olimpiadas. ¡Si desde niños nos han dicho que somos víctimas a las que cualquiera engaña!
Del otro lado del Bravo, un término que antes era elogioso, a últimas fechas también se ha convertido en una mala palabra. Se trata del concepto “celebridad”.
¿Quién es una celebridad? Pues fácil: quien es célebre. ¿Y por qué es célebre? Bueno, eso depende de múltiples factores. En muchos casos, se trata de artistas del canto, la música y el cine cuyos rostros son tan conocidos que, sin tocar baranda, son célebres. Si además son motivo de escándalos y hacen desfiguro y medio, con más razón son célebres. En esta categoría entrarían luminarias como Madonna, Britney Spears y el inenarrable Michael Jackson.
Pero también hay quienes son célebres… porque son celebridades. Esto es, personas muy ricas con las que los tabloides y las revistas de chismes hacen su agosto, contando sus errores, pesares, y la manera en que hacen el ridículo casi a diario. La máxima expresión de esta categoría es Paris Hilton, que ni canta ni actúa, ni picha ni cacha ni deja batear; pero que es una celebridad, aunque jamás haya hecho algo más notable que anunciar hamburguesas en bikini.
Pues bien, aprovechando la mala imagen y nombre que tienen las celebridades, el virtual candidato republicano a la Presidencia, John McCain, aprovechó para atacar a su rival, Barack Obama, en un anuncio de televisión. En él, McCain saca a relucir la inexperiencia de Obama y dice que en realidad no es un político, y que su popularidad es explicable sólo porque es… una celebridad sin sustancia. Como Britney Spears. O como Paris Hilton.
Lo inesperado es que esta última contraatacó. Y hasta con sentido del humor. En un video colgado en Internet, la rubia boba, vestida (¿?) en mínimo traje de baño, se refiere al “tipo arrugado y canoso” que la llamó celebridad; y que, según entiende, virtualmente la está candidateando. La señorita Hilton dice que, bueno, ella está preparada para gobernar a los Estados Unidos. Digo, si la Casa Blanca va a estar en manos de frívolos ignorantes, al menos que tengan buen cuerpo y unas piernas más largas que la cuenta de gastos de los federativos olímpicos mexicanos en Beijing.
Para colmo, Barack respondió de la misma manera: que McCain era una celebridad. ¿Será porque fue prisionero de guerra de los vietnamitas?
Total, que las campañas presidenciales norteamericanas aún no empiezan… y ya están sumiéndose en la ignominia, la vacuidad y el ridículo.