BANDERAZO DE SALIDA.- Sevilla es la España de los libros y de los recuerdos, de las altas rejas de hierro forjado enmedio de muros blancos, de patios empedrados y majestuosas y antiguas villas... Sevilla está llena de parques con naranjales, de los que cuelgan racimos de naranjas doradas todo el año, hasta que se caen de maduras, lo que las identifica como las ácidas, que sirven para hacer la mermelada especial que se usa para acompañar un platillo de pato o preparar Curacao o Vermut... Las palmeras se alinean en las calles, con bancas de azulejos, y el exquisito perfume que flota en el aire de geranios y mimosas... El viejo barrio de Santa Cruz, un día corazón de la judería sevillana, tan encantador e irreal como un escenario de ópera.
CURVA PELIGROSA.- Un día me aventuré por esas calles angostas y retorcidas de Sevilla, y descubrí las ramas de un árbol arregladas como fino enrejado sobre una barda... Las calles eran un laberinto, y sin saber cómo llegué a la plaza que está frente a la catedral. Me encontraba en lo que fue una vez el barrio judío de Sevilla, junto al Alcázar... Sevilla es una ciudad romántica en forma más bien decadente, soñolienta y tranquila, y sus paredes empiezan a caerse aquí y allá, pero la gente es lenta para tomar acción... Saliendo del barrio de la Santa Cruz llegué al restaurante “Coliseo”, que tiene una ventana que ocupa toda una pared, y a través de la cual se puede ver el activo movimiento de la calle... Como en todos los restaurantes de Sevilla, en la planta baja hay una cantina y una cafetería, donde ofrecen un servicio rápido de comida en pequeñas mesas cubiertas de vinil. Luego, se sube por una escalera circular al comedor, donde las mesas tienen manteles blancos, y los meseros dan un servicio eficiente.
RECTA FINAL.- Ese día cené lo que en el menú se llamaba “Tronco de merluza tropical”. Resultó ser un platillo muy complicado: filetes de pescado con una mezcla de plátanos y pasas, piña y almendras, o sea más caribeño que español... Después pude notar mucha influencia latinoamericana en la comida de esa parte de España. El empleo del coco, por ejemplo, y del ron y el Curacao para dar sabor... El “Coliseo” es un restaurante con una decoración muy moderna, y la comida que sirven allí me sugirió barcos que navegan, apuestos caballeros espadachines, y una era de romanticismo que Andalucía nunca ha perdido... También me trajo el recuerdo de las playas bajas y arenosas de Hawai, y las cenas a la luz de la luna, y las canciones un tanto monótonas con el repetido ritmo del ukelele.
META.- Hay en España un platillo que me fascinó: la sopa de ajos. En su forma más simple no es sino de ajo, aceite de oliva, pan y agua, o sea un caldo que nutre poco y tiene poco sabor, excepto el muy persuasivo del ajo... Esta sopa, sin embargo, ha evitado que muchas familias mueran de inanición, especialmente en los duros meses de invierno. Hay sopas de ajo enriquecidas con tomate, caldo de pollo y huevos. Hay otra, que me sirvieron en Málaga, que es helada y tiene uvas y melón... La sopa de ajo puede parecer horrible, pero no lo es porque con almendras, caldo de pollo y melón es deliciosa... Málaga es la ciudad española más al sur, y hay allí maravillosas playas por todas partes y retiros montañosos donde soplan frescas brisas. Cuando el día es claro, se pueden ver los picos de África desde la colina llamada Gibralfaro, donde antes hubo una fortaleza mora.