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A Cien por Hora...

Ricardo Rubín

BANDERAZO DE SALIDA.- Muchos consideran a la Plaza Navona como el corazón de Roma, y el centro de uno de sus barrios más bellos. Destacan sus casas Renacimiento o estilo Rococó, sus calles estrechas y limpias, y la elegancia que le han dado infinidad de boutiques, pequeños restaurantes y bares con mesas en la banqueta, salas de arte y antigüedades, y un animado y distinguido ambiente artístico... Y a pocos pasos de la famosa Plaza, el legendario río Tiber que se desliza suavemente con toda su historia. Antes, este río llegó a desbordarse y a inundar toda la ciudad, pero ahora es tranquilo, bajo, y silencioso.

CURVA PELIGROSA.- Imposible estar en esa zona y no ir a la rosticería y delicatessen “Volponi”, en la animada esquina de Vía Della Scofra y Vía del Portoghese, en cuyo largo mostrador se exhiben tentadoramente gran número de deliciosos productos de la cocina y la repostería italiana: bocadillos, quesos, panes y pasteles, salchichas, pastas, carnes y pescados secos, latas de mil delicias... Otra particularidad de este lugar es que tiene la mayor existencia de todos los vinos que se producen en el país... En la Biblioteca Municipal, cerca de ahí, fueron descubiertos el siglo pasado los esqueletos de varias personas cuya misteriosa muerte no ha sido aclarada.

RECTA FINAL.- La grandeza y la belleza de Plaza Navona, que ocupa un óvalo de varias calles, se puede admirar mejor en las mañanas tranquilas, y en las primeras horas del atardecer, cuando el alud de empleados y turistas no invade las calles... Regordeta y parlanchina es la mujer italiana, pero qué ojos tiene. En el ir y venir de la gente se queda en el recuerdo la figura delgada, minifaldera y sugestiva de la sueca, la francesa, la alemana. Ninguna italiana a la vista es parecida a Sofía Loren o a Claudia Cardinale... Imposible entender lo que dicen los italianos en sus animadas charlas de café. Hablan como ráfagas de bala disparadas por una ametralladora... En la camisserie “Romano”, corbatas a 150 dólares y camisas a 400. Sólo verlas en los lujosos almacenes, suspirar y seguir caminando. (“¿Cuánto costa?” es ¿Cuánto vale?).

META.- En el hotel “Italiano” (Una camera doppia, per favore, significa “Un cuarto doble, por favor”); se anuncia la muy inglesa hora del té a las cinco de la tarde, con pastas y bocadillos. Vale la pena ir para ver a las damas más elegantes y encopetadas de la Ciudad Eterna... Del brazo, descalzas, cinco adolescentes españolas cantan y caminan a media calle. El agente de tránsito las ve y sonríe, detiene con gesto enérgico a los vehículos para que las jóvenes crucen, algunos automovilistas aplauden o silban, y cuando las jóvenes han alcanzado la otra acera, el agente sopla ruidosamente su silbato para que el tránsito se reanude... En los cafecitos cercanos, los comensales se contentan con ver la escena y después la comentan con animación. Fue un detalle que rompió la monotonía y que causó alegría... En los cafecitos y en los restaurantes, “mangiare” es comer, “pranzo” es “comida”, y “mancia” es propina... Y “¡Aiuto!” es ¡Socorro!, y hay que gritarlo bien fuerte, por si algo llegara a pasar.

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