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A cien por hora

Ricardo Rubín

BANDERAZO DE SALIDA.- La vida nocturna no tiene fin en España, donde en muchas de sus grandes ciudades hay bares y discotecas que abren a las seis de la mañana para que los juerguistas puedan seguir la fiesta, o para que otros la empiecen... Los jóvenes de ambos sexos de Madrid, Sevilla y Barcelona siguen un mismo patrón para divertirse los fines de semana. Para ellos, la noche empieza a las seis de la tarde, cuando se reúnen en pubs o tabernas a tomar una “cana”, o cerveza de tarro, hacer planes para esa noche, e irse a dormir a casa dos o tres horas... A las 11, los que no cenaron en casa, lo hacen en un bar de “tapas”, con bocadillos de carnes frías, embutidos, pescado o mariscos.

CURVA PELIGROSA.- Los jóvenes llaman “pijos” o “picudos” a los que tienen dinero y prefieren ir al “Hard Rock Café” o al “Planet Hollywood”. Esos jóvenes riquillos buscan también restaurantes con mesas al aire libre, donde toman los “carajillos”, que es café frío o caliente mezclado con vodka, anís, amareto o whisky... Los pijos o picudos llegan tarde a las discotecas, como para darse importancia, pero antes fueron a algún tablao flamenco. Pero ya adentro de la disco, llena de ruido y humo, todos se confunden y alternan en la larga noche que puede ser sólo de baile, o también de alcohol, drogas y sexo.

RECTA FINAL.- A medida que avanza la noche, el ambiente se vuelve más alucinante en las discos. El humo de los cigarros es tan espeso que se puede cortar con un cuchillo, los juegos de luces y los reflectores enceguecen, los rayos láser bailan, flotan y giran, y las grandes bocinas retumban con ritmos alternados de sevillanas, rock, y música tropical muy de moda... A los jóvenes les gusta calentar poco el lugar, a menos que estén completamente a gusto. Por eso acostumbran ir de una discoteca a otra, hacer nuevos amigos en la calle, encontrar gente conocida, correr rápido en sus carros. La vida es joven y la noche no tiene fin.

META.- En muchas discotecas, las bebidas son servidas por meseros y meseras, éstas de minifalda, o con trajes de lo menos imaginable... Hay lugares que se llenan tanto que no hay donde sentarse. Abrigos, bolsas y chamarras se amontonan en las mesas; de pronto, cuando la diversión está en plena ebullición, se avisa a todos que son las seis de la mañana y que hay que desalojar el lugar... Pero eso no importa mucho. Se sale a desayunar churros con chocolate, y se corre a los bares y discotecas que están abriendo sus puertas, llamados los “after hours”, que dan servicio hasta mediodía. A esa hora se regresa a casa, a dormir... Para quienes no desean interrumpir la diversión, hay unas pastillas llamadas “Éxtasis”, que les permiten seguir disfrutando el largo fin de semana, sin sueño y con energía artificial.

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