BANDERAZO DE SALIDA.- ¿Qué ciudad o país le gustaría conocer? Yo siempre he sentido una extraña fascinación por África, alentada por la lectura de varias obras de Ernest Hemingway y algunos relatos de cazadores y aventureros... Esta atracción por ir algún día al Continente Negro se acaba de avivar con la lectura del libro de Javier Reverte “Los Caminos Perdidos de África”... Reverte es un periodista español que ha recorrido casi todo el mundo. Su viaje al África le tomó varios meses desde que lo planeó y salió de Madrid rumbo a Addis Abeba, Etiopía, hasta El Cairo, y de aquí siguiendo el curso del Nilo se internó en territorio africano. Con una mochila al hombro y una libreta de notas le tocó en este viaje celebrar la Epifanía etíope, navegar en el ferry del lago Tocona, dar de comer a las hienas de Harel, visitar los palacios del Rey de Reyes, recorrer el Nilo y el Nilo Azul, y llegar así al Continente Negro.
CURVA PELIGROSA.- El África real no se parece en nada al África de Tarzán, Jane y Chita, donde hay selvas tupidas y árboles con lianas para la transportación aérea del hombre mono, y lagunas sólo con cocodrilos... En el África real hay colinas bajas cubiertas de una rala vegetación, extensas llanuras con escasos arbustos, y los árboles más altos son las acacias, las ceibas y el baoba, llamado “el árbol de los mil años” por su longevidad. Es un territorio donde el agua escasea y hay pocos abrevaderos a los que acuden las manadas de distintos animales a mitigar su sed. Es una tierra bastante erosionada y polvosa, que se recorre bien en jeep o en vehículos cuatro-ruedas. Y es también la tierra de los atardeceres más espectaculares, coloridos y brillantes. Alguien dijo que África es la tierra donde nació la Humanidad.
RECTA FINAL.- En su viaje al África, Javier Reverte visitó varias aldeas de los Masai y los Shankilla (que mantienen viva su costumbre de cortar los genitales a los extranjeros para que sus mujeres los exhiban en casa, disecados, como valiosos trofeos)... Reverte dice que África convierte a todos los adultos en niños, y que tener un corazón de niño no es una desgracia, sino un honor. El periodista español se captó tan bien la confianza de esas tribus indígenas que vivió en sus chozas, hizo vida comunitaria en sus aldeas, y se ganó el nombre de “Farangi Khwaaga” (El hombre blanco de la mochila). Hubiera podido viajar en una de las costosas expediciones de alguna agencia que ofrece comidas de gourmet en plena África, con champaña, vinos franceses e inmensas tiendas de campaña con comodísimas camas, valet y guardias armados a la puerta, pero prefirió la hospitalidad de los nativos.
META.- En su libro, Reverte nos lleva a conocer la vida y costumbres de los africanos. Nos introduce con sus brujos y santones, come su comida hecha de maíz, hierbas, raíces y algún animal pequeño, duerme en el suelo o en hamacas hechas de cuerdas de piel de rinoceronte, y nos revela el secreto de sus danzas religiosas, de guerra y del amor que bailan con frenesí, así como sus antiguos bailes de guerra o para hacer que llueva en sus tierras erosionadas durante meses, lo que provoca la muerte de animales y personas... El lector acompaña al periodista español y a sus guías Masai a ver a los grandes y peligrosos animales en su medio natural, a beber licor de maíz fermentado, y en las noches interminables de una luna tan grande como una moneda de plata, a escuchar las historias de los más ancianos de la tribu.