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A falta de información, violencia/Las Laguneras opinan...

Mussy Urow

Se dice que todos los tiempos son esencialmente iguales. Hasta hace no mucho, esa idea me parecía correcta, pero ya no. Si consideramos únicamente el desarrollo vertiginoso que ha tenido la tecnología en el área de la comunicación, los primeros años del siglo XXI no pueden, ni remotamente, ser iguales a los del último tercio del siglo XX, por no irnos más lejos.

Recuerdo perfectamente, y tan sólo hace 40 años, que para hacer una llamada telefónica internacional, había que hacer una cita con la telefonista y esperar al lado del aparato para contestar cuando estuviera lista la comunicación.

Ahora, como dicen los americanos, tenemos la comunicación y la información en la punta de los dedos.

Sin embargo, el acceso a ella en muchísimos países -incluido el nuestro- es muy limitado, por no decir deficiente. En México todavía se pueden propalar historias sin ninguna base real, como ocurría en la Edad Media, y buena parte de la sociedad le va a dar crédito. Basta que a un populista se le ocurra decir que el “Chupacabras” fue visto en Yucatán o que Pemex, CFE o la UNAM se van a privatizar para que quienes apoyen estas ideas sean considerados traidores a la patria y merezcan ser quemados en una pira de leña verde o que se les mate a pedradas en una plaza pública. Simultáneamente, columnistas y comunicadores, fascinados con la idea, empezarán a elaborarla, desmenuzarla y a presentarnos los escenarios más escabrosos. Hace tan sólo unas semanas todos hablaban del “gasolinazo”, como si se tratara de un meteorito que se iba a estrellar contra México… ya nadie habla de eso.

En esta misma semana me tocó escuchar por la radio a uno de los más famosos comunicadores a nivel nacional (éste sí se quedó) –noticiero a mediodía- entrevistando al subprocurador de la República en relación a la Reforma Judicial. El comunicador, arrinconando al entrevistado, quería que compartiera su júbilo porque los diputados habían desechado un párrafo en la ley que impedía el acceso de la Policía a una casa-habitación. El locutor hablaba como si fuera un experto en el tema. El subprocurador, casi pidiéndole oportunidad para que lo dejara hablar, le dio una explicación que lo dejó mudo; pareció como si por primera vez, el comunicador hubiera entendido bien a bien de qué se trataba la reforma; o tal vez en ese momento se quedó sin argumentos para seguir acosando al entrevistado. En fin, que la reforma, que apenas regresó a la Cámara de Senadores no queda del todo clara, ni para los expertos, mucho menos para el público general, desinformado e incrédulo a fuerza de tantas decisiones tomadas en este país por motivos políticos y asuzados siempre por la prensa y los medios, no por razones sociales como debería de ser.

Se habla mucho en México de que gozamos de libertad de expresión y por lo tanto, que los ciudadanos tenemos acceso a la información. En un país de pocos lectores, los medios escritos que gozan de seriedad son pocos; para estar informado, hay que andar como los antiguos cazadores-recolectores, buscando, rescatando y desechando de revistas y semanarios, esculcando entre notas sobredimensionadas y amarillistas, eventos, sucesos y notas publicadas en otras ciudades para hacerse de una base de datos mental y colegir causas y efectos. Es una ardua tarea de investigación para la que poca gente tiene tiempo, ya no digamos recursos económicos; para acceder al flamante IFAI, por ejemplo, hay que tener mínimo una computadora y estar conectado a la Red.

Por la radio y la televisión abierta, medios populares por excelencia, el ciudadano común y corriente gozó, hasta hace poco, de un breve periodo en el que podía hacerse de un panorama bastante honesto y completo, pero eso ya se acabó. Los monopolios de las frecuencias determinan ahora qué, cómo y quién puede transmitir; bueno, hasta escogen a los comunicadores. Y a los provincianos que solíamos escuchar los noticieros radiofónicos matutinos (Carmen Aristegui) o vespertinos (Salvador García Soto, Ezra Shabot, bueno… el Weso!) retransmitidos por estaciones locales, nos castigaron con opciones tan limitadas y pobres que más vale ni prender el radio. Eso sí, en la televisión se vieron y se escucharon con todo detalle los insultos y los golpes que les lanzaron sus compañeros de partido a Carlos Navarrete y a Javier González Garza. Si se trata de exhibir y de que se vean los cocolazos, adelante.

Durante esta semana se dedicó más de la mitad del tiempo aire y espacio a la nota de violencia escenificada en torno a la aún no presentada reforma energética que a la judicial; y puede Usted estar seguro de que al cuarto para las doce, cuando la Reforma Judicial esté a punto de ser aprobada, la mayoría de los mexicanos no habrá entendido aún de qué se trata ni qué pretendían o qué les pareció mal. Esta desinformación a la sorda y premeditada es una de las peores violencias pasivas contra una sociedad igualmente pasiva.

Los tiempos ya no son esencialmente iguales; cada vez con más frecuencia surgen alarmantes síntomas de violencia, disfrazados de democracia o de libertad de expresión. Tal vez como en nuestro país apenas estamos iniciándonos en esos dos aspectos nos llaman tanto la atención y nos parecen entre fascinantes y reprobables las acciones que promueven algunos grupos políticos. Al día siguiente del mitin del PRD, Ricardo Monreal escribió que “se implementará (…) en defensa del petróleo (…) un programa de resistencia civil más intenso y estructurado que el movimiento de protesta post-electoral de 2006”. (La Camorra, Milenio, 26/02/08.) Este es un aviso claro de nueva y mejor organizada violencia por venir, porque “más de la mitad de los mexicanos ve en la reforma de Pemex un sinónimo de privatización”. (misma nota). Todas estas amenazas están basadas en la premisa de un hecho que aún ni se discute y del cual también carecemos de información un porcentaje bastante mayor que “la mitad de todos los mexicanos”. Pero para muchos medios es más importante difundir amenazas, amedrentar, crear una historia y repetirla muchas veces hasta que se convierta en motivo suficiente para justificar la violencia.

(urow43@yahoo.com.mx)

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