Me encantaría poder alardear de que mi información sobre el tema petrolero y la propuesta de reforma energética son por lo menos elementales.
Desgraciadamente, como la mayoría de los mexicanos, con lo único que cuento es con la experiencia de ver durante décadas a Pemex como la cereza del botín, como el coto privado que ha sido siempre las paraestatales para PRIistas, líderes sindicales y toda esa clase de malhechores y sinvergüenzas.
No tengo duda de que sería mi obligación como ciudadana responsable de un país democrático, estar bien informada. No me ufano de mi ignorancia aunque en mi descargo debo decir que para eso tenemos Instituciones: Cámaras de Diputados y Senadores, que nos cuestan hasta lo que no tenemos.
Leguleyos a los que pagamos sueldos que difícilmente soñamos los mexicanos del diario; por estudiar, analizar, y en su caso aprobar o echar para atrás (siempre en la representación que los ciudadanos les hemos concedido) cualquier iniciativa de Ley o de Reforma Constitucional.
Ya sabemos que salvo muy honrosas excepciones (por ejemplo Ruth Zavaleta) nuestros diputados son una panda de chupópteros, pichaslocas, golfos sinsustancia, que han encontrado en la grilla el territorio ideal para medrar con el mínimo esfuerzo (otra de tantas asignaturas pendientes de los mexicanos es encontrar la forma de mantener a estos sujetos bajo la lupa, acotarlos, vigilarlos, someterlos a la trasparencia y esculcarlos sistemáticamente durante su gestión y no después cuando ya nos saquearon).
Una de las prioridades en materia política es elevar nuestros niveles de exigencia. Es tener muy claro que cualquiera de estos servidores públicos que traiciona o vende el voto ciudadano debe ser juzgado por crimen de lesa patria.
No ignoramos que ninguna de nuestras instituciones resistiría un “close up”. Todas ellas requieren profundas reformas aunque de momento, con esas mulas hay que arar porque amuladas y todo, son el resultado del sacrificio de muchas generaciones de mexicanos, y las columnas que sostienen nuestra incipiente democracia.
Sin ellas lo que único que nos queda son los guamazos que: “Con todo respeto y de manera pacífica” es la propuesta que nos quiere imponer ese manojo de frustración y amargura en que se ha convertido Don AMLO.
Debo reconocer que nada me gustaría más que se dieran de guamazos entre ellos, aunque tampoco está mal verlos ahí, los secuestradores secuestrados por ellos mismos en la tribuna de la Cámara, donde comen, fuman, duermen, se rascan los dientes, se tiran sus pedos y deben oler a drenaje profundo.
Ojalá que los dejen ahí unos meses o al menos unas semanas; y que se nos permita verlos en una especie de Big Brother desde la Cámara de Diputados.
El espectáculo sería hasta jocoso si no fuera por que conocemos la manipulación y la utilización que AMLO hace de la parte más vulnerable y frágil de nuestra sociedad: “sus Adelitas”. Muchas de ellas -apuesto que la mayoría- igual que yo, jamás han leído la propuesta de reforma energética, pero con su cartuchera al hombro y ondeando una bandera que les han puesto en la mano, se disponen a morir por un petróleo del que mucho me temo, jamás verán los beneficios.
El espectáculo que están dando los Pejediputs, sería de risa loca si no fuera por la pretensión que tiene de gobernar nuestro país, un partido político que ha demostrado ser incapaz siquiera de autogobernarse aunque fuera sin pulcritud ni espíritu democrático, pero al menos aprovechando el agudo colmillo que aporta toda la basura política que el FAP ha venido reciclando.
Sería jocoso si no fuera por lo que nos cuesta a cada uno de los mexicanos sostener al partido de la obstrucción. ¿Nos irán a cobrar también por el secuestro de la tribuna?
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