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A la baja/Sobreaviso

René Delgado

Es probable que aún no lo perciban en los círculos oficiales, pero el Gobierno va a la baja. Más allá de lo previsto, la cuesta de enero le resultó mucho más gravosa.

Exhibe esa circunstancia no tanto el problema criminal, laboral, económico, político o social, como la reacción del equipo presidencial ante ella y la recuperación de prácticas políticas de cuño tricolor. Particularmente aquélla de reconocer la realidad hasta que ésta pone contra la pared a los filósofos del “aquí no pasa nada”.

Arrastra el presidente de la República un equipo de trabajo que, un año después de haber sido conformado y de cara a la adversidad, no acaba de cuajar y se guarda debajo de los escritorios bajo el amparo de una supuesta disciplina que revela, en el mejor de los casos, menudo pánico escénico.

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Al más puro estilo de que el viento le hace los mandados a México, a lo largo del primer mes del año las voces oficiales aseguraban que no había por qué temer a la recesión en Estados Unidos. Problemón el de los gringos, aquí todo estaba calculado y, además, blindado. La solidez de la economía y la flamante reforma fiscal convertirían la pulmonía estadounidense en un leve estornudo mexicano. Pensar en un mayor contagio era simple exageración de los catastrofistas.

Luego, cuando afloraron los cuestionamientos a la ligereza de la reacción oficial, se metió reversa, pero controlando el vehículo con sólo mirar por el espejo retrovisor. Primero el turismo sería la tabla de salvación, más tarde con cara de preocupación, pero sin ocupación se anunciaron apoyos, luego los excedentes petroleros serían el acorazado en el proceloso mar de la economía y, finalmente, se reconoció la necesidad de reducir las expectativas originalmente previstas.

El programa emergente, los apoyos y las medidas concretas para superar la turbulencia siguen siendo un enigma. Por lo visto, el equipo presidencial va a salvar al país en secreto y sin ni siquiera despeinarse mucho.

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En esa lógica de salvar al país sin que nadie lo sepa, el Gobierno maneja la reforma energética.

Ahí viene, ahí viene la reforma, pero sólo unos cuantos saben cuándo y de qué se trata. Igual que en la reforma electoral, el priismo trae el pandero del debate serio sobre Pemex mientras el Gobierno juega –igual que en la reforma a las pensiones del ISSSTE– a no dar color de su postura. Los argumentos de más de uno de los especialistas tricolores resultan por demás interesantes. Algunos plantean realizar la reforma sin tocar la Constitución, pero sí sacudiendo varias de las prácticas administrativas y fiscales del Gobierno que terminan por vulnerar a la industria petrolera estatal.

El silencio oficial a lo mejor responde a una estrategia, pero llama la atención dos cuestiones: una que, de nuevo, el Gobierno albiazul vaya a remolque de la fuerza tricolor, y, dos, que el Gobierno no abra su juego para darle cuerpo al debate y desvanecer la probabilidad de un albazo legislativo que, al final, frustre la posibilidad de operar algún cambio a este importante sector de la economía.

Si la idea gubernamental es apostarle al albazo legislativo no puede perder de vista que la Oposición radical perredista a la reforma, esta vez, ha tomado sus providencias y que, sin un trabajo serio de cabildeo, el priismo se podría dividir, dejando al Gobierno sin los votos necesarios para concretar la traída, llevada y frustrada reforma.

La dirección de Pemex ha limitado su rol a la operación de la empresa, dejando a la Secretaría de Energía la política energética. La única duda al respecto es ¿quién encabeza esa dependencia?

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En el campo criminal, a fuerza de conmovedores spots se quiere endulzar una amarga realidad donde la ciudadanía es tratada como un menor de edad al que se le ofrece un caramelo.

Si el año pasado se manejaron como grandes acciones los espectaculares e insustanciales operativos policiales-militares, éste se presenta como el de las operaciones quirúrgicas, nomás que en un hospital sin camillas. El número de impactos sostenidos en la radio no constituye un parte de guerra serio porque, a fin de cuentas, se desconoce la estrategia. Aquélla de carácter integral que comprende los distintos flancos y frentes de la industria criminal del narcotráfico. Cae éste o aquel importantísimo sicario, se celebran decomisos y se llevan escenas de guerra hasta el hogar de los televidentes, pero ni un solo avance se reporta en el flanco del “lavado” de dinero, en el diplomático con Estados Unidos que, como principal apoyo, ofrece boletines alabando la valentía del Gobierno. Esto sin mencionar la cacareada Policía Nacional que, por lo pronto, tiene por himno El sueño imposible.

Es una guerra salpicada por unos cuantos pronunciamientos y un sinnúmero de spots que, en los hechos, no mueve mucho los números. Si en enero de 2007 fueron 232 los muertos, este enero arroja 247. ¿Es indebido preguntar en dónde estamos parados en esta materia o, al menos, saber quién lleva el mando en ese combate? ¿O, cuando menos, por qué, si el Estado va ganando, los aviones F-5 ya fueron incorporados al combate?

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Lo más curioso de todo esto es que a más de un año, el Gobierno sigue sin exponer ni explicar su agenda de prioridades.

Lo del empleo queda ya como un slogan de campaña, a menos que por tal política se entiendan los movimientos en el Gabinete que, en el mejor de los casos, con los que entran y los que salen, el PAN queda como una agencia de colocaciones... pero de empleo temporal. Una política que con Patricio Patrón Laviada en la Profepa establece como requisito: nula experiencia. O que, con Ana Teresa Aranda en la subsecretaría de Gobernación, exige estar al día en las cuotas al partido y desconocer profundamente la cuestión migratoria y creer fervientemente en la Iglesia Católica para llevar los asuntos religiosos.

El punto no es la decepcionante composición del equipo con que Juan Camilo Mouriño pretende llevar la política interior, ni el desprecio presidencial por el cuidado del medio ambiente, cuyas dependencias durante el Gobierno de Ernesto Zedillo y parte del de Vicente Fox parecían revestir cierto profesionalismo. Pero, en fin, el punto no es ése, el punto es el de las prioridades. ¿Cuál es esa agenda? ¿Hay una agenda o, como muchos otros Gobiernos, el actual está sólo destinado a administrar los problemas, aplicar remedios a las urgencias y hacer lo que se pueda sin saber qué es lo que hay que hacer?

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Es probable, como se decía, que el Gobierno no se haya percatado que va a la baja. Un Gobierno que si bien no tuvo una luna de miel, tampoco tuvo una luna de hiel porque, más allá de la resistencia perredista, estuvo bastante cobijado a su arranque por distintos factores de poder.

Un año después, algunos de esos factores de poder comienzan a tomar distancia y la movilización social pasa del malestar al descontento, mientras el priismo y el perredismo comienzan a ver hacia la elección intermedia.

El mes de enero debería obligar una reflexión de la nueva circunstancia del Gobierno, valorar si el Gabinete es el adecuado para encarar la adversidad, ponderar si la política del silencio es la mejor respuesta al reclamo de información puntual y, entonces, determinar qué se quiere y qué se puede hacer en serio.

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Correo electrónico:

sobreaviso@latinmail.com

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